Crimea, Transnistria u Osetia del Sur: así ha afectado la guerra en Ucrania al espacio postsoviético

espacio postsoviético
Transnistria (Moldavia). ShutterStock.
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El espacio post soviético es un área que ocupa la superficie de los territorios que formaban parte de la Unión Soviética y que no se han incorporado a la OTAN y al espacio próximo a la Unión Europea, como son las las tres repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania.

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Rusia es el país más extenso del mundo, ocupa 17 millones de kilómetros cuadrados, es 34 veces la superficie de España y casi el doble de la de EEUU. Sin embargo, a la Rusia de Vladímir Putin con la de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) de Mijaíl Gorbachov la separan más de cinco millones de kilómetros cuadrados. Con la caída de la URSS en 1991 surgieron más de una decena de nuevos Estados, repúblicas soberanas bajo la mirada permanente de Moscú que ha llegado incluso a las armas y a la guerra para defender su antigua área de influencia. 

Según explica Simón Suárez, profesor de Historia y cultura rusa de la Universidad de Granada, esta influencia es más o menos intensa según la región. “Putin siempre ha dicho que la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX fue la caída de la URSS, ya que en ese Estado donde convivían 15 repúblicas diferentes, los rusos tenían un mayor porcentaje de población y ostentaban el poder”, indica. 

Tres décadas después de la desintegración de la URSS, “muchas de estas repúblicas rechazan la supremacía y vasallaje con el que Moscú trataba a sus Estados y han salido de su esfera, otras, en cambio, siguen dependiendo de Rusia”, añade.

El mapa completo del espacio postsoviético llega hasta las fronteras de la Unión Europea con Ucrania, Moldavia y Bielorrusia. Por el otro lado, alcanza el Cáucaso, entre el mar Negro y el Caspio con Armenia, Azerbaiyán y Georgia. Y, por último, llega hasta Asia central con Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. A ellos se suman cuatro estados autodeclarados y no reconocidos por la comunidad internacional: Abjasia, Artsaj, Osetia del Sur y Transnistria.

Para Rusia, las antiguas repúblicas soviéticas de Europa oriental en concreto (Moldavia, Bielorrusia y Ucrania) son clave porque separan Rusia de la Unión Europea y de la OTAN y también se han visto afectadas por la actual agresión ordenada por Moscú contra Kiev.

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Transnistria, el territorio desgajado de Moldavia

Transnistria es un Estado de facto (sin reconocimiento jurídico) dentro de Moldavia, una antigua república soviética. Como te contamos, a principios de los años 90 hubo una guerra civil entre el resto de Moldavia y Transnistria, un conflicto que se ha quedado congelado desde entonces.

Tal y como explica Suárez, Moldavia nunca ha recuperado el control de Transnistria aunque tampoco ha llegado nunca a controlar este territorio. “La población de la región separatista de Moldavia siempre se ha sentido más ligada a Rusia y no al gobierno central de Moldavia”, argumenta. Además, este territorio no ha sido reconocido como independiente por la comunidad internacional ni ha sido anexionado a Rusia como ocurrió con Crimea en 2014. “No obstante, desde los 90 la presencia de soldados rusos es constante en Transnistria”, añade el profesor de la Universidad de Granada.

​​La situación en Transnistria comenzó a tornarse tensa a finales de abril, tras una serie de tiroteos y explosiones en edificios e infraestructuras gubernamentales, que según las autoridades separatistas procedían del territorio ucraniano. Kiev aseguró que se trataba de una operación de “falsa bandera” de Rusia para culpar a Ucrania de los ataques, mientras que Rusia calificó estos incidentes como un intento de arrastrar este territorio al conflicto armado en Ucrania. No está claro quién es el autor de los ataques, pero la situación se ha ido haciendo más compleja en la región desde la invasión rusa de Ucrania.

Según explican a Newtral.es las doctoras de la UDIMA Laura Lara y Maria Lara, el Donbás ucraniano y Transnistria tienen muchas cosas en común. ”El discurso que emplea el Kremlin en estos lugares es que Rusia trata de ‘proteger’ a los rusos étnicos”, indican. ”Sin reconocer su independencia, es lo que ha hecho en la provincia separatista de Transnistria, debilitando otros idiomas, como el rumano, y soberanías, como la moldava”.

Bielorrusia, el último aliado de Rusia

El antiguo Estado soviético está teniendo un papel muy destacado en la guerra de Putin en Ucrania. “Ha apoyado a Rusia en su invasión facilitando que las tropas del Kremlin cruzaran a través de su territorio hacia Ucrania por el norte”, recuerda Simón Suárez. Bielorrusia está gobernada con mano de hierro por Alexandr Lukashenko desde 1994.

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El país estalló en otoño del 2020 para denunciar el fraude electoral que pretendía prolongar los 26 años de Lukashenko como líder de este país europeo, antiguo miembro de la Unión Soviética y en el que residen casi nueve millones y medio de habitantes. Lukashenko reaccionó con una durísima represión. Año y medio después continúa en el poder gracias al apoyo político, financiero y económico de Rusia, según los expertos. 

“La relación entre Bielorrusia y Rusia ha tenido épocas de mayor acercamiento y otras incluso de disputas entre ambos líderes. Sin embargo, a partir de las últimas elecciones de Bielorrusia, donde hubo un fraude electoral condenado por la UE, Putin defendió a Bielorrusia frente a lo que consideró una injerencia de Occidente”, indica Suárez. Según el historiador, Lukashenko contó con el rescate del Kremlin como único aval para consolidar su presidencia. “A partir de entonces, ambos países están más cercanos que nunca, tanto es así que Bielorrusia es el único Estado que ha reconocido Crimea como territorio ruso, tras negarlo en el 2014”, añade.

El Cáucaso: Armenia, Azerbaiyán y Georgia

Armenia, Azerbaiyán y Georgia tienen en común mucha historia. Los tres países del sur del Cáucaso han estado en muchas ocasiones bajo una misma influencia: la persa, la rusa desde el siglo XVIII y la URSS del siglo XX. Los tres territorios están poblados por una multitud de pueblos que hablan lenguas distintas, muchas veces no emparentadas entre sí, y de diversas religiones, como explica Simón Suárez.

En 1991, Armenia, Azerbaiyán y Georgia recuperaron su independencia. Desde entonces, los tres países han sufrido conflictos civiles importantes. Georgia, por ejemplo, sufrió una guerra civil que dividió el país en dos partes. Y el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia por controlar la zona del Nagorno-Karabaj, situada en Azerbaiyán pero en la que viven mayoritariamente armenios.

Osetia del Sur y Abjasia, los dos Estados prorrusos de Georgia

Georgia es un país que, junto a Ucrania, aspira a formar parte de la OTAN. En Georgia, el desafío de Putin estalló con la guerra del 2008 cuando se enfrentaron los dos estados pro rusos, Osetia del Sur y Abjasia, con el resto del país. Ambas regiones fueron reconocidas por el presidente de Rusia como independientes tras el conflicto, un territorio que el Kremlin dice querer proteger ante un Estado, Georgia, que les es hostil. 

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Tal y como comenta Suárez, a Osetia del Sur, como a Transnistria y al Donbás ucraniano, “los rusos consideran esta zona importante para ellos y la quieren defender, es estratégica por su situación geográfica y, utilizan el argumento de protección a la mayoría de población rusa que habita en él frente a la injerencia extranjera”. Como el resto de regiones separatistas del espacio postsoviético, Osetia del Sur es un territorio que la comunidad internacional no reconoce pero que funciona como Estado independiente de Georgia. 

Hace una semana, la región separatista de Osetia del Sur celebró elecciones. El candidato opositor Alan Gagloev logró la victoria en la segunda vuelta. Tras conocerse los resultados, el nuevo líder anunció que la región coordinará con el Kremlin la convocatoria de un referéndum de incorporación a Rusia el próximo 17 de julio.

Armenia y Azerbaiyán: el conflicto congelado de Nagorno Karabaj

La zona del Nagorno Karabaj pertenece a Azerbaiyán pero la mayoría de su población es armenia. A finales de los 80 los armenios del Karabaj exigieron que la región pasara a manos de la Armenia soviética. Esto provocó que en 1991 estallara una guerra entre los independentistas de la región, respaldados por Armenia y el gobierno de Azerbaiyán. Aquella guerra duró tres años y provocó más de 30.000 muertos y cerca de 700.000 desplazados. 

En 1994 los armenios del Karabaj, con el apoyo del ejército de Armenia, se hicieron con el control de toda la antigua provincia autónoma. Sin embargo, ni los países que forman parte de la ONU han reconocido al Nagorno Karabaj como Estado independiente, ni siquiera Armenia. Oficialmente, la ONU considera que la autoproclamada República de Artsaj, como llaman los locales al Nagorno-Karabaj, ocupa ilegalmente casi un 15% del territorio de Azerbaiyán.

En 2020, Azerbaiyán quiso recuperar el control del Nagorno Karabaj lo que provocó una nueva guerra bajo la mirada rusa. Con el apoyo de Turquía, Azerbaiyán consiguió una victoria rápida contra las fuerzas de Armenia. Rusia intervino y obligó a firmar un acuerdo de alto el fuego según el cual las fuerzas armenias del Nagorno Karabaj solo controlarán ya el corazón de esta zona.

Desde aquel pacto, Putin ha apuntalado su influencia en el sur del Cáucaso y se ha garantizado la dependencia de Armenia. Además, desde entonces, patrulla por el enclave un contingente ruso de “mantenimiento de paz”, reconocido internacionalmente como parte de Azerbaiyán.

Las repúblicas de Asia central

Al otro lado del mar Caspio, comparten su pasado soviético Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán, el espacio postsoviético más oriental. Todos estos países se independizaron en 1991 después de la caída de la URSS y nunca antes habían existido como Estado aunque no todos dependen con la misma intensidad de Rusia. La que tiene la relación más estrecha y dependiente es Kazajstán, que también es el país que comparte mayor frontera con Rusia de los cinco Estados asiáticos.

Estos Estados son países productores de hidrocarburos. Sobre todo de petróleo en Kazajstán y de gas en Turkmenistán. De hecho, el precio de la energía fue uno de los desencadenantes de las protestas masivas en Kazajstán en enero de 2022. Unas protestas que dejaron más de 200 muertos, 4.500 heridos y 10.000 detenidos. 

Para contener las protestas, el presidente kazajo solicitó ayuda y un contingente de más de 2.000 soldados de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una asociación militar encabezada por Moscú, aterrizó en el país. La operación de la OTSC resultó eficaz, tal y como señaló Putin.

De esta forma, la crisis y su desenlace han colocado a Kazajstán en la liga de países como Bielorrusia, un país que incrementó su viraje hacia Moscú tras las revueltas del 2020 para denunciar fraude electoral y que fueron duramente reprimidas por Lukashenko. 

“Todo lo que haya pertenecido a la URSS, Rusia lo considera como territorio donde debe dejar su impronta, su influencia”, comenta Simón. “Cuando en estos Estados ocurre un cambio de gobierno, una protesta, un conflicto de cualquier tipo, el Kremlin aparecerá para asegurarse que los cambios que se generen continúan defendiendo los intereses de los rusos”. Según el historiador, esta es la manera de Rusia de intervenir en la política internacional.

Fuentes