Rusia podría estar desatando una crisis alimentaria global

crisis alimentaria global
Artem Grebenyuk (Shutterstcok)
Tiempo de lectura: 7 min

La invasión rusa de Ucrania ha desatado una crisis humanitaria histórica en Europa del Este. A los millones de desplazados por el conflicto y los posibles crímenes de guerra rusos se suma también una potencial crisis alimentaria global.

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«Va a ser real», dijo el presidente estadounidense Joe Biden este jueves durante su visita a Europa para varias cumbres internacionales. «Porque tanto Rusia como Ucrania han sido el granero de Europa en materia de trigo, por ejemplo».

La escasez de grano como el trigo es una de las mayores preocupaciones en lo que refiere a la guerra en Ucrania, pero no la única. La subida de los precios de los fertilizantes y del gas natural también suman a la incertidumbre. Y como siempre, los más vulnerables tienen visos de ser los que más sufran el golpe.

«Estamos en proceso de trabajar con nuestros amigos europeos para saber qué haría falta para aliviar las preocupaciones sobre escasez de alimentos», añadió Biden. La administración estadounidense tiene previsto invertir 11.000 millones de dólares en la crisis alimentaria global a lo largo de los próximos cinco años. Pero ni siquiera eso podría ser suficiente.

Viene de lejos

La pandemia ya había encendido la mecha de una potencial crisis alimentaria global. En la primavera de 2020, el confinamiento apuntaba al inicio de una catástrofe de seguridad alimentaria que dejaría a millones de personas en una posición vulnerable.

  • El confinamiento y el parón económico pusieron un freno importante a las cosechas.
  • La crisis en la cadena de suministro dificultó el movimiento de grano y alimentos a lo largo del globo.
  • Y el aumento del paro y la caída del turismo con motivo de las restricciones de viajes agravaron la situación económica de los sectores poblacionales más pobres.
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Otras coyunturas también tienen implicaciones trascendentales en la crisis alimentaria global.

  • El cambio climático ha agravado las sequías, la intensidad de las lluvias y las tormentas, o la cantidad de incendios forestales al año.
  • La violencia política y terrorista se ha intensificado en todo el mundo, desatando nuevas crisis humanitarias y migratorias en África, Asia o Latinoamérica.

Un 2022 peligroso

El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (WFP) anunció recientemente que el 2022 tenía previsto ser un año catastrófico para el hambre a nivel global.

  • Tras cinco años de estancamiento, el hambre aumentó un 18% a lo largo de la pandemia, según Naciones Unidas.
  • Y de cara a 2022, 44 millones de personas en 38 países diferentes estaban cerca de la hambruna en la última previsión del WFP.
  • Con la guerra en Ucrania, entre 7,6 y 13,1 millones de personas más podrían empezar a pasar hambre.

Las exportaciones de grano Ucrania y Rusia sumarán a la crisis alimentaria global. En los últimos cinco años, ambos países han representado para el mundo el 32% de las exportaciones de cebada, el 30% de las de trigo y el 17% de las de maíz.

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  • Y también, el 72% de las del aceite de girasol, según datos de The New York Times.

Una guerra contra la cosecha

¿Y por qué la guerra es un problema para la crisis alimentaria global? El problema tiene que ver específicamente con la agricultura y las exportaciones de la cosecha.

  • Gran parte de Ucrania al este del río Dniéper es zona de conflicto y el combustible es escaso, haciendo difícil las cosechas primaverales que empezaron entre finales de febrero y primeros de marzo.
  • Además, el país invadido tiene sus salidas portuarias del Mar Negro bloqueadas por buques de guerra rusos.
  • Y el país invasor enfrenta sanciones muy duras a casi todos los niveles de su economía.

Algunos países podrían sufrir mucho por ello:

  • Armenia, Mongolia, Kazajistán y Eritrea importan prácticamente todo su trigo de Rusia y Ucrania.
  • Turquía, Egipto, Bangladesh e Irán importan el 60% del trigo de los países en guerra.
  • Yemen, Etiopía o Afganistán arrastran crisis humanitarias por las que millones de personas podrían morir de hambre en el corto plazo.
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Además, el aumento de los precios del combustible encarece las cosechas y el transporte del grano. Algo que luego cabe sumar a los costes ya disparados de una cadena de suministro que sigue sufriendo.

  • Con las sanciones a Rusia, algunas rutas comerciales tienen ahora que ser repensadas, con puertos y canales que tendrán que lidiar con tráficos cambiantes.

Y luego, el fertilizante

Pero la crisis alimentaria global peligra con convertirse en una realidad mayor por un factor menos directo que el de las cosechas: los fertilizantes. Es gracias a ellos que las cosechas dan buenos resultados en orden de cantidad y calidad. Pero la producción de fertilizante necesita de un gasto de energía enorme.

  • Por ejemplo, la producción de amonio significa entre el 1 y el 2% del total de energía generada a nivel global, según estimaciones de la Agencia de Energía Internacional, y de entre el 3 y el 5% del consumo de gas natural a nivel mundial.

Con la guerra, la industria de los fertilizantes ha sufrido un nuevo golpe que ya venía de un punto complicado:

  • La crisis en la cadena de suministro global fruto de la salida pandémica.
  • Un bloqueo en las exportaciones de fertilizantes desde China, que ha tenido un año muy difícil en sus cosechas y quiere mantener los productos en su territorio.
  • Y una huelga de ferrocarriles en Canadá, vital para el sector agricultor de otra de las potencias exportadoras de grano.

La invasión rusa de Ucrania ha llegado por tanto en el peor momento posible para una potencial crisis alimentaria global. Y los fertilizantes pueden dar buena cuenta de ello, pues Rusia produjo en 2021 en torno al 14% de los fertilizantes a nivel global y ahora ha vetado sus exportaciones.

  • Rusia produce un 10% de los fertilizantes de nitrógeno y de fosfato.
  • Y junto con Bielorrusia, ambos producen una tercera parte de los fertilizantes potásicos.

Y todavía cabe sumar la crisis energética. Con los precios del combustible, el gas natural y la electricidad disparados, especialmente en Europa, algunas fábricas de fertilizantes han tenido que frenar su producción.

¿Y ahora?

Todos esos problemas se han traducido en un aumento del 30% de los precios de materiales clave para el mercado de fertilizantes, incluidos el amonio, el nitrógeno o la potasa, según el grupo de consultoría de materias primas británico CRU. Para hacerse una idea de lo que eso significa:

  • Un aumento de los precios de los fertilizantes de nitrógeno puede tener un impacto duro en Estados Unidos, el mayor productor mundial de maíz.
  • Estados Unidos vende gran parte de su maíz a México, que luego usa esas compras para alimentar a su ganado.
  • A menos maíz, y más caro, eso se traduce en ganado menos productivo y por tanto carnes más caras para los consumidores.

Países como Estados Unidos tienen previsto invertir en la producción de fertilizante y programas como los de Naciones Unidas que luchan por paliar el hambre a nivel mundial. Pero es posible que esas ayudas sean insuficientes en este momento, incluso aunque los mayores agricultores y productores de fertilizantes en Estados Unidos y Canadá aumenten su producción.

  • Ahora mismo, la clase de tormenta perfecta que está desencadenando una posible crisis alimentaria global tendría que dar un giro de 180 grados y volver por donde ha venido.

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