Cada 4 de marzo se celebra el Día Mundial de la Obesidad, una enfermedad que, según un estudio reciente, es ya la forma de malnutrición más extendida en la mayoría de países. El análisis, liderado por el Imperial College de Londres y publicado el pasado 29 de febrero en la revista científica The Lancet, ha revelado que ya afecta a más de mil millones de personas. Es decir, una de cada ocho personas en el mundo padece obesidad.
Según los autores, estos datos podrían deberse al aumento de la pobreza y el encarecimiento de los alimentos sanos frente a productos procesados. Por ello, demandan la necesidad de políticas que faciliten el acceso a estas comidas y estrategias de prevención de la obesidad más allá de las recomendaciones individuales, como hacer ejercicio, que se han probado como menos accesibles para las personas con rentas más bajas.
La obesidad es la forma más extendida de malnutrición en una gran mayoría de países, por encima del bajo peso
El trabajo buscaba estudiar las tendencias mundiales de malnutrición, es decir, tanto de obesidad como de bajo peso, y analizó los datos de más de 220 millones de adultos y niños a partir de cinco años de casi 200 países.
En concreto, examinaron el Índice de Masa Corporal (IMC), una fórmula que relaciona peso y altura y que, aunque no está exenta de polémica por su grado de precisión, es la manera más habitual de medir la obesidad y la desnutrición, según los especialistas. Así, los autores consideraron que los adultos padecían obesidad con un IMC mayor que 30 y con bajo peso si estaba por debajo de 18. Para calcular estos datos en niños y adolescentes, utilizaron las tablas de referencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Según las estimaciones del estudio con datos de 2022, un total de 879 millones de adultos y 159 millones de niños y adolescentes padecen obesidad. Estas tasas son cuatro veces mayores a las que había entre niños y adolescentes en 1990. En adultos, es más del doble de lo que era entonces en mujeres y casi el triple en los hombres.
Sobresalen los números de algunos países de ingresos bajos y medios, sobre todo en los de Polinesia y Micronesia, el Caribe y Oriente Medio y el Norte de África, que tienen ahora tasas de obesidad más altas que muchos países industrializados de renta alta, como los europeos. Estos datos, unidos a un descenso de afectados por bajo peso a nivel mundial, convierten a la obesidad en la forma más común de malnutrición.
“Es muy preocupante que la epidemia de obesidad que se manifestaba entre los adultos de gran parte del mundo en 1990 se refleje ahora en los niños y adolescentes en edad escolar”, afirma Majid Ezzati, autor principal del estudio, en declaraciones al Imperial College de Londres.
El coste de los alimentos saludables, clave en el ascenso de la obesidad
Aun así, Ezzati recuerda que “cientos de millones de personas siguen padeciendo desnutrición, sobre todo en algunas de las regiones más pobres del mundo”. El estudio refleja que 183 millones de mujeres y 164 millones de hombres padecían bajo peso en 2022, 45 millones y 48 millones menos, respectivamente, que en 1990.
Los investigadores creen que un factor importante en este escenario de malnutrición, tanto del bajo peso como de la obesidad, es el aumento de la pobreza y el coste de los alimentos, agravado por distintas crisis, como la pandemia, la guerra en Ucrania, el impacto del cambio climático y cambios en la producción y suministro.
Así, subrayan que esto repercute en una insuficiencia de alimentos en algunos países y hogares, y el cambio a comidas menos saludables en otros. Esto ya se había observado en España. Según un informe de Save the Children de 2022, el exceso de peso en la infancia lo sufren un 32,5% de menores de entre cuatro y 16 años de hogares de renta baja, frente a un 19% de menores de familias de renta alta. Entre las causas se destacaron, además del coste de una dieta nutritiva, la dificultad de conciliar horarios poco flexibles con cocinar o hacer ejercicio.
En busca de políticas alejadas de “recomendar hacer ejercicio”
Por ello, los autores del estudio publicado en The Lancet demandan “políticas integrales que aborden estos retos” frente a las que se suelen implementar, que tienen como objetivo cambiar comportamientos individuales, como recomendar hacer ejercicio, o cambios aislados en la dieta.
“Estas medidas han tenido escasa repercusión en la prevalencia de la obesidad, en parte porque los alimentos saludables y la práctica de deportes y otros estilos de vida activos no son accesibles o asequibles para las personas con bajos ingresos”, subrayan los autores en el artículo.
Así, el grupo de investigación aboga por aplicar políticas económicas y agrícolas que aborden la pobreza y mejoren la seguridad alimentaria, además de asistencia en forma de ayudas para alimentos saludables, comedias escolares gratuitas o intervenciones nutricionales basadas en la atención primaria.
- Estudio liderado por el Imperial College de Londres publicado en ‘The Lancet’ el 29 de febrero de 2024
- Página web del Imperial College de Londres
- Tablas de referencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
- Artículos anteriores de Newtral.es
No, no es el coste de los alimentos saludables. Éstos tienen su costo, por supuesto, pero el problema es la desestructuración familiar, el feaminismo y la pérdida de la cocina familiar, que es la que hace que haya gente obesa que no sepa lo que es unas lentejas hechas en casa, sabrosas, baratas y saludables. Además, muchos de los que se quejan del precio de los alimentos saludables se lo gastan en vicio o en cochazos. Cuando hay tres generaciones bajo un mismo techo, es económico que una persona pase dos horas al día cocinando para los demás. Hoy no se da esto porque la comida chatarra es una de las formas de opresión del sistema oligárquico actual y el falso logro de un sistema que abarata substituyendo productos por otros inferiores de una apariencia similar. La desnutrición en micronutrientes de la población en general es alarmante. También los disruptores endodrinos y la falta de sueño juega su papel. La mierdicina oficialísima y la farmafia judeosatánica se ceban hoy con una masa boba que no se ha coscado aún del grado de corrupción total y que piensan que eso de la dieta es sólo para poder ponerse un bikini.
La verdad es que hubieran podido encontrar mucho mejores fuentes y fuentes más adecuadas para escribir esto que han escrito hoy.