Estados Unidos ha dado una nueva vuelta de tuerca a la teoría según la cual el coronavirus salió de un laboratorio. Una actualización de un informe que el Departamento de Energía elaboró en 2021 viene a concluir justamente eso: el virus que provocó la pandemia de COVID-19 “probablemente surgió de una fuga de laboratorio”, pero no como parte de un programa de armas chino.
El informe está clasificado y su revisión corresponde a la oficina del director de Inteligencia Nacional, Avril Haines. Pero a este documento ha tenido acceso The Wall Street Journal. ¿Qué lleva a esta revisión? Teóricamente, un hallazgo –que no ha trascendido– al que dan una credibilidad o ”confianza moderada”.
El Departamento de Energía de EE.UU. supervisa una red de 17 laboratorios. Pero este informe es sólo uno de varios. En la mayoría, la idea de que el coronavirus salió de un laboratorio, sin llegar a descartarse, se da como improbable o muy improbable. En la misma línea que las conclusiones de la misión de la OMS en busca del origen del coronavirus, que no descartó que circulase antes de ser detectado en el mercado de Wuhán, pero no es su primera hipótesis.
Un informe de “baja confianza”
Según el informe actualizado de Energía, la nueva evidencia de que el coronavirus salió de un laboratorio sería significativa a pesar de que, como dice el texto, la agencia emitió su juicio con “baja confianza”.
Algunos funcionarios, consultados por el Wall Street Journal y el New York Times, aseguran que la conclusión era relativamente débil, que su nivel de certeza no era alto. Pero tampoco lo era la de los anteriores informes, que más bien daban por improbable la teoría del escape del laboratorio
Según estos periódicos, el Departamento de Energía compartió la información con otras agencias, pero ninguna de ellas cambió sus conclusiones. Hasta el momento, en ese pulso pro o contra la teoría de la fuga accidental, ganan las tesis más cautas.
En concreto, los hallazgos actualizados del Departamento de Energía van en contra de los informes de otras cuatro agencias de inteligencia de EE.UU. que concluyeron que la epidemia comenzó como resultado de la transmisión natural de un animal infectado. Dos agencias permanecen indecisas.
¿Quién más sostiene que el coronavirus salió de un laboratorio? Además del Departamento de Energía, el FBI. En su caso, con “confianza moderada”. Y ponen el foco en el Instituto de Virología de Wuhán, un laboratorio que trabajaba con coronavirus. El director de la agencia estadounidense, Christopher Wray, ha reiterado este martes la versión del escape del laboratorio .
Sin embargo, estas visiones técnicamente no representan el consenso de mínimos alcanzado en 2021 entre las diferentes agencias que manejan información clasificada. En lo único que había acuerdo era que: el SARS-CoV-2 no se creó artificialmente; no es un arma biológica; y China no sabía de su existencia hasta que los contagios se generalizaron entre humanos.
”Por lo que yo sé, no se ha publicado ninguna prueba nueva que apoye la declaración del FBI”, valora Jonathan Stoye, director del Laboratorio de Interacciones Retrovirus-Huésped del Instituto Francis Crick. “Señalar con el dedo sin aportar pruebas ha sido muy poco útil, complicando enormemente los esfuerzos internacionales para describir los sucesos que condujeron a las primeras infecciones humanas“, asegura en el SMC de España.
En el mismo sitio, el coronavirólogo Stephen Goldstein (Universidad de Utah) es mucho más contundente y apunta al momento político que vivimos: “Estamos experimentando ahora una feroz campaña de información gubernamental con escalofriantes paralelismos con el engaño deliberado de invasión de Irak”. Pero hay una comunidad de críticos con la versión oficial –aparte de adeptos a la conspiración– que ven sospechoso que un virólogo del Intituto de Wuhán pidiese elevar la categoría de bioseguridad de su laboratorio antes de la emergencia del SARS-CoV-2.
Así, las hipótesis contradictorias sobre los orígenes de la COVID-19 se han centrado en: un animal no identificado que transmite el virus a los humanos; o en su fuga accidental de un laboratorio. Pero, en el fondo, no son incompatibles. La clave es cuándo y cómo se produjo ese salto o zoonosis. Es decir, si la adaptación del virus primigenio (seguramente, de murciélago) y el contagio se dio desde un animal intermediario o desde las placas de un laboratorio.
¿Salió el coronavirus de un laboratorio, de una mina abandonada o de un animal en un mercado?
La COVID-19 (bautizada así en febrero de 2020) no existía como tal antes de diciembre de 2019. Pero ya en noviembre se registraron algunas neumonías extrañas compatibles con cuadros por coronavirus. Incluidos varios trabajadores del Instituto de Virología de Wuhán. Oficialmente, han muerto unos 7 millones de personas por esta enfermedad, según la OMS.
Las teorías sobre el origen del coronavirus trascendieron lo científico para convertirse en arma política de la guerra soterrada entre EE.UU. y China. El expresidente estadounidense Donald Trump politizó el tema llamándolo el “virus chino” al SARS-CoV-2. Joe Biden ha tratado de ‘desnacionalizar’ o ‘desrracializar’ a la covid. Pero la polarización política permanece bajo la superficie de los esfuerzos por establecer sus orígenes. La administración demócrata, de hecho, avivó las teorías del escape del laboratorio, aunque nunca acusó a China de haberlo hecho a propósito.
Ante esta nueva evidencia no ha habido pronunciamientos oficiales. Tan solo Jake Sullivan, el asesor de seguridad nacional, explicó a la CNN el domingo que “hay varios puntos de vista entre los expertos en Inteligencia. Unos han llegado a conclusiones por un lado, otros por otro. Varios han dicho que simplemente no tienen suficiente información para estar seguros”, afirmó al programa State of the Union.
Entretanto, se manejan piezas y evidencias sueltas difíciles de hilar. Se sabe que en la primavera de 2012, un grupo de técnicos acudió a hacer labores de limpieza a una mina abandonada de Yunnan (China) llena de murciélagos. Tres de ellos murieron después con neumonías graves. Al parecer, víctimas de algún tipo de coronavirus.
Informes de inteligencia de EE.UU. revelados por The Wall Street Journal avivaron la idea de que el coronavirus salió de unas muestras guardadas en el laboratorio wuhanés. Según los mismos, en 2019 tres de sus empleados sufrieron neumonía.
Vincular los eventos y los escenarios de 2012, los de 2019 y los de 2020 es algo tentador pero atrevido. Empezando porque no está claro que lo que había en la cueva fuera un betacoronavirus (el grupo en que se enmarca el SARS-CoV-2). Pero ¿y si había algo más en la mina?
Dos investigadores plantearon en una carta a la revista Frontiers in Public Heath los posibles vínculos entre los operarios enfermos de 2012 y el origen del coronavirus actual. Y otros investigadores han intentado por su cuenta acceder a la cueva a lo largo de 2020. Igual que un equipo de Associated Press. En los dos casos, con escaso éxito; el mismo que para acceder a los registros de muestras del laboratorio.
El mercado, como epicentro de la pandemia y lugar que más evidencias acumula
Si hubo poco éxito para acceder a aquellas supuestas muestras de un coronavirus antiguo, tampoco ha sido fácil tener muestras de calidad del propio mercado de Huanan. Tras su cierre, ha estado parapetado tras unas planchas decoradas con plantas tropicales. Ese mercado y su barrio fue objeto de un extenso estudio retrospectivo que llegó a la conclusión de que el epicentro de los contagios y, seguramente, el inicio de la pandemia, tuvo que estar dentro de esas cuatro paredes.
Otro estudio vino a apoyar la tesis zoonótica en Wuhán al detectar dos linajes distintos del coronavirus entre noviembre y diciembre de 2019. La idea es que el salto en humanos se produjo en, al menos, dos ocasiones y que sólo una versión del virus prosperó, ya hacia principios de 2020.
China también ha esgrimido sus estudios centrados en el mercado de Huanan. En un trabajo (sin revisión por pares) firmado por el entonces líder de los Centros de Control de Enfermedades (CDC) de ese país, se evidenciaba que había restos de SARS-CoV-2 por ‘todas partes’ entre los puestos, dispersos en superficies, hacia comienzos de 2020. Sin embargo, no entre animales. China ha esgrimido en varias ocasiones la improbable hipótesis de que el coronavirus se generó fuera de sus fronteras y se importó en partidas de pescado congelado.
Tres años de fakes, ‘invents’ y dudas razonables
No hay evidencia sobre ninguna de las teorías conspirativas de escape de laboratorio. Y en ausencia de información (y colaboración) de las autoridades de China para indagar en ciertos lugares, la comunidad científica se inclina por lo más probable: una zoonosis resultado de los estilos de vida actuales, los procesos de urbanización masivos y depredación de ecosistemas.
Esto no es algo que ocurre de un día para otro. Sumado al comercio con animales sin control sanitario. Incluso asumiendo la tesis de que ya hubiera un virus muy parecido al SARS-CoV-2 en un laboratorio de experimentación, la hipótesis más probable es que este patógeno ya hubiera surgido o evolucionado en la naturaleza. No que el coronavirus salió de un laboratorio intencionadamente.
Definitivamente, esto no empezó con una simple sopa de murciélago. A la pandemia de bulos y fakes se suma la línea paralela de la sobreinformación. Evidencia más o menos solvente que ha ido mutando con el paso de los meses. El origen del SARS-CoV-2 en aún incierto. Pero las alternativas directamente fabuladas son muchas más. En 2020 ya se habían separado y entremezclado las líneas paralelas de la evidencia y del invento:
Deberías de exponer de manera más fácil, para personas de bajos estudios. O explicarlo un poco mejor para personas que no han leído nada sobre el tema.
Deberías de exponer de manera más fácil, para personas de bajos estudios. O explicarlo un poco mejor para personas que no han leído nada sobre el tema.
Sí que está claro que había betacoronavirus en la mina abandonada de Mojiang. Bat Woman (Zhengli Li Shi) publicó 9 muestras de betacoronavirus similares a SARS obtenidas allí, incluido el famoso RatG13 recogido en 2013.
Como sabréis, el pangolín también fue hace mucho tiempo descartado como huésped intermedio.
Sí que está claro que había betacoronavirus en la mina abandonada de Mojiang. Bat Woman (Zhengli Li Shi) publicó 9 muestras de betacoronavirus similares a SARS obtenidas allí, incluido el famoso RatG13 recogido en 2013.
Como sabréis, el pangolín también fue hace mucho tiempo descartado como huésped intermedio.
Sí que está claro que había betacoronavirus en la mina abandonada de Mojiang. Bat Woman (Zhengli Li Shi) publicó 9 muestras de betacoronavirus similares a SARS obtenidas allí, incluido el famoso RatG13 recogido en 2013.
Como sabréis, el pangolín también fue hace mucho tiempo descartado como huésped intermedio.
La agencia de Energía de EEUU ha cambiado su opinión respecto al origen de la COVID-19 no por el accidente de la mina Mojiang de 2012 sino por nueva evidencia, como cita Wall Street Journals.
Right to Know de EEUU está bien informada de las investigaciones porque las llevan a cabo a través de demandas amparadas en la FOIA, ley de acceso y libertad de información de EEUU, y lo más probable es que la nueva evidencia que refiere el departamento de energía se refiera a cosas que recién conocemos por correos intervenidos como que el organismo público EcoHealth Allianze que dirigía Peter Daszak iniciaba los estudios de proyectos de ganancia de función en Wuhan antes incluso de que fueran aprobados o financiados, es decir, en cuanto tenían la corazonada de que acabarían aprobándose en el futuro, y uno de esos proyectos es el proyecto DARPA DEFUSE de 2018, que aunque no se llegó a aprobar en aquel momento, sí se puso sobre la mesa y consistía en insertar un sitio de escisión de furina en la proteína espiga entre S1 y S2 a coronavirus similares a SARS-CoV para estudiar su impacto.
Recientemente, por los correos intervenidos sabemos que los estudios de ganancia de función en coronavirus se estaban realizando en nivel BSL2 de bioseguridad, que equivalen a los de la consulta de un dentista en EEUU y sabemos que Fauci, el director de emergencias sanitarias de EEUU, lo primero que sospechó fue de la ganancia de función, por lo que discretamente mantuvo correspondencia con Ralph Baric y a través de este, con Bat Woman, entre otras cosas...
Sí que está claro que había betacoronavirus en la mina abandonada de Mojiang. Bat Woman (Zhengli Li Shi) publicó 9 muestras de betacoronavirus similares a SARS obtenidas allí, incluido el famoso RatG13 recogido en 2013.
Como sabréis, el pangolín también fue hace mucho tiempo descartado como huésped intermedio.
La agencia de Energía de EEUU ha cambiado su opinión respecto al origen de la COVID-19 no por el accidente de la mina Mojiang de 2012 sino por nueva evidencia, como cita Wall Street Journals.
Right to Know de EEUU está bien informada de las investigaciones porque las llevan a cabo a través de demandas amparadas en la FOIA, ley de acceso y libertad de información de EEUU, y lo más probable es que la nueva evidencia que refiere el departamento de energía se refiera a cosas que recién conocemos por correos intervenidos como que el organismo público EcoHealth Allianze que dirigía Peter Daszak iniciaba los estudios de proyectos de ganancia de función en Wuhan antes incluso de que fueran aprobados o financiados, es decir, en cuanto tenían la corazonada de que acabarían aprobándose en el futuro, y uno de esos proyectos es el proyecto DARPA DEFUSE de 2018, que aunque no se llegó a aprobar en aquel momento, sí se puso sobre la mesa y consistía en insertar un sitio de escisión de furina en la proteína espiga entre S1 y S2 a coronavirus similares a SARS-CoV para estudiar su impacto.
Recientemente, por los correos intervenidos sabemos que los estudios de ganancia de función en coronavirus se estaban realizando en nivel BSL2 de bioseguridad, que equivalen a los de la consulta de un dentista en EEUU y sabemos que Fauci, el director de emergencias sanitarias de EEUU, lo primero que sospechó fue de la ganancia de función, por lo que discretamente mantuvo correspondencia con Ralph Baric y a través de este, con Bat Woman, entre otras cosas...
No esperéis nunca que las agencias dependientes de los 17 biolaboratorios estadounidenses mencionados defiendan la hipótesis de la fuga, porque aunque todos ellos han sufrido muchos incidentes y fugas lo último que quieren es que se les considere inseguros o les implanten más controles, trabas y dificultades a sus proyectos de investigación.