Perseo aparece en los cielos imaginarios con la petrificante cabeza de Medusa en la mano, dando la espalda a Andrómeda y bajo su suegra Casiopea. El mito se hinchó a convertir en piedra a oponentes gracias a su mortífera arma con pelo de serpientes. Y así ha quedado fosilizado en la cúpula celeste de los veranos del norte. Podríamos pensar que el cosmos está lleno de rocosas constelaciones a base del granito de sus víctimas. Pero, si estiramos la leyenda, estos mitos estarían hechos pedacitos tan pequeños como granos de arena, que son –ahí ya, con la ciencia en la mano– el germen de las estrellas fugaces. Eso, y no otra cosa, es la lluvia de estrellas perseidas.
Lluvia de estrellas perseidas: cuándo empieza en 2021
La cita de este 2021 con la lluvia de estrellas perseidas será la noche del 12 al 13 de agosto, cuando se estima que la actividad de esta lluvia de estrellas alcance los 100 meteoros por hora, ha informado el IAC. Este año, además, con la ventaja de que la luz de la Luna no será un impedimento. Y se acompañarán de los gigantes Júpiter y Saturno en las primeras horas de la noche.
¿Qué las hace merecedoras de tal nombre?
No ocurren en San Lorenzo. Desde luego, no provienen de los ojos de San Lorenzo, ascendido a los cielos. El martirio del santo Laurentius se produjo en Roma el año 258, sobre una parrilla, víctima del edicto anticristiano del emperador Valeriano. La leyenda asegura que Lorenzo gozaba de un finísimo sentido de la ironía y, en su martirio llegó a decir mientras lo quemaban: «Assum est, inqüit, versa et manduca», es decir: «Dadme la vuelta, que estoy ya estoy hecho, y comedme». Se conmemora su día el 10 de agosto. El pico de la lluvia de estrellas perseidas, recordemos, es la noche del 12 al 13 en España.
No provienen de las estrellas de Perseo. En 1835, el astrónomo Adolphe Quetelet se dio cuenta de que la dirección de la parecían provenir las perseidas era siempre la constelación perseo. Lo que se conoce como radiante. Sin embargo nadie sabía cuál era el origen de esa lluvia de meteoros. De hecho, hasta tres décadas después, se pensaba que las estrellas fugaces eran fenómenos atmosféricos, como los relámpagos.
La lluvia de estrellas perseidas no es el paso de un cometa. Giovanni Schiaparelli descubrió la relación entre las estrellas fugaces y los cometas, tal y como le cuenta a su amigo Angelo Secchi en una carta (las cartas eran los papers científicos de la época, en ausencia de revistas especializadas). Schiaparelli detectó que las lágrimas de San Lorenzo coincidían con el paso más cercano al Sol del cometa 109P/Swift-Tuttle. Una masa de polvo helado y roca de 26 kilómetros de diámetro y una órbita de 133 años alrededor del Sol. Pero no es su paso por la Tierra lo que vemos cada verano. Pasó por última vez por el Sol en 1992. De aquellos polvos, estas estrellas.

Cada año, la Tierra atraviesa una zona de escombro rocoso, desprendido del cometa. «Al atravesarlo la Tierra, estas partículas, no mayores al tamaño de un grano de arena, entran en contacto con la atmósfera», recuerda a Newtral el administrador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) Miquel Serra-Ricart.
No es fuego lo que vemos en el cielo durante la lluvia de estrellas perseidas. Al rozarse con el aire, las partículas se calientan a enormes temperaturas hasta desintegrarse. Pero no arden como bolas de fuego. «Es el aire ionizado a su alrededor, a unos 100 km de altura, lo que vemos», explica el astrónomo. Es decir, se carga eléctricamente, como al frotar un globo con el pelo. Al producirse un cambio de energía en los electrones de ese aire, se da el destello, como ocurre con los relámpagos.
No son de un color u otro por su velocidad. Las estrellas fugaces, a diferencia de las estrellas reales, no delatan la velocidad a la que se acercan o alejan por su color. La estela que dejan depende del material predominante en el resto de roca desprendida y del aire que lo rodea. Así, del violeta al rojo: calcio+, hierro, magnesio, sodio, nitrógeno atmosférico, oxígeno.
Como podemos ver en el vídeo acerca de la lluvia de estrellas perseidas, los restos del Swift-Tuttle son como granos de arroz. Podríamos pensar que el cometa es una gran paella galáctica que deja restos flotando por el sistema solar. Si la Tierra fuese un antimosquitos eléctrico, se tragaría esos granos de arroz, chisporreteando, tal y como ocurre con nuestra atmósfera.
Podríamos pensar que el cometa es una gran paella galáctica que deja restos flotando por el sistema solar.
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No son meteoritos. Son meteoros. La catástrofe estaría asegurada de tratarse de «meteoritos». Se consideran como tales aquéllos que sobreviven al escudo de la atmósfera y su roca cae al suelo. A velocidades superiores a los 200.000 km/h, sus efectos pueden ser devastadores, como bien pudieron comprobar los dinosaurios. «No se trata por tanto de una estrella sino de una partícula de polvo incandescente», recalcan desde lel Observatorio Astronómico Nacional (OAN/IGN). «Los meteoroides de masa menor al kilogramo se calcinan (o vaporizan) completamente en la atmósfera».
Lluvia de estrellas: Cómo cazar una perseida
El observatorio estatal recomienda una cosa por encima de todas: «tener paciencia». Según indica el IGN, el lugar de observación de la lluvia de estrellas perseidas puede ser cualquiera «con tal de que proporcione un cielo oscuro». En cualquier caso, es preferible observar desde un lugar que tenga pocos obstáculos para la vista (como edificios, árboles o montañas) y no utilizar instrumentos ópticos que limiten el campo de visión.
Esta lluvia de meteoros es visible desde todo el hemisferio norte en pleno verano. Las velocidades de estos meteoros pueden superar los 50 kilómetros por segundo (más de 200.000 km/h) y su tasa de actividad puede llegar a los 200 meteoros por hora.
Su alta actividad, junto con las condiciones atmosféricas favorables para la observación durante el verano boreal, hace de las perseidas la lluvia de estrellas -meteoros- más popular, y la más fácilmente observable, de las que tienen lugar a lo largo del año.
La altura a la que un meteoro se hace brillante depende de la velocidad de penetración en la atmósfera, pero suele estar en torno a los 100 kilómetros. Sin embargo, el alto brillo y la gran velocidad transversal de algunos meteoros ocasionan un efecto espectacular, causando la ilusión en el observador de que están muy próximos.
«La correspondiente lluvia de meteoros parece tener un único centro de origen, un punto del que parecen surgir todas las estrellas fugaces. Ese punto se denomina radiante y su localización se utiliza para nombrar a la lluvia de estrellas» perseidas, aclaran desde el OAN.
Hay años mejores y peores. Es difícil de calcular. Las Perseidas, la llamada lluvia de estrellas, son conocidas por sus “estallidos de actividad” que dependen de la influencia gravitatoria de los gigantes del Sistema Solar -Júpiter y Saturno- sobre las nubes de polvo enviadas por el cometa en el pasado. En 1839, el observador alemán E.Heis contabilizaba por primera vez la tasa máxima de las Perseidas: 160 meteoros/hora, explican desde el IAC.
Incluso hoy «desconocemos más que lo que sabemos», precisa Serra-Ricart. «Pero hay que averiguar más de su dinámica, de cómo se distribuyen y cómo se deshacen al llegar al Sol. Son cosas que también nos servirán para saber cómo es nuestra atmósfera». Aunque ya sepamos que no las envía Perseo, aún hay misterios alrededor de la lluvia de estrellas perseidas listos para «dejarnos de piedra».
La luna se pone a las cinco de la mañana?
¿Pero en qué año? ¿Y en qué día? Porque desde luego este año en estos días... no.
¿No sabe el autor que cada día que pasa la Luna sale y se pone más de media hora más tarde que el día anterior?
Por favor, menos topicazos y más saber de lo que se escribe, si es que uno quiere parecer "neutral".