Con solo 35 años, Nadia Nadim siente que ha vivido «siete vidas u ocho vidas». La primera de ellas cuando los talibanes mataron a su padre siendo una niña. La última, la actual, en la que en solo unos meses ha perdido a su madre en un accidente de tráfico y sufrido una grave lesión de rodilla a escasos meses del sueño de su vida, un Mundial.
La delantera, estrella de Dinamarca y exjugadora de equipos como Manchester City o PSG, ahora es protagonista en el Táctica Fest de Barcelona de un documental que muestra su regreso dos décadas después a un país inmerso en una etapa de poder de los talibanes. “Sé que soy un objetivo para ellos, pero las futbolistas tenemos la obligación de alzar la voz”, comenta en una entrevista con Newtral.es, en la que manifiesta su ilusión por compartir su historia con niñas a las que da esperanza. “Ha sido una experiencia increíble”.
Desde sus primeros pasos en la élite del fútbol europeo, ha mostrado un carácter activista, no solo como refugiada afgana, sino con todas aquellas luchas a las que se enfrentaba en diferentes ligas, como la igualdad salarial con la selección danesa. ¿Por qué adoptó este rol desde el inicio?
Desde muy pequeña he tenido ese interés por ayudar a otras personas, especialmente a las mujeres, y cuando llegué al mundo del fútbol no dudé en utilizar el poder de mi historia particular, la de una niña que huye de Afganistán de la mano de su madre y triunfa en el deporte, para seguir dando altavoz a causas sociales. Sé que hay millones de personas en el mundo que no tienen herramientas ni poder y necesitan referentes. Siempre he sido muy abierta con mi vida como niña refugiada y siempre he tratado de mostrar las cosas positivas de mi vida personal para dar ejemplo en todos los países en los que he jugado. Pero sinceramente creo que mi historia puede ayudar, no solo a refugiados, sino a todas las personas que están luchando por algo en muchas partes del mundo.
En el documental reconoce sus dudas sobre esta idea de volver a Afganistán porque sabe que su figura como mujer que juega al fútbol y que utiliza este contexto para causas sociales puede generarle problemas. ¿Por qué decide seguir adelante sabiendo que puede ser un objetivo para los talibanes?
En el momento en el que la directora Anissa Bonnefont me propuso hacer este documental no tuve dudas. Era seguir en la línea de lo que había hecho desde muy joven, pero con un incentivo personal. La idea de volver a mi país más de dos décadas después, desterrar algunas pertenencias de mi padre, escuchar a las personas que quedan allí, despedirme… Me parecía una gran idea. Pero reconozco que después tuve un momento de dudas por el peligro que conllevaba. Lo pensé muy bien, lo consulté con mi entorno, y preparamos un plan para que no asumiera demasiados riesgos. Quería volver al país en el que había nacido y decir adiós a mi familia, escuchar los recuerdos de quienes quedaban allí. Ahora estoy muy feliz de haberlo llevado a cabo porque la experiencia ha sido increíble, un proceso muy bonito a nivel personal, y en el que he aprovechado para implicarme en la educación de muchas personas.
Al margen de ese paso personal, de la experiencia de regresar a su país y cerrar heridas, ¿había una intención social como modelo a seguir?
La parte personal fue muy importante, porque toda mi vida se me pasó por delante. Fue un proyecto muy intenso y largo. Pero es cierto que volver a Afganistán tenía ese objetivo de educar a la gente y de encontrar cosas comunes en culturas muy diferentes. En todos los países hay esa mezcla de historias que escuchar, y no hablo ya de mi país, sino de muchas culturas diferentes. Por ejemplo, en España también pasa con millones de personas que no han nacido allí y que necesitan una identidad social. Sentía que mi misión en este caso era encontrar una identidad social para estas personas como yo he conseguido desde fuera.
Cuando pisó su país, ¿sintió que había cambiado algo respecto al momento social en el que tuvo que huir?
Cuando los talibanes matan a mi padre, pensé que no teníamos futuro. Éramos solo mujeres, no teníamos permitido absolutamente nada, ni ir al colegio, ni hacer deporte, ni trabajar… Mi madre fue valiente y huyó a Dinamarca con nosotras. Desde entonces, yo no he perdido de vista lo que sucedía en Afganistán. Y desgraciadamente, más de dos décadas después, la situación para ellas es muy similar, es algo que me duele muchísimo. Por esto, cuando me encuentro delante de niñas, y no hablo de niñas de mi país o refugiadas, sino en cualquier parte del mundo, mi mensaje es el mismo.
¿Cómo son esas conversaciones con ellas? ¿Qué mensaje traslada a esas niñas que viven situaciones muy similares a las que usted sufrió de pequeña?
A estas niñas solo les decía una cosa: “Escúchame, esto no va a durar para siempre. Tienes que creer, imaginar un futuro mejor”. Soy consciente de que no es siempre fácil, de que es más fácil decirlo que hacerlo, pero a mí me funcionó. No quise rendirme en ninguna ocasión porque tenía deseo y pasión por vivir. Creo que merezco ser feliz, ser una persona normal con acceso a derechos humanos básicos como educación o deporte.

En el documental comenta que siente que ya ha vivido siete vidas y desea que los próximos treinta años no sean tan intensos. Sin embargo, recientemente ha perdido a su madre en un accidente de tráfico y se ha roto el ligamento cruzado de la rodilla. ¿Cómo se sobrepone mentalmente a todos estos golpes?
Aunque tengas una historia llena de desgracias, siempre hay esperanza. Hay ciertas etapas en las que sientes que todo es oscuridad y que, hagas lo que hagas, nada va a cambiar. Y personalmente creo que pueden quitarte muchas cosas, pero nunca la esperanza. La esperanza es algo interno en ti, es tu fuego, es tu lucha, la única arma que puedes llevar contigo siempre. Lo que te mantiene a salvo es buscar la luz en los momentos más oscuros.
¿Ha hecho algún tipo de trabajo mental, incluso con especialistas, para llegar a esta conclusión?
En nuestra familia no hablamos realmente sobre las emociones o sobre cómo nos sentimos, ha sido un proceso totalmente individual que he ido adquiriendo con los años. Para mí ha sido muy importante el fútbol. Cada vez que me sentía mal o sentía que me hundía, me centraba en el deporte. He aprendido muchísimo a nivel mental a través del fútbol y de todas las experiencias que he vivido. El deporte y mis experiencias en diferentes países me han ayudado a eliminar pensamientos negativos y a sobreponerme a todas las cosas que me han ido pasando. Cuando mi vida es un caos, siempre pienso que podría ser peor, siempre me centro en lo positivo.
¿Siempre encuentra esa parte positiva?
Por ejemplo, cuando tuve que huir del país, yo solo pensaba en esos niños que habían perdido a ambos padres y que no tenían absolutamente nada. Y es algo que sigo manteniendo a día de hoy. Vale, me he roto el ligamento cruzado anterior de la rodilla a escasos meses de un Mundial, y probablemente no seré capaz de jugar el mayor torneo con el que he soñado durante años. Son cosas que te rompen el corazón porque has luchado toda tu vida para que eso pase. ¿Qué puedes hacer por ello? No tienes ningún control sobre esa situación, así que piensas en la parte positiva de eso. ¿Cuál es? En cada caso tienes que investigar.
A mí me funciona esta estrategia el 90% de las veces. El resto, me lo paso llorando y preguntando por qué me ha pasado esto (se ríe). Como te decía, soy una persona normal, es mucho más fácil hablar que actuar, así que también tengo mis momentos.
Habla de lo importante que es el fútbol en su vida, y de cómo ha utilizado esta plataforma para trasladar un mensaje poderoso. ¿En algún momento ha querido dejar de llevar este peso?
Tengo una plataforma importante, que es el deporte, que no puedo ignorar. Mi opinión es que tienes una obligación de hablar bien claro para provocar cambios. Desde que era muy joven he creído que el fútbol es una gran herramienta para hacer mejorar las cosas, porque nos da poder y mucha gente nos escucha. Creo que es nuestra obligación como mujeres en el fútbol. Y es importante no solo por ti como deportista, sino por esas niñas que no tienen voz ni poder, y que quiero que experimenten todas las cosas bonitas que he tenido yo. Siempre digo que en mi juventud pensaba más en mí porque no tenía esas armas, pero con los años las he ido ganando, como otras compañeras, y he querido aprovecharlas. Pero me entristece ver cómo con el crecimiento del fútbol para las mujeres se va dejando poco a poco de lado este mensaje social.
¿Por qué cree que se está perdiendo ese altavoz en el fútbol?
Por desgracia nos vamos pareciendo más a lo que viven los hombres en este deporte, donde tienen millones de seguidores y no solo no se preocupan por la sociedad, sino que tratan de ser políticamente correctos para no perderlo. Para mí es muy triste que, teniendo plataformas, no se utilicen para hacernos más fuertes y unirnos más, porque es la única manera de generar cambios profundos.
En un contexto de pérdida de referentes, según comenta, ¿se siente un modelo a seguir?
Para las futbolistas es una obligación levantar la voz sobre nuestros problemas. Espero que si ves una injusticia, y tienes poder para hablar, lo hagas, porque influirá en muchas personas. Desgraciadamente, es algo que veo cada vez menos, pero de todas formas me concentro mucho en lo que puedo aportar yo a la sociedad y trato de evadirme de lo que hacen las demás. Si creo firmemente en unas ideas, sigo luchando por ellas. En este contexto sí que si me paro a pensar me veo como un referente, pero no es algo que tenga muy presente ni que cambie mi manera de actuar.
¿Cómo imagina su vida después del fútbol?
Espero contribuir durante muchos años a mejorar la situación de niñas y mujeres a través del fútbol, especialmente en aquellos lugares del mundo donde no tienen las mismas oportunidades, como Latinoamérica, Asia, Oriente Medio, África… Lugares donde ni siquiera tienen acceso al colegio. Para mí la educación y el deporte son esenciales para tener una vida mejor. Hay mucho trabajo por hacer desde nuestra posición. Esa será mi misión.
Nadia Nadim es futbolista del Racing Louisville (EEUU), embajadora de la UNESCO y jugadora internacional con Dinamarca.
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