Detrás de la red

OPINIÓN | Dependencia de las redes

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Hay muchas personas que hablan y avisan, con razón, de los peligros de la adicción y dependencia de las redes sociales. Y hacen bien porque el peligro es real, sobre todo para las comunidades y grupos más vulnerables a establecer límites en el consumo de las mismas.

Hay que recordar, como he dicho muchas veces, que el objetivo de las redes es que pasemos el máximo posible tiempo de ellas, puesto que sus beneficios y monetización de sus negocios está íntimamente relacionado con la cantidad de tiempo que consumimos en ellas, y les permite tomar nuestros datos, ofrecernos publicidad, etc. 

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Pero antes de convertirnos en adictos hay un escalón por debajo que es igual de peligroso y, sin embargo, mucho menos evidente y sutil. La dependencia a una de esas redes sociales. Su red preferida. 

Dependencia y redes sociales: qué dejamos de hacer

La dependencia de esa red se manifiesta de una manera mucho más velada. Veamos: sinceramente, respondan a esta pregunta ¿Cuántas cosas dejamos de hacer por estar en las redes? Insisto en que es una diferencia muy sutil, pero la dependencia a una red consiste básicamente en detener o reducir cualquier otra actividad fuera de ella. Fuera de ella nada importa. Es “nuestra red” y a ella acudimos para informarnos, opinar, acosar al contrario o apoyar al propio. Pero nada nos importa fuera.

Les pongo el ejemplo de Twitter. ¿Han pensado alguna vez la cantidad de influencias en Twitter que prácticamente no tienen relevancia en otra red? En realidad no solo en otra red, sino en el terreno profesional. Incluso en la vida real. Bien, pues eso es debido no a la adicción, sino a  la dependencia que los usuarios tienen de Twitter. 

Una vez que pasamos a ser dependientes y adquirimos la percepción de que esa red en particular nos provee de todo lo que necesitamos estamos perfectamente enjaulados y perdidos. Nos aislamos del mundo, e incluso del resto de Internet. No usamos, por ejemplo, los buscadores. Creemos que el mismo buscador de nuestra red social elegida ya nos da lo necesario. 

La ausencia de diversidad

Lo anterior es intrínsecamente malo. Antes, al principio de la Web 2.0, cuando reinaban los blogs, cualquier bloguero veía como sus visitas venían de distintas búsquedas, lo que implica cierto trabajo e inquietud por parte de sus lectores. Incluso si un lector llegaba a un blog podía ver si al lector le había interesado lo leído a continuación. Y así, él mismo, probablemente, se hubiera detenido un rato en leer algunas entradas más.

En las redes sociales no ocurre eso. Parte de la dependencia de las redes está en que ese proceso de búsqueda desaparece. Muchas personas buscan sus referentes (les llamamos influencers) para que sean ellos los que directamente nos dirijan a lo que hay que leer. Fuera de eso no hay nada. 

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Cualquier red social se compone de un puñado de influyentes, y una enorme cantidad de dependientes. Muchos de esos influyentes son en realidad facilitadores. Son personas que siguen haciendo ese trabajo de búsqueda y selección, como siempre se hizo.

Sin embargo, en una sociedad donde cada vez más no queremos informarnos, sino aumentar nuestros sesgos, delegamos tareas tan importantes como esas en una reducida cantidad de personas. Mientras, los dependientes nos hemos vuelto tan cómodos que no salimos a buscar la información. Simplemente la consumimos. 

Dependencia de las redes sociales: no dar no es una virtud

Uno de los problemas añadidos a esta forma de comportarnos es que ocurre cuando los influencers no encuentran, o no quieren, dar alguna información a sus seguidores. Pues ocurre que los mensajes vagos e imprecisos reinan en sus contribuciones. Son del tipo “me imagino que será por”, o “Probablemente sea por”, o “Quizás sea por”.

Simplemente, no la han buscado. Y nuestra dependencia de las redes sociales hará el resto. No iremos a buscarla. Pensaremos “si fulanito no dice nada es que no existe o no importa”. Pero es muy probable que la información sí exista, pero debido a nuestra dependencia no iremos a buscarla.

Dentro de esta jerarquía ficticia que nos hemos creado también es común que las personas influyentes lleguen un momento que abandonen ese trabajo, y visto que por parte de los dependientes existe el deseo de impresionar o ser notados por su referente, y acudan a sus seguidores para que lo hagan, pidiendo colaboración por parte de los mismos.

¿Cómo? Por ejemplo, preguntando el significado de tal cosa, o donde puede encontrar tal dato. La respuesta en un buscador suele ser inmediata. Pero simplemente ya no se hace. Lo que hay fuera, no existe. El caso es que el ciclo de la información que requiere un proceso queda interrumpido o alterado. 

¿Dónde es más grave?

En Twitter todo esto es particularmente grave. Una red que está orientada a los mensajes cortos, y a ofrecer su contenido de una manera tan conveniente para ser fagocitado en segundos, hace que sus usuarios no se molesten en consumir algo que requiera más esfuerzo.

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Una vez subimos ese escalón entramos en la adicción. Ya no se trata de una búsqueda de atención, se trata de la adicción a llamar la atención. Y como eso requiere cada vez más trabajo, toda la cadena se va degradando. 

Pero de la adicción ya les hablo otro día. Si quieren, claro. Solo recuerden que los influencers, aunque no todos, son personas no suelen trabajar para el bien de una comunidad, sino para el propio. Y eso es un problema. Un gran problema.