El lugar más caliente de Madrid no es la Puerta del Sol. Está a unos 8 km, en un edificio del Ciemat, que, sin embargo, alberga un Sol artificial. Se trata de experimento de energía de fusión nuclear TJ-II, un creador estelar (técnicamente, Stellerator). En su interior se generan el tipo de reacciones que ocurren en los astros, liberando ingentes cantidades de energía, a partir de la unión de núcleos atómicos de hidrógeno, esencialmente. A esto llamamos energía de fusión que, por el momento, no es viable a nivel práctico. Pero sí experimental.
- Lo nuevo. Ahora, a este experimento en el lugar más caliente de Madrid, se suma una inteligencia artificial generativa. Básicamente, para agilizar el trabajo de los equipos científicos, que tienen que lidiar con millones de datos. Hay que pensar que en este reactor ocurren cosas a temperaturas en que la materia se vuelve plasma. Medir y mirar en estas condiciones es imposible a simple vista.
 
Energía de fusión. A diferencia de las centrales nucleares convencionales, aquí no se dividen núcleos de átomos. Se fusionan. No se usa uranio enriquecido. Se usa hidrógeno. Pero no basta el hidrógeno convencional, sino dos formas de hidrógeno inestables, llamadas deuterio y tritio. La primera no es radiactiva. Al fusionar esos núcleos atómicos se genera muchísima energía. Para comparar: Con menos de media tonelada de hidrógeno se conseguiría lo mismo que con 6 millones de toneladas de carbón en una central térmica fósil, “como la que se acaba de desmantelar en Ponferrada”, precisa el investigador del Ciemat Agustín Pereira.
- Sí, pero… aún no es una realidad para la sociedad. La energía necesaria para propiciar estas reacciones de fusión y mantenerlas es enorme. Mayor a la que se obtiene como resultado. Se tienen que alcanzar temperaturas que superan los 10 millones de grados. Aunque se han producido avances puntuales en los últimos años, con varias tecnologías diferentes. Todas ellas experimentales. Hay un mantra irónico en el mundo de la fusión nuclear: siempre quedan 30 años para que sea una realidad. La complejidad técnica es descomunal y cara. Pero ahora, la IA pretende recortar los plazos.
 
Un generador de estrellas en Moncloa
El prototipo de reactor de energía de fusión TJ-II nació en la avenida Complutense de Madrid en 1997. Aquí “se exploran los límites de la ciencia y la ciencia de los límites para el sueño de la fusión nuclear para la sociedad”. Habla así el director del Laboratorio Nacional de Fusión, que depende del Ciemat, donde se aloja este experimento. España lleva medio siglo trabajando en proyectos de fusión nuclear.
Casi tres décadas después, un puñado de instalaciones experimentales mastodónticas tratan de ganar la carrera de la fusión; una especie de búsqueda de la supremacía energética que –renovables aparte– enterraría definitiva y para siempre a los combustibles fósiles y a la mayor parte de la energía nuclear convencional (fisión).
“La energía de fusión solamente estará en aquellos países que apuesten por la investigación, por la innovación, por el conocimiento”, apunta el director del LNF Carlos Hidalgo, quien defiende la apuesta del Ciemat. El TJ-II es un Stellerator, uno de los cuatro tipos de tecnologías que consiguen poner el hidrógeno a temperaturas elevadísimas, frente a la tecnología láser por la que se han inclinado fundamentalmente los EE.UU.
“Se ha demostrado recientemente que stellerator es el tipo que más viabilidad comercial puede tener en el futuro”, señala Hidalgo, aunque en esto también pesan otros intereses, hay otras visiones y, desde luego, equilibrios geopolíticos. Algo así como cuando se impuso el VHS al Betamax en la era de las cintas de vídeo doméstico. Si no fuera porque la energía de fusión está aún lejos de ser una realidad comercial.

Una IA para evaluar millones de datos casi en tiempo real
Los experimentos con energía de fusión quizás sean de los más largos de la ciencia contemporánea. Antes de llegar a ser una realidad, están siendo necesarias décadas de pruebas con plasmas y materiales llevados al límite. La irrupción de la IA generativa promete pegar ahora un acelerón.
IBM, a través de su plataforma WatsonX, ha creado una especie de ChatGPT (aunque no tiene nada que ver con OpenAI) dirigido al equipo científico del LNF. Gracias a esta herramienta, podrán hacer consultas muy específicas sobre si ha habido anomalías con el plasma, configuraciones de los experimentos que sean más óptimas o, sencillamente, elaborar informes que evalúen las pruebas. Incluso podrá generar imágenes sintéticas de cómo está el plasma en el interior del dispositivo o gráficas que representen lo que ocurre ahí donde una cámara de vídeo quedaría completamente derretida.
En siguientes fases, la IA irá aprendiendo cada vez más y relacionando datos. Así, podría empezar a controlar ciertas operaciones. Y, en el futuro, ¿tomar el control de un hipotético reactor de fusión nuclear? En realidad –y en parte– sí. ¿No es muy arriesgado? ¿Y si la IA se pone a alucinar?
Manuel Villalba, líder técnico de IBM en países del sur de Europa, aclara: “Cuando tú tienes un modelo de inteligencia artificial generativa que está orientado en una sola tarea, es mucho más sencillo controlarlo y que no alucine”. En cuanto a los datos de entrenamiento y sesgos, “trabajamos en aspectos de ética de IA, no solo dentro de los modelos abiertos, sino también con guardarraíles dentro de la tecnología que nos permiten controlarla”.
Toda esta experiencia en el TJ-II se exportará, más adelante, al gran proyecto europeo de energía de fusión. El megarreactor experimental ITER, de Francia. Un proyecto que aúna a una treintena de países, no todos bien avenidos entre sí, pero que persiguen por igual conseguir la energía de las estrellas de manera casi ilimitada.