Cómo el ‘district heating’ puede aliviar a los países europeos del posible corte de suministro de gas ruso

‘District heating’ o calefacción urbana: un sistema extendido en Europa pero no en España
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(*) Actualización 23/08/2022

En Dinamarca, Estonia o Lituania, más de la mitad de los hogares se nutren de calefacción urbana. También conocida como district heating, la calefacción urbana es un sistema que reduce el consumo de combustible usado en calefacción mediante un entramado de tuberías urbanas de agua caliente. Su uso varía mucho entre los Estados miembros de la Unión Europea: mientras que la mayoría de los países del este de la UE tienen este servicio, es muy escaso en los países occidentales.

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En España, donde el uso de la calefacción individual se ha extendido en gran medida, el porcentaje de este sistema de calefacción distrital es del 0%, de acuerdo con los datos de WeDistrict, un proyecto que ha recopilado datos de 14 países europeos.

En Europa, entre el 75% y el 80% de la capacidad de calefacción instalada proviene de calderas individuales, principalmente de gas natural. Pero varios países han desarrollado sistemas de calefacción urbana durante décadas, debido a la necesidad de un mecanismo eficaz para abastecer los centros urbanos. Estos sistemas podrían ser parte de la solución a la reducción de gas del 15% que ha aprobado Bruselas a los Estados miembros. Un porcentaje elevado sobre todo para Bélgica o Países Bajos, que consumen más del doble de gas natural por habitante que España. Según un proyecto de investigación financiado por la Unión Europea, Europa “podría ahorrar todo el gas natural que se usa actualmente para calentar edificios mediante redes urbanas”.

En Dinamarca, el 65% de los ciudadanos se benefician de este tipo de calefacción, mientras que en Suiza y los Países Bajos este porcentaje es de menos del 5%, según la organización, que muestra los datos más recientes de los que se dispone para cada uno de los países. “El estado actual de este sistema en países con una cuota inferior al 10% muestra cómo los edificios son más comúnmente calentados por calderas individuales, y que los combustibles fósiles como el gas natural y el petróleo son los más usados”, destacan.

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La calefacción urbana tiene varias ventajas. Luis Sánchez, ingeniero que actualmente está investigando el tema del district heating en la Universidad de Halmstad (Suecia), destaca que, si se sustituye el gas natural como fuente de energía y se reemplaza por el de una central de cogeneración (calor y electricidad), se puede reducir hasta el 60% del consumo de combustible. Si se sustituye una fuente de gas natural por una que aproveche el calor residual industrial o de una planta solar térmica, el ahorro podría llegar al 100%.

Además, estos sistemas “son resilientes y no dependientes de fuentes políticamente inestables”, aseguran desde Heat Roadmap, unas características relevantes dentro del contexto del posible corte de suministro de gas ruso. Según Sánchez, estos sistemas también son más baratos, pues se aprovecha una energía que, de otra manera, simplemente se pierde, aunque la inversión inicial para desarrollar toda la infraestructura es elevada.

Calefacción urbana, un sistema de 150 años de antigüedad

En una red de calefacción urbana se utiliza el agua caliente también como portadora de energía y llega a las viviendas en forma de calefacción de suelos y habitaciones, o calienta el agua para consumo humano. Además, la infraestructura del sistema, que es independiente de la fuente primaria de energía, permite absorber el calor de muchas otras vías, como calor residual industrial o incineración de desechos. En vez de perder la energía, usa el calor para proporcionar calefacción a los usuarios.

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Los sistemas de calefacción urbana tienen su origen a finales de la década de 1870. Emergieron en áreas densamente ocupadas, donde la demanda de calor es alta y constante, de acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés). Muchos edificios y complejos industriales dependen de la calefacción urbana, desde grandes urbes como Beijing, Seúl, Milán y Estocolmo hasta redes más pequeñas, como campus universitarios y médicos.

A nivel mundial, la calefacción urbana proporciona una parte pequeña del calor utilizado en los edificios. Solo el 8,5% del consumo de calor en todo el mundo se distribuye por calefacción urbana, una cifra que se ha mantenido constante desde el 2000, pese al aumento de las edificaciones. Sin embargo, en algunos países europeos, como Dinamarca y Suecia, el porcentaje está por encima del 45%. En Rusia, la cifra también es de aproximadamente el 45%, y del 15% en el caso de China, según la IEA.

Falta de calefacción urbana en España: una cuestión de infraestructura

En España existen un total de 348 sistemas de calefacción urbana, que abastecen a unas 117.550 personas, de acuerdo con los datos de 2019 de Euroheat, una red internacional que promueve estos sistemas. Un gran porcentaje de ellas usan gas natural y biomasa. Tal y como muestra WeDistrict, el porcentaje sobre el total de sistemas de calefacción no alcanza el 1%.

Según el índice grados-días de calefacción que ofrece Eurostat, que mide la necesidad de calefacción de un edificio teniendo en cuenta el clima, en 2021 una vivienda tuvo más necesidad de calefacción en Finlandia, Suecia y Estonia en comparación con el resto de la UE, ya que en esas regiones las temperaturas bajas fueron más frecuentes. Sin embargo, como destaca el experto en district heating, “los edificios del norte de Europa están mejor aislados que en España”, por lo que la diferencia de la necesidad de calefacción no es tan grande como la diferencia de temperaturas.

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Para Luis Sánchez, la falta de implementación de la calefacción urbana en España es una cuestión de “capacidad técnica”, más que del clima. “La diferencia en la demanda de calor para calefacción no es tan significativa dado que los edificios en España están mucho peor aislados”, explica. “Además, una parte importante de la demanda de calor proviene de la generación de Agua Caliente Sanitaria (ACS), en la que no habría una diferencia fundamental entre el norte y el sur de Europa”, añade.

Un ejemplo de calefacción urbana en España es el Distrito 22@barcelona, un proyecto de innovación del Ayuntamiento de la ciudad condal, donde se ha instalado uno de estos sistemas. “Es la red más grande de España”, asegura Luis, donde “utilizan el calor de la incineradora tanto para producir calor como para producir frío”. “Si la red de calefacción urbana fuese mayor, en Barcelona hay una cementera que podría ser una gran fuente de calor para la ciudad”, detalla el experto.

Un sistema con beneficios, pero también con riesgos de monopolio de la red

Los beneficios ambientales del uso del district heating, son varios. Además de la reducción en el consumo de combustible, la IEA reconoce que la calefacción urbana es una parte importante de la descarbonización del sector de la calefacción, ya que integra fuentes de energía limpias y flexibles en la combinación energética.

Sin embargo, alrededor del 90% de la producción mundial de calefacción urbana todavía depende de los combustibles fósiles como el gas natural, el carbón o el petróleo, de acuerdo con la IEA. Aun así, el porcentaje de uso de no renovables está descendiendo en todo el mundo. Helsinki actualmente está utilizando sus aguas residuales para hacer funcionar una bomba de calor para la red de calefacción urbana de la ciudad; Viena, por otro lado, utiliza una planta de conversión de energía en calor para convertir la electricidad de las turbinas eólicas en calefacción urbana para 10.000 hogares.  La mayor instalación del mundo está en Silkeborg, en Dinamarca, donde tienen paneles solares que producen agua caliente.

Pese a las ventajas, un inconveniente significativo son las altas inversiones de capital en la infraestructura de estos sistemas, señala WeDistrict en su informe, y que también crean una red de monopolio natural. “Es importante planificar el desarrollo de la red junto con la planificación de otras infraestructuras urbanas, para evitar inversiones y facilitar una gran tasa de conexión”.

(*) Este artículo se ha actualizado para incluir las declaraciones de Luis Sánchez

Fuentes