Antonia Revuelta es la madre de María Piedad García Revuelta. Han pasado ya 10 años desde que aquel 12 de diciembre de 2010 su hija saliera de una cena de empresa para no volver nunca más. “Yo creo que cada día estoy peor. No saber dónde está María… Es muy fuerte”, explica a Newtral.es su madre. “No se puede hablar de un perfil tipo de persona desaparecida”, explica Paco Lobatón, periodista y promotor de la Fundación Europea por las Personas Desaparecidas. Sin embargo, pone el foco en los menores de edad y en las personas mayores pero también en las mujeres. “Mujeres relativamente jóvenes que desaparecen como consecuencia de actos relacionados con la violencia de género”, asegura.
Entre 2010 y 2019, en España se han realizado 202.529 denuncias por desapariciones de personas, y del conjunto de estas denuncias, 5.529 están todavía activas.
La muestra del año 2019 indica que el 64% de las desapariciones se cesan dentro de una semana después de presentada la denuncia; un 74% en dos semanas; un 82% en un mes; y el 8% se prolongan más de seis meses.
Este podría ser el caso de María Piedad, cuyo novio se suicidó a los 3 días de desaparecer y una vez se percató de que la policía le estaba buscando. “El estuvo una noche por ahí. Cogió el autobús y se fue a El Escorial. En todo ese tiempo yo creo que le deberían haber cogido”, se lamenta Antonia Revuelta.
“Un filósofo como Sócrates decía que un indicio es un indicio, dos indicios son dos indicios y tres indicios son una prueba. En el caso de María Piedad los indicios son contundentes. Cabe pensar, de una manera razonable, que la sospecha está en la persona que era su pareja, que además se suicidó. El rastro es evidente y se debe seguir desde ese punto”, explica Lobatón.
Sin embargo, como asevera la Comandante Alba Garrido, de la sección Homicidios y Desaparecidos de la Guardia Civil, el principal problema con los casos en los que han pasado muchos años son las líneas de investigación. “Nos vamos quedando sin líneas de investigación”, puntualiza Garrido.
En los casos de larga duración, las autoridades policiales se entrevistan periódicamente con los familiares de los desaparecidos en busca de nuevos indicios. “Puede que recuerden algo o que mencionen algo que en su momento no fue importante pero que ahora nos puede abrir una nueva línea de investigación. Pero también es verdad que, cuanto más pasa el tiempo, más difícil es”, termina.
Un caso archivado y “con muchos obstáculos”
La abogada y criminóloga de la familia de María Piedad, Icíar Iriondo, explica que el caso está archivado desde el año 2013. El motivo, asegura, “fue por falta de indicios y de pruebas que dieran continuidad a nivel judicial.
Sin embargo, Iriondo está intentando reabrir el caso porque se dieron cuenta de que “hay cierta información y documentación importante que faltaría por confirmar o por descartar”, si se diese el caso.
Por ejemplo, la autopsia del principal sospechoso y unas gotas de sangre de María Piedad que aparecieron durante la búsqueda. Según Iriondo, “no está incluido en el sumario del caso el reportaje fotográfico” relativo a estos acontecimientos. Y para ellos sería “esencial” que estuviera.
Iriondo concluye que se han tenido que dar “con muchos obstáculos” durante el proceso judicial. “El problema principal es la interpretación y valoración judicial que se dan sobre los nuevos indicios, pruebas o nuevas diligencias que se aporten”.
Paco Lobatón: Los daños esenciales
Cuando una persona desaparece se rompe una familia entera. “Es un misil que actúa en el seno del núcleo familiar”, describe Lobatón. Y es lo que lo hace estallar todo. En el caso de María Piedad, dejó dos hijos que fueron atendidos por su abuela, que se convirtió en su nueva madre.
“El mayor tenía 10 años y el pequeño ocho meses, cuando su madre desapareció”, recuerda Antonia. “El mayor está mal, porque no lo expresa. Yo le digo que llore, que es normal, pero está cerrado y tiene mucho odio metido que no es capaz de sacar”, relata Antonia. Sin embargo, “el pequeño, como no se acuerda de su madre, vive feliz. Le llevo al fútbol… No recuerda nada de su madre, aunque yo le enseño fotos”, asegura Antonia.
“¿Justicia? Buscar a mi hija”
“¿Qué justicia puede haber?”, se pregunta Antonia. Y la respuesta siempre es la misma: encontrar a su hija. “Buscarla. No se debería de haber dejado de buscar nunca”, insiste. “La policía me dice que cada que cierran un pozo, les llaman, para comprobar si estuviera mi hija, pero nada”, dice.
Antonia reclama que “se podía haber hecho más” durante los primeros de búsqueda, y pone el foco en la pareja de su hija, que no le detuvieron a tiempo. “Fue la persona que la hizo desaparecer”, dice.
Antonia no perdía la esperanza de que estuviera viva pese a que pasaran los años. Incluso muchos días se asomaba al balcón con la esperanza de verla volver, pero esa esperanza cada vez es más débil. “Ya me estoy mentalizando de que no está viva”, sentencia.
Una reivindicación histórica: unidades especializadas
Según explica Lobatón, hay “una máxima” que la mayoría de familias repiten: “Cuando una persona desaparece, no desaparecen sus derechos”. Y, en esa línea, es vital que haya unidades especializadas, “o bien en cada uno de los cuerpos policiales o como fruto de un trabajo coordinado entre los cuerpos policiales”.
Recientemente, el Centro Nacional de Desaparecidos creó una coordinación provincial entre las fuerzas policiales. “Ahí puede estar el núcleo de la cuestión, porque es fundamental que, a partir de la coordinación, se superen todo tipo de recelos entre cuerpos policiales y se consiga profundizar en las investigaciones”.
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