España actualizó su Estrategia de Seguridad Nacional hace dos años e incluyó la desinformación como un “potencial” peligro para la defensa nacional en un contexto de guerra híbrida, aquella que conjuga la amenaza militar tradicional con otras como las operaciones en el ámbito económico, la presión migratoria, el terrorismo o los ciberataques.
El general de división Miguel Ballenilla, director de la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas, participó el pasado miércoles 22 de marzo en las Jornadas de Lucha contra la Desinformación: la Seguridad Nacional en el Marco de la UE, organizadas por el Centro de Documentación Europea (CDE) de Almería en las que también intervino Newtral.es, y donde este militar alertó de que “la desinformación en el ámbito de la guerra híbrida es el gran reto al que nos enfrentamos, si no el más grave”.
En este marco, el oficial explicó cómo la guerra ha evolucionado desde su concepción clásica, en la que el enfrentamiento pivotaba sobre el campo de batalla y donde la victoria dependía de la capacidad militar o la fuerza armada, hacia un conflicto con amenazas híbridas que “busca el shock de la sociedad” y donde “los ejércitos quedan al margen” para atentar contra la población.
Para Ballenilla, la guerra híbrida no es más que una visión actualizada del concepto de guerra silenciosa acuñado por el filósofo Kautilya (siglo III a.C.), quien, como dijo el general, sostenía que “cuando te enfrentas a un enemigo más fuerte que tú, no hay que atacarlo directamente, sino que hay que desacreditar al gobernante, sembrar la alarma en el pueblo, utilizar espías, asesinos, agitadores, propagadores de rumores y promover la corrupción”.
Es en este campo donde atenta la desinformación, que profundiza en la polarización de la sociedad, mina la cohesión social, siembra desconfianza entre los ciudadanos hacia sus representantes políticos o relativiza la verdad con una avalancha de información falsa.
“En este ambiente de guerra híbrida que trasciende la batalla militar, ¿qué papel juegan las Fuerzas Armadas? Más bien muy poco o casi nada porque, para empezar, ante la dificultad de atribución de los ataques y el plano en el que se libran, la respuesta militar clásica ─la fuerza armada─ no funciona”, aseguró el general.
Alfabetización mediática, veracidad y transparencia contra la desinformación y la guerra híbrida
En este sentido, defendió que la mejor preparación ante la desinformación es la “veracidad y la transparencia”, unidas a esfuerzos dirigidos a la “alfabetización mediática” de la población, el “fomento del periodismo de calidad y la protección de la libertad de prensa”. En este sentido, remarcó el papel de las agencias de verificación para aportar herramientas que permitan a las sociedades protegerse de los bulos y las campañas de desinformación.
“El riesgo en las elecciones no es la manipulación de los sistemas de recuento, eso hoy en día se puede controlar (…) pero ¿quién puede evitar que la mañana electoral o la víspera de las elecciones un bulo sobre algún candidato pueda cambiar el sentido del voto y, por tanto, seamos incapaces como sociedad de reaccionar ante esa desinformación?”, se preguntó el director de la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas.
Precisamente las virtudes de los sistemas democráticos pueden convertirse en las guerras híbridas en un punto donde los atacantes ven una debilidad para influir con desinformación. “La guerra es un enfrentamiento entre modelos de sociedad. Lo ha sido a lo largo de la historia y lo estamos viendo ahora con los sistemas autocráticos”, indicó Ballenilla.
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En esta línea, explicó que “en las democracias son las poblaciones las que controlan al gobierno y, para sostenerse, existen las elecciones. Si yo como atacante incido directamente sobre la población con propaganda y desinformación, estoy debilitando el cuerpo social y, al debilitar el cuerpo social, debilito la fortaleza del gobierno. Defender nuestro sistema de valores es fundamental, pero a la vez puede ser nuestra vulnerabilidad”.
De ahí, sostuvo el general, el esfuerzo de la desinformación en el marco de la guerra híbrida por debilitar la confianza de la población en sus instituciones o representantes políticos. “La moral es lo que precisamente va a atacar el adversario. La identificación de la sociedad con sus líderes, sus instituciones, su sistema legal y sus valores. Si una sociedad no se hace fuerte en torno a estos elementos, es vulnerable”, zanjó.