“No habrá internet en 2035”. Se acabó. Así de provocativo se mostraba el exministro francés Yves Cochet hace cuatro años (la pandemia también parecía entonces improbable) en un vídeo del medio galo Brut. Cochet viralizó un tipo de colapso planetario quizás inesperado. Agotar los recursos del mundo también se nota en el macrouniverso online.
¿Y si lo de Twitter fuera sólo el comienzo? ¿Y si la limitación en el número de tuits que la mayoría de usuarios podrán ver es un síntoma de que estamos ‘agotando’ internet? La realidad es siempre mucho más compleja, valga para el proceso de esquilmado de recursos naturales del planeta, como para los que sostienen la red y su capacidad de almacenamiento. Pero la excusa puesta por el dueño de Twitter para limitar su uso (que la IA se alimenta de leer millones de timelines cada minuto) nos recuerda que internet es algo físico. Y que, como tal, choca con los múltiples límites de un planeta finito de población y consumo creciente. ¿Está un megarrico como Elon Musk hablando –sin querer– de decrecimiento?
El decrecimiento es un concepto teórico que ha saltado del campo económico y social a la política a cuenta de la emergencia climática. Critica el paradigma por el que se busca un crecimiento de la producción y el consumo (PIB) sin límite en una economía de recursos limitados. La guerra de Ucrania ha vuelto a poner sobre la mesa lo que hasta hace poco era prácticamente un anatema en los mercados. Un decrecimiento del consumo energético, sobre todo por parte de la industria dependiente del gas.
Definitivamente, que Twitter se acabe Tampoco es el fin del mundo. Y que se acaben los recursos con que la humanidad subsiste, tampoco supondrá el fin de la Tierra, aunque sí de un buen puñado de especies que la poblamos, como la humana. Curiosamente, nuestra visión del apocalipsis parece remitirnos constantemente a los cielos. A un advenimiento asteroide, un descenso extraterrestre o –en términos más religiosos– la llegada de un mesías que salve a los elegidos, mientras las llamas y la destrucción devoran al planeta.
Sin embargo, las llamas y la destrucción ya están aquí. En forma de extremos ligados a la emergencia climática. Y la fatalidad no llega de arriba sino de debajo. De la tierra que pisamos, las más de las veces. Desde los fósiles hechos combustible, al silicio de la Tierra, que alimenta los chips con que se construye nuestro mundo digital. Y, desde luego, este Twitter que parece estar viviendo su particular vía crucis permanente por razones más empresariales que colapsistas, aunque hayan terminado en un decrecimiento de los timelines.

Antonio Turiel (ICM-CSIC): “El decrecimiento económico necesario no implica una merma en el bienestar”
Charlamos con Antonio Turiel sobre los límites del planeta. No tanto de un colapso inevitable e inminente como de la necesidad –a su juicio– de decrecer. Producir y consumir menos pero sin perder un ápice de bienestar. Más bien, abandonando el derroche. Y bajo una idea provocadora: no sería necesario abandonar siquiera el capitalismo. Aunque el actual capitalismo “de los combustibles fósiles” nos lleva, a su modo de ver, “al racionamiento”. Y el mercado raciona por la vía de los precios. “Lo estamos viendo”.
En este primer capítulo de Tampoco es el fin del mundo tratamos las amenazas de colapso de la otrora llamada ‘red de redes’ como uno de los eslabones del sistema de producción y consumo que, según el IPCC-ONU y los paneles internacionales de Salud Pública, no se puede seguir sosteniendo en los combustibles fósiles y el crecimiento indefinido.
En el pódcast, además de a Turiel (a quien puedes leer en la entrevista aquí: “El decrecimiento también sería viable en una economía de mercado, con bienestar”), podrás escuchar el análisis más optimista sobre las oportunidades de las renovables y el mundo de los chips del físico Antonio Mártil (UCM); la responsable de Tecnología en Newtral.es Marilín Gozalo, que sigue los movimientos de Elon Musk en Twitter; los investigadores en almacenamiento de datos en ADN Karin Strauss y Luis Cece (Microsoft/Universidad de Washington); y hasta el astronauta de la NASA Scott Kelly, quien un día… vio ‘un ovni’ muy muy poco apocalíptico.
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