«Increíble que este sea su tuit más reciente, intacto en ámbar tal y como un mosquito de hace dos años». La cita es del periodista Mike Isaac sobre la última publicación de Donald Trump en Twitter. Con fecha del 8 de enero de 2021, leía: «Para todos aquellos que habéis preguntado, no iré a la inauguración del 20 de enero». Desde aquel día, la suspensión permanente significaba que el expresidente estadounidense perdía para siempre su capacidad de interactuar en Twitter, pero Elon Musk le ha devuelto ese derecho. Y lo que una vez estaba imperecedero en ámbar puede cobrar vida de nuevo.
Y digo puede porque Donald Trump se ha negado a tuitear desde el fin de su suspensión este pasado sábado. Una de las razones puede que tenga que ver con el compromiso que tiene con Truth Social, la plataforma que fundó hace más de un año y por el que sus publicaciones en redes sociales deben ser exclusivas en ella durante al menos seis horas.
Pero tuitee o no, el retorno de Donald Trump a Twitter ha creado una profunda controversia. La derecha ha jaleado a Elon Musk, mientras que el bando demócrata y varios grupos de derechos civiles han denunciado la decisión. El enfrentamiento de posturas ha generado un debate que recuerda al que se vivió en enero de 2021, cuando la cuenta de Trump fue suspendida de forma permanente. Pero con dos diferencias que protagonizan las discusiones más destacadas:
- Ya han pasado casi dos años desde la suspensión.
- Trump vuelve a ser candidato a la presidencia.
¿Pero por qué Elon Musk ha levantado la suspensión a Donald Trump en Twitter justo ahora? ¿Por qué lo suspendieron en primer lugar? Y sobre todo, ¿qué argumentos se están esgrimiendo en Estados Unidos para defender o criticar la decisión del nuevo jefe de Twitter?
Donald Trump en Twitter, una historia de desamor
La suspensión de Donald Trump en Twitter se remonta a las elecciones presidenciales de 2020. Ya en la campaña electoral, el expresidente propagó mentiras que le permitieron sentar las bases de sus narrativas contra un supuesto fraude electoral que jamás ha sido capaz de demostrar.
- Primero, atacando al voto por correo, una modalidad de participación electoral que se hizo más accesible en 2020 con motivo de la pandemia.
- Segundo, asentando las sospechas entre sus seguidores de que los demócratas tenían previsto usar el voto por correo para robar las elecciones.
- Y por último, alegando que su derrota en los comicios de ese año se produjo únicamente por el pucherazo de los demócratas.
Trump logró difundir muchas de esas falsedades a través de Twitter, una plataforma que le ha definido tanto como él la ha definido a ella. La viralidad de sus mentiras, de los insultos a sus rivales o de la discriminación contra grupos marginalizados y de minorías fueron cubiertas constantemente por los medios de comunicación.
Pero ni siquiera eso le impidió convertirse en la persona con el trabajo más poderoso sobre la faz de la Tierra. Tampoco la desinformación o la discriminación desencadenaron una suspensión. La línea roja se dibujó el 6 de enero de 2021, el día del Asalto al Capitolio, con estos dos tuits:
- «Los 75.000.000 de grandes patriotas estadounidenses que votaron por mí, ESTADOS UNIDOS PRIMERO y MAKE AMERICA GREAT AGAIN, tendrán una VOZ GIGANTE en el futuro. ¡¡¡No se les faltará el respeto ni se les tratará injustamente de ninguna manera!!!».
- «A todos los que han preguntado, no iré a la inauguración el 20 de enero».
Desde Twitter determinaron que esos tuits iban demasiado lejos porque los interpretaron de la siguiente manera:
- El primero, porque legitimaba las acciones de sus seguidores durante el Asalto al Capitolio por ese supuesto fraude electoral inexistente.
- Y el segundo, porque definía la inauguración de Joe Biden como presidente en Washington como un objetivo seguro para quienes quisieran llevar a cabo más violencia.

Una decisión fruto de un momento trascendental
El elenco de voces que en aquellos días pidieron la suspensión inmediata de Donald Trump en Twitter fue extenso. Pero quiero poner el foco en varias figuras influyentes que llevan años cubriendo el mundo de Silicon Valley en general —y las políticas de moderación de las redes sociales en particular.
Ben Thompson, de la newsletter sobre tecnología Stratechery, explicaba en 2016 que los insultos, la discriminación o las mentiras de Trump pueden y deben generar rechazo, pero eso no debería ser justificación para que las redes impongan un veto sobre él. Especialmente, teniendo en cuenta que era el presidente de Estados Unidos, elegido de forma democrática por el pueblo. Según Thompson, las prioridades de las plataformas deben guiarse por el siguiente orden:
- El liberalismo es inviolable.
- La democracia tiene que ser respetada.
- Las malas políticas deben ser criticadas.
La mayoría de comportamientos de Trump entran dentro del tercer punto, según Thompson. Si Trump discrimina, insulta o miente, aquellos que estén en desacuerdo deben oponerse a él.
- Y esa fue la tesitura hasta enero de 2021, cuando los riesgos contra la democracia y la propia libertad de los individuos y las compañías que operan las plataformas se puso en riesgo por un presidente que no quería llevar a cabo una transición de poder pacífica.
- «Sí, respetar la democracia es una razón para no ir más allá de los desacuerdos políticos, sin que importen lo horribles que pueden llegar a ser las políticas promulgadas, pero preservar la democracia está, por definición, incluso más arriba en la escala de prioridades», firmaba Thompson.
Casey Newton, periodista de la newsletter sobre tecnología Platformer, defendió una postura similar por entonces. Para él era «necesario y urgente» que Twitter y Facebook suspendieran las cuentas de Donald Trump porque el expresidente estaba usando sus plataformas «para derrocar al gobierno y el estado de derecho». Pero pese al peso de esas razones, Newton concedía esta semana que «esas preocupaciones pueden parecer algo distantes ahora que Trump se ha visto debilitado» por sus derrotas en las midterms.
Pero, ¿y después de tanto tiempo?
Gilad Edelman, de la web sobre tecnología Wired, escribió también en enero de 2021 un enfoque un poco diferente.
- Edelman entendía que Twitter tomara la decisión de suspender la cuenta de Donald Trump en Twitter. Pero no por sus tuits, sino por cómo los leían sus votantes.
- Twitter suspendió a Trump porque sus seguidores estaban interpretando que el presidente estaba legitimando sus afrentas o incluso alentando a seguir cometiéndolas, según Edelman.
- «Sin embargo, no es un acercamiento sostenible a la moderación de contenido de aquí en adelante [porque] pocas personas podrían aguantar en un sistema en el que los usuarios son penalizados por las interpretaciones lunáticas de sus seguidores», escribía Edelman.
En el caso de Donald Trump específicamente, se trata de la figura más popular del partido republicano. También, de un candidato que la última vez que se presentó a la presidencia consiguió casi 75 millones de votos. Y como tal, muchos defienden que tenga acceso a altavoces como el que ofrece Twitter.
- Francia, Alemania y México, a través de diferentes representantes de sus gobiernos, se han mostrado críticos con la suspensión de Twitter. Creen que las repercusiones políticas son peligrosas.
- Otros líderes políticos estadounidenses a las antípodas ideológicas de Trump como Bernie Sanders también creen que Twitter y Facebook se excedieron con sus suspensiones.
- Y la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) lleva defendiendo la restitución de la cuenta de Twitter de Donald Trump desde 2021.
Las dificultades de moderar en tiempos de Trump
«Te gusta o no, el presidente Trump es una de las figuras políticas más importantes de este país, y el público tiene un gran interés en escuchar su discurso», escribieron desde la ACLU esta semana. «De hecho, algunos de los tuits más ofensivos de Trump terminaron siendo pruebas críticas en las demandas presentadas contra él y su administración. Y nosotros deberíamos saberlo porque hemos presentado más de 400 acciones legales contra él».
La moderación en la era de las redes sociales es una misión imposible. Cada caso requiere un contexto y un análisis que ni las plataformas ni las inteligencias artificiales son capaces de manejar en estos momentos.
- Mike Masnick, del blog de tecnología TechDirt, contaba esta semana que hace unos años hicieron un experimento con ocho expertos en moderación de contenido presentándoles ocho casos diferentes.
- Masnick asegura que no lograron que esos invitados se pusieran de acuerdo en nada, eligiendo casi siempre soluciones diferentes (y defendiéndolas).
Un caso distinto: el de Alex Jones
Las redes sociales siguen un poco la misma estela. Twitter y Facebook se acogieron a las políticas de uso de sus plataformas para justificar la suspensión de Donald Trump. Pero eso no significa que fueran justas o coherentes con cómo habían aplicado esas mismas normas en el pasado. Y algo parecido pasa con Elon Musk y Twitter ahora mismo.
- El empresario dijo que cedería la toma de decisiones como la de la cuenta de Trump a una junta de expertos, pero terminó basándose en una encuesta pública en Twitter para justificar el regreso del expresidente a la plataforma que ahora dirige.
- Elon Musk devolvió sus cuentas a otros famosos con historial de haber quebrantado las normas de la plataforma, como Kanye West o Kathy Griffin, pero señaló en su cuenta de Twitter que esas restituciones tenían un límite: Alex Jones.
Elon Musk defendió la decisión sobre Jones y Twitter con una anécdota personal: «Mi primogénito murió en mis brazos. Sentí su último latido de corazón. No tengo piedad por nadie que use la muerte de los niños para ganar, sea en política o en fama». El conspiranoico ha sido sentenciado a pagar cientos de millones de dólares por sus mentiras sobre el tiroteo del colegio de Sandy Hook.
«Esto, en parte, demuestra el problema», explica Newton en su newsletter. «Musk reconoce los daños potenciales en un área del trauma que ha experimentado personalmente, pero parecen no importarle nada los daños que otros han experimentado». Es decir, que al final la decisión depende de lo que quiera Musk. Y eso da alas a una acusación que no tenía por qué ser cierta en el pasado, pero que en este caso sí lo es: las decisiones de moderación podrían depender enteramente de lo que quiere un dueño multimilmillonario.
Donald Trump en Twitter: ¿tiene sentido ahora?
Lo que nos devuelve al ranking de prioridades de Thompson. La amenaza de Trump a la democracia estadounidense se producía en un momento concreto en el que las plataformas podían intervenir para frenar algo que el estado de derecho era incapaz de regular o enjuiciar a tiempo.
- Trump fue juzgado por impeachment a raíz de su comportamiento en el contexto del Asalto al Capitolio, pero semanas después de que ocurriera y sin alcanzar un voto favorable por la condena.
- Y hay al menos una investigación federal que investiga el papel de Trump en el Asalto al Capitolio, pero todavía está en marcha y no está claro que pueda llegar a algún puerto.
Con los engranajes del estado de derecho en funcionamiento y con Trump anunciando una nueva candidatura a la presidencia, ¿tiene sentido que las plataformas mantengan la suspensión de sus cuentas?
- En el caso de que la respuesta sea sí, la cuestión es si existirá un límite en el futuro. Si Twitter ve un peligro inminente en las nuevas publicaciones de Donald Trump, alentando comportamientos como los que se vieron en el Asalto al Capitolio, ¿deberán Elon Musk o su plataforma hacer algo al respecto?
- En el caso de que la respuesta sea no, ¿qué implicaciones tiene para todos aquellos usuarios con sus cuentas suspendidas de por vida? ¿Cómo pueden ellos, que no son Trump, recuperar los altavoces que ofrecen plataformas como Twitter?
La suspensión de Trump es una cuestión que sobre todo puede y debe extrapolarse al resto de los mortales. Figuras como Edelman creen que las suspensiones permanentes pueden tener efectos perjudiciales para usuarios sin el poder de convocatoria de políticos como Trump. Pero mucho dependerá de que las plataformas sepan moderar de forma justa y coherente en el futuro. Y nadie apuesta porque así sea en una compañía que ha perdido a más de dos tercios de sus empleados en el último mes.
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