Los quince días más largos del mundo cumplen dos años. El viernes 13 de marzo de 2020, Moncloa anunciaba el inicio de un estado de alarma de dos semanas. Al llegar la medianoche, ya del 14, se pararon los relojes y se inició la cuenta atrás para el fin de una pandemia declarada tan sólo tres días antes. Hoy, como entonces, ‘ya queda menos’. ¿Estamos en el año 0 postpandémico? ¿O nos queda uno de transición?
“Es difícil saber cuándo se acaba una pandemia. Nunca se sabe con seguridad hasta que pasa tiempo y se ve que no va a dar problemas”, sentencia el virólogo Adolfo García-Sastre (Icahn School at Mount Sinai, Nueva York), quien destaca algo un tanto desmoralizador: “Esto hace que sea muy difícil de celebrar”. ¿Cómo acaba una epidemia global, cuando no vemos cañones de confeti sino artillería cirílica? ¿Tendremos que esperar al 2023?
Recuerda el historiador Anton Erkoreta, autor del libro Una nueva historia de la gripe española. (Lamiñarra, 2021), que dos años después de que irrumpiese la pandemia de 1918, llegó otra ola de contagios a la que se hizo más bien poco caso. Lo que hoy llamamos medidas de contención, como las mascarillas, decayeron en EE.UU., que abrazaba ya sus felices años veinte, tras la guerra que había roto los imperios europeos. Y eso que “aquella última ola fue alarmante porque afectó de manera muy importante a población infantil”. Pero ya pocos le prestaban atención. Máxime, tras años de silencio en los países en contienda.
Aunque haya casos y sigan matando, “al final –añade García-Sastre–, dejamos de prestar atención a las pandemias; los medios dejan de darles cobertura. Se relegan a páginas interiores. Ahora el [corona]virus será noticia sólo cuando haga algo raro. Es normal, más aún con una guerra que no es algo precisamente trivial”.
Hay un “cansancio generalizado”, apunta desde la otra costa de EE.UU. su colega Pamela Bjorkman (CalTech). Su equipo está tratando de desarrollar una vacuna universal contra todos los coronavirus. Porque está convencida de que la amenaza sigue ahí. En conversación con Newtral.es por videollamada desde Los Ángeles, expone que “la gente quiere pasar página, no la culpo por ello“, pero advierte que, hablando de un coronavirus como este, una nueva variante puede estar a la vuelta de la esquina. Quizás larvándose en un animal, quizás entre los contagios humanos de las olas que estas semanas golpean a países de Asia. Y esto “nos pilla levantando las pocas restricciones” que quedan en un mundo asfixiado por dos años de anormalidad.
Más optimista es el también virólogo José Antonio López-Guerrero, ‘JAL’. El director del Laboratorio de Neurovirología de la UAM, que también estudia ahora coronavirus, piensa que el SARS-CoV-2 cada vez tiene menos margen para darnos sustos. Y destaca la “enorme eficacia de las vacunas para evitar la muerte y hospitalización”, a pesar de las variantes. El problema es que no ha habido una distribución equitativa a nivel mundial. ¿Cómo será el mundo exactamente dentro de un año?
¿El año del fin de la pandemia? Así imaginan los expertos el mundo en marzo de… 2023
Si 2022 es el año -1 del fin de la pandemia, ¿será 2023 el año cero de un mundo nuevo, sin pandemia y, con suerte, sin guerra? ¿De qué hablaremos con las personas expertas un 11 de marzo de 2023?

África González
Catedrática Inmunología UVigo; Sociedad Esp. Inmunología

Adolfo García Sastre
Director Icahn School Medicine Mount Sinai NY

Helena Legido-Quigley
Profesora Salud Global Univ. Nacional Singapur y LSHTP

José Antonio López-Guerrero
Lab. Neurovirología UAM

Pamela Bjorkman
Bioquímica CalTech, desarrolladora de candidata a vacuna universal de cov.

Manuel Franco
Investigador Salud Pública y Epidem. Social UAH y Johns Hopkins

Olga Mediano
Neumóloga Hospital Guadalajara; SEPAR

Daniel López Acuña
Epidemiólogo SH-CAPAC Project; Exdirector Acción Sanitaria OMS

Matilde Cañelles
Filósofa e inmunóloga IFS-CSIC

José Martínez Olmos
Escuela Andaluza Salud Pública y Exsecretario General de Sanidad
Ilustraciones de Sofía Villafañe.
El fin de la pandemia, un año (+1) de errores
“Nadie pulsa un botón y la pandemia desaparece”, dice el especialista en Salud Pública y Epidemiología de la UAH Manuel Franco Tejero. “Se van desvaneciendo ‘biológicamente’ pero se quedan las consecuencias a nivel social”. También los errores.
Más allá de los fuegos artificiales, la profesora Helena Legido-Quigley cree que de las pandemias se debe salir tras haber completado tres fases: una de preparación (“Europa no estaba preparada”), otra de shock y adaptación (los últimos dos años) y una tercera en la que entramos: “la de recomponernos y prepararnos para evitar la próxima”. Porque vendrá. Y como ya destacó en esta entrevista con Newtral.es en 2020, es muy notorio cómo la desinversión en sanidad pública en los años de la austeridad ha pasado factura a países como España, que tenían en ella su ‘joya de la corona’.
El epicentro de la pandemia ha sido Europa y EE.UU. contra lo que “desde la soberbia de los ricos” pensábamos al principio.
Esta experta mundial habla desde Singapur –que padeció el primer SARS,–un país estricto en su política de restricciones, tendente a perseguir los cero casos de covid, aunque con menos rigor que otros países de Asia-Pacífico como China. Tras la vacunación masiva y teniendo controlada la epidemia, “fue el primer país del mundo que dijo ‘esto ya es endémico y abrimos el país’. Les cuesta, pero están consiguiendo controlarlo”.
Franco Tejero pone el acento en un hecho llamativo: “El epicentro de esta pandemia –lejos de su origen, en China– ha sido Europa y Estados Unidos. Algo a lo que no estamos acostumbrados desde la soberbia de los países ricos. Creíamos que el conocimiento científico trasladado a las decisiones políticas nos harían menos vulnerables. Y no ha sido así”.
Hubo una serie de errores de base de estos países, fallos de interpretación de la evidencia científica, como “pensar que este virus se parecería más al letal SARS de 2002, que se quedó en Asia”, cree López Guerrero, poco amante de “los profetas del pasado, que siempre aciertan”. También, que las mascarillas no servían demasiado, puesto que no creían que fuera un virus de transmisión aérea.
Eso nos llevó al obsesivo lavado de manos y la desinfección de superficies. Lecciones teóricamente aprendidas hace un año, aunque aún veamos carteles con la proclama ‘covid free’ a la entrada de un local sin ventilar, presidido por un dispensador hidroalcohólico:
Dos años de errores y aciertos de cálculo y gestión
Luego están los errores de gestión. Como la limitada capacidad de los países para recopilar, homogeneizar e interpretar datos. O el escaso margen para poder evaluar, en tiempo real, la eficacia de unas u otras medidas no farmacológicas. Visto en perspectiva, algunas limitaciones de movilidad o la imagen de los parques infantiles precintados fueron una calamidad.
Para la catedrática de Inmunología de la Universidad de Vigo África González, “el confinamiento de los niños fue un gran error desde el punto de vista de su salud mental y de la sociedad en general. No tenía sentido, sobre todo al inicio”. ¿Tardamos en pasar del ‘quédate en casa’ al ‘todo al exterior’?
Otra de las grietas permanentes de estos dos años ha sido el ruido político y partidista. Legido-Quigley destaca cómo, en general, en los países donde ha habido unidad y liderazgo claros, basados en la evidencia, se ha generado confianza y las medidas han resultado más efectivas en la contención de lo peor de la pandemia.
Del ‘quédate en casa’ al ‘todo al exterior’. “El confinamiento de los niños fue un gran error”.
El profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública José Martínez Olmos lo sabe bien. Él estuvo al frente del equipo técnico que gestionó la pandemia de gripe A de 2009. “Para mí, no intentar pronosticar era una obsesión que trabajé con la ministra. Porque eso termina repercutiendo en la credibilidad de las decisiones (confinar, el pasaporte covid, etc.). La evolución del virus a veces no está bajo control humano y las personas nos comportamos en función de muchas circunstancias”.
El problema no era “no haber visto la magnitud del problema, sino la falta de consenso político y técnico. Y en España se ha dado la paradoja de que solía haber consenso en el Consejo Interterritorial y luego no lo había en el Parlamento”.
África González coincide en lo complejo de las profecías pandémicas. Pero esta experta de la Sociedad Española de Inmunología destaca uno de los pocos errores que corrieron a nuestro favor. Algo que terminó siendo el punto de giro de esta tragedia: ”Pensar que las vacunas de ARNm no iban a funcionar tan bien”.
Las agencias del medicamento estaban dispuestas a autorizarlas “aunque no tuvieran una eficacia superior al 50%-60%”. No esperaban mucho más, pero pronto salieron datos que rondaban el 90% en los ensayos. Y en la vida real, eso se ha mantenido hasta la llegada de nuevas variantes.
Tras ‘el fin’ de la pandemia, ahora ¿qué?
“Se habla mucho de vacunas pero poco de tratamientos”, asegura desde su experiencia en el Hospital de Guadalajara la neumóloga Olga Mediano. Para la doctora, coordinadora de la SEPAR 2021-22, los antivirales que han empezado a autorizarse pueden marcar un nuevo hito en la evitando de la enfermedad grave en ciertos perfiles de contagiados a los que la vacuna no les funciona. También los anticuerpos monoclonales y los corticoides. O el abordaje mismo del paciente. “Hemos aprendido qué usar y, sobre todo, qué no usar o qué no hacer”. Los fármacos han terminado siendo, junto a las vacunas, el gran agujero negro de los bulos y desinformación, incluso entre los médicos.
Vacunas y medicamentos aparte, “lo que ha salvado más vidas ha sido el oxígeno. Nos llegaban pacientes con unas caídas de oxígeno que no habíamos visto nunca y algunos ni se daban cuenta (hipoxemia silenciosa). La oxigenoterapia y el soporte respiratorio no invasivo han sido fundamentales”. Este nuevo conocimiento ha ido borrando de los hospitales la imagen del paciente intubado, para dar paso a otra de alguien en planta, con buen pronóstico y menos secuelas.
¿Qué es gripalizar la pandemia? ¿Que es entrar en una endemia?
La fuerte caída de la ola veraniega, protagonizada por delta, llevó a España al ‘riesgo bajo’ y a acariciar la ‘normalidad’. La pandemia parecía haber llegado a su fin. Pero antes de la llegada oficial de ómicron, la bajada de temperaturas y un inexplicable descontrol de los contagios en Navarra y Guipúzcoa nos devolvió a tasas crecientes. Llegó entonces el gran ‘experimento’: no hacer grandes restricciones y ver qué impacto tendría el virus en el sistema sanitario, con una población excelentemente vacunada.
Europa y EE.UU. han asumido que pueda haber contagios masivos, pero con un limitado impacto en los hospitales gracias a las vacunas y nuevos tratamientos.
“Nadie podía prever una cosa tan desmesurada como ómicron”, plantea Martínez Olmos. Pero la cuestión era que si del peor de los escenarios posibles salíamos airosos, podíamos decir adiós a la pandemia y las restricciones, tal y como las conocíamos. Y en esas estamos… 11.000 muertos después de la ola invernal. Pero con una letalidad entre 8 veces menor que hace un año. ¿Será esta la nueva normalidad de cada año?
Dos palabras de la jerga epidémica se han colado en la conversación sobre el fin de la pandemia: ‘Gripalización’ y ‘endemia’. Frente a la visión pesimista de la viróloga Pamela Bjorkman, la doctora África González pone el foco en la monitorización. “Se verá si las variantes van mutando para poder desarrollar vacunas nuevas si fuera necesario. Así es como entiendo la ‘gripalización’, es decir, no hablando ya de incidencias de casos, sino de hospitalizaciones”.
Pero el exdirector de Acción Sanitaria de la OMS y profesor Daniel López-Acuña es muy crítico con las prisas por pasar a estas fases, como han acordado comunidades y Sanidad. “El suelo básico ideal hubiera sido tener entre 25 y 50 de incidencia acumulada a 14 días (IA), antes de haber retirado todas las medidas de contención, como mascarillas, pasaportes o aforos”, señala. Sin embargo, esa cifra dejará de darse cada tarde, para centrarse en el impacto sanitario. Y en medio de un principio rebrote que quedará en un punto ciego.
“No podemos permitirnos una situación como la de Corea o Hong-Kong, donde al bajar la guardia, con la llegada de ómicron, han llegado a más de 5.000 de IA tras mucho tiempo manteniéndose estables en 50”, asegura López-Acuña, que recuerda que hay en España unas 3 millones de personas sin vacunar y una población infantil sin inmunizar. “Tenemos un reservorio de millones de susceptibles”.
Para el profesor, “se cometió en error de pensar que tendríamos una inmunidad de grupo con un 70% de población vacunada. La inmunidad de grupo no existe para este coronavirus”. Así que, las vacunas no han servido para liquidar la pandemia de contagios. Pero han demostrado que la cuarta ola con más muertes es en la que más vidas se han salvado.
El sinfín de la pandemia desigual
El fin de la pandemia va por barrios. Si los contagios mostraron que esta afirmación podía ser literal, la metáfora se vuelve aún más realista si se piensa en que la inmensa mayoría de países de África apenas supera el 15% de personas vacunadas. En Sierra Leona, el viaje típico a un centro de vacunación cuesta 6 dólares y lleva 1,5 horas por trayecto. La mayoría de su población vive con menos de 1,25 dólares al día, tal como expone James Dzansi en Science.
“Podemos tener una incidencia muy baja en Europa pero con una pandemia vigente a nivel mundial”, analiza Martínez Olmos. Un 43% de los habitantes del planeta no está totalmente vacunado. Y esto, advierten, plantea un riesgo en la salud y en la economía, binomio indisociable pero planteado como un dilema durante los peores días del coronavirus. “Si se quería haber apostado por ‘la economía’, se tenía que haber dicho claramente a los ciudadanos, exponiendo las consecuencias”.
Hayan sido muchas o pocas las restricciones, la pandemia de COVID-19 es el shock macroeconómico más grande que el mundo ha visto desde la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. El producto interno global cayó un 3%, pero fue peor para los países de bajos y medios ingresos.
“Ya vimos la enorme desigualdad del impacto por nivel de trabajo o renta, por género… –recalca el profesor Franco Tejero–, las consecuencias a largo plazo estamos por verlas, por ejemplo a título demográfico en nuestro país. Va a ser demoledor”.

El daño evidente de los confinamientos a la economía y la salud mental ha impulsado un cierto movimiento revisionista de los cierres. Para López-Acuña, es injustificado. “Uno de los grandes aciertos fue haber confinado y haber aplicado fuertes restricciones al principio. En todos sitios, el error fue la desescalada prematura”. El paradigma hace tiempo que es otro y choca con la política de cero covid de países de Asia-Pacífico como China.
Desde Singapur, Legido-Quigley señala que “parece evidente que durante el primer año su estrategia funcionó, pero hay que evaluar el éxito en la contención del virus y el impacto en la economía y la salud mental. Uno de los principales fallos de la pandemia es que a veces no hemos sabido evolucionar. Una vez que estos países ‘covid cero’ contaban con vacunas (y la población se vacunó poco) cambia el escenario. Europa, y España en particular, lo ha hecho mejor en el segundo año”, opina la doctora.
Junto a David Heymann, la ha publicado un editorial en la revista de Eurosurveillance de enfermedades infecciosas donde destaca que, tras seis millones de muertes reportadas hay tres lecciones básicas que deberíamos haber aprendido: La importancia de detectar y responder; garantizar sistemas de salud resilientes; y fomentar estilos de vida saludables. La profesora cree –para bien– que el SARS-CoV-2 mos dejará una marca a europeos y americanos como la que dejó a asiáticos la anterior epidemia de coronavirus.
Pero aunque entre la mayoría de personas expertas hay optimismo respecto a una vuelta a la normalidad, López-Guerrero lamenta que el mundo de mañana no vaya a apostar por la salud y “sanidad pública de calidad, sobre todo la Primaria. Nos olvidaremos de las mascarillas, incluso en lugares sensibles, como centros sanitarios y no invertiremos en ventilación…”. Por así decirlo, no seremos ‘tan asiáticos’. “Nos olvidaremos”. Quizás porque estamos deseando olvidar esta pesadilla pandémica mientras suenan los tambores de guerra.