Desinfodemia

‘Conspiranoicos contra científicos’: las lecciones sobre la lucha contra la desinformación que deja el debate de Jordi Wild

debate jordi wild
Montaje: Newtral | Imagen del Instagram de Jordi Wild
Tiempo de lectura: 5 min

La de cómo rebatir a un conspiracionista es una de las incógnitas que los científicos aún no han podido resolver del todo. Y así lo evidenció el debate de más de dos horas que organizó la semana pasada el youtuber Jordi Wild, en el que sentó a unos y otros para “confrontar dos visiones del mundo”, decía.

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  • Pero ¿qué implicaciones tiene equipar las dos posturas en un mismo espacio?

Los contras del debate de Jordi Wild: el riesgo de presentar las dos posturas como “alternativas legítimas”

Sobre este planteamiento, Lucas Graves, profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison especializado en desinformación, explica a Newtral.es que “puede ser una forma razonable de ilustrar las diferencias entre el pensamiento conspiranoico y el científico, basado en las evidencias”, aunque detecta un problema en el enfoque de la discusión.

  • “[Esto ocurriría] solo si se gestiona de una forma adecuada, porque se corre el riesgo de presentar las dos posturas como alternativas legítimas y confundir a la audiencia o transmitir la impresión de que realmente no podemos confiar en nadie”.
  • Además existe el peligro de darle un nuevo eco a estos discursos al “exponer a nuevas audiencias a bulos o conspiraciones de las que no habían oído hablar antes”, comenta Graves.

En eso coincide Carlos Elías, catedrático de Periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid: “Hay temas en los que no se puede ser neutral. No se le puede dar la misma validez a la anticiencia porque es una forma de desinformar”.

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Los pros del debate de Jordi Wild: una forma de acercar la ciencia

Pero no todo el mundo está de acuerdo con esta forma de verlo, sobre todo por dos cosas. No está del todo claro en qué medida la divulgación científica ha sido eficaz a la hora de desactivar determinados discursos conspiracionistas (así lo reflejan algunos estudios).

En un vídeo que subió después del debate organizado por Jordi Wild y en el que justifica su presencia allí, Javier Santaolalla (físico y divulgador) reflexiona sobre esto: 

  • “¿Por qué si alguien no opina como tú, la mejor reacción es silenciarlo? En ciencia es especialmente paradójico. En un mundo en el que la mentira y la manipulación son cada vez más frecuentes (…) es necesario escuchar, abrirse a personas que piensan distinto a ti”.

En su vídeo postdebate, Rocío Vidal (periodista especializada en ciencia conocida por su canal La gata de Schrödinger) también va por ahí: 

  • “Debatir con un cierto perfil de personas que te niegan la mayor es muy complicado si no nos basamos en las leyes más básicas”, reconoce. Aunque “hay otra parte más útil, que es demostrar que las personas de ciencia pueden sentarse a dialogar humildemente y mantener el respeto a un público general”.
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Entretenimiento y ética: ¿es compatible el meme con la ciencia?

El problema, en este caso, es que se mezclan muchos factores distintos. La expectación generada con el debate, el hecho de enfrentar posiciones irreconciliables o los más de cinco millones de visitas que tiene el vídeo en el canal de YouTube de Jordi Wild son elementos que hacen pensar en un formato de entretenimiento, más que de divulgación, piensa Elías.

  • Pero si conspiracionistas como Mr. Tartaria (uno de los participantes) fomentan la cultura del meme, ¿es inviable que los divulgadores científicos también lo hagan? ¿Implicaría perder rigor?

Lo que sí está claro es que la repercusión de determinadas conspiraciones es alta y esto puede suponer una desventaja con respecto a la ciencia.

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  • Todo esto, teniendo en cuenta que los jóvenes consumen información mayoritariamente en redes sociales. Eso les hace potenciales receptores de estas conspiraciones y más vulnerables a sus efectos.

Esto se nota en los miles de visualizaciones que tienen podcasts como Worldcast, al que han ido líderes políticos y sindicales como Alberto Núñez Feijóo o Pepe Álvarez, y en el que se ha dado voz a conspiracionistas y a la extrema derecha sin un contrapunto científico.

  • De ahí la necesidad, insiste Vidal en su vídeo, de acercar la ciencia a la gente joven, que quizá no accedería a ella por otras vías, y mostrar que “no es una atalaya lejana de hombres mayores, también puede participar de esa cultura del meme”.

Entonces, ¿cómo se debe rebatir el pensamiento conspiracionista?

Graves cree que “el entretenimiento y el humor pueden ser importantes a la hora de atraer a los espectadores, pero se tiene que hacer siempre de una forma responsable”. Elías va más allá: tiene la convicción de que “en el espectáculo no rige el código ético” y que el interés informativo, en este caso del debate de Jordi Wild, es limitado.

¿Y los fact-checkers? ¿Qué dicen sobre conspiraciones los manuales de verificación que usan los que luchan contra ellas? Uno de los principios básicos es, precisamente, no amplificar aún más los discursos que diseminen este tipo de desinformación.

Fuentes
  • Lucas Graves, profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison especializado en desinformación
  • Carlos Elías, catedrático de Periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid
  • ‘COVID-19 Scientific Facts vs. Conspiracy Theories: Is Science Failing to Pass Its Message?’ (Universidad de Nicosia y Universidad de Chipre)
  • ‘¿Hice bien ayer en el debate de The Wild Project?’ (vídeo de Javier Santaolalla)
  • ‘Lo que no se vio del CARA A CARA en THE WILD PROJECT | ¿Sirvió para algo?’ (vídeo de La gata de Schrödinger)
  • ‘How to talk to conspiracy theorists—and still be kind’ (MIT Technology Review)
  • ‘How 4chan and 8kun users rely on YouTube videos to spread climate change denialism’ (First Draft)
  • ‘How Young People Consume News ‘ (Reuters Institute)
  • ‘Conspiracy Theories Can Be Undermined with These Strategies, New Analysis Shows’ (Scientific American)
  • ‘Identifying conspiracy theories’ (Comisión Europea)
  • Responsible Reporting in an Age of Information Disorder’ (First Draft)

6 Comentarios

  • Un argumento que me parece necesario utilizar, es que el influencer gana dinero precisamente con un discurso que provoque emociones, siendo indiferente que sea cierto o no. El científico, se gana su escaso sueldo buscando la verdad con método. Si vamos a cometer el error de presentarlos como iguales, al menos dejemos claros estos conceptos.

  • Al final es un problema de tecnofascismo de siempre frente a la claridad que aporta la sociología del conocimiento y la teoría de la ciencia filosófica: saber qué es ciencia y que no lo es aunque se presente como tal para explotar cínicamente la autoridad que confiere aún el palabro frente a la charo y al cateto de izquierdas que forman el grueso de los votontos sociato-podemitas-sumarianos-pitufo-pepero.

  • Basura total de artículo. Una vez más, la siniestra globalista segrega textos oscilantes y como amalgama de ideas toscas aleatorias, sin progresión lógica tampoco, para apantallar al cateto de izquierdas y para que sirva de catecismo con el que replicar a alguien en caso de necesidad o con el que repetirse a uno mismo lo que sea para confirmar el rumbo. Intelectualmente despreciable y moralmente despreciable también porque no constituye una aproximación honesta. Es marrullería.

  • El enfoque del esbirro globalista aquí constituye una gigantesca y grotesca petitio principii: no todo cabe en un debate y no hay debate para decidir que cabe en el debate. De locos y algo peor, lo que cabía esperar de la repugnante chusma hoy que quiere cooptar la libre discusión y, por medio de ella, que la sociedad misma, la más instruida en particular, dilucide cual es la respuesta correcta a ciertas cuestiones. La gentuza judeo-sorosiana y marxista odia la racionalidad clásica, la retórica clásica, el libre, organizado y productivo concurso de ideas.

  • Continúa. Pues bien, no existe esa contraposición entre lo conspirativo y lo científico. Eso es totalmente absurdo de entrada. Además "conspiración" aquí es una mala traducción del inglés, donde conspiration, en términos legales, es una asociación para cometer un delito. Los científicos son detectives con frecuencia. Además, como bien sabe desde la policía hasta los historiadores, los contubernios ("conspiraciones") y las tramas de altos vuelos son reales. Más bien parecería que los implicados en estos obscuros tejemanejes hayan querido que la masa boba piense que el mundo es algo sencillito para que no se percaten de como lo alteran. También les jode que, a fin de cuentas, las oligarquías mafiosas no son tan listas y se les ve el plumero. No digamos ya a los perrodistas de pravdas como éste. Mucho antes de que existiese Youtube, ya había abundante literatura al respecto de dichos planes secretos. Mucha.