Caen las temperaturas y los mocos. Ese estornudo, ¿es catarro estacional o covid? Desde que la variante Delta del coronavirus se asentó, cuesta cada vez más distinguir la sintomatología, vacuna mediante. Poco a poco, pese a que sigue costando vidas en todo el mundo, la COVID-19 va mostrando una cara menos grave con la que occidente ha decidido convivir.
¿Ha llegado el momento de considerar al SARS-CoV-2 como un virus estacional, que nos visitará cada invierno? Distintos equipos han tratado de responder a esta pregunta durante los últimos 19 meses de pandemia, con respuestas dispares. El pasado enero, un equipo de Illinois (EE.UU.) publicó uno de los seguimientos más consistentes, que concluia que la latitudm de una población y su temperatura media correlacionaban con el impacto de la covid. Incluso la AEMET empezó a dibujar esas correlaciones que explicaban en parte el impacto del coronavirus en la meseta central en 2020.
Un trabajo anterior, de la Universidad de Connecticut, se centraba en la incertidumbre al respecto: ¿Qué pesa más? ¿El clima, las restricciones, los rituales sociales de una comunidad… o la llegada de –la entonces incierta– vacuna?Ahora, un equipo de ISGlobal ha metido todos esos elementos en la coctelera de los algoritmos y ha seguido el comportamiento de diferentes olas pandémicas en 162 países. Concluyen que claramente hay una relación entre bajas temperaturas y humedad y la incidencia de covid, como ocurre con catarros y gripe.
Desde Barcelona, el investigador del programa de Clima y Salud Leonardo López explica por teléfono que, sin duda, “temperatura y humedad han sido claves para explicar la manera en que ha circulado el virus y lo empujan a convertirse en un virus claramente estacional”. Esto refuerza la idea de que, frente a lo discutido durante los primeros meses, “una vía principal de transmisión es la aérea, los aerosoles, sobre todo en espacios cerrados, que son los que más compartimos cuando hace frío”. Bienvenidos a la covid estacional.
En el exterior, el efecto es menos notable aunque también está presente. En el interior es donde es más difícil que las gotitas microscópicas con virus se dispersen. Se suman dos factores: una alta temperatura tiende desactivar el virus, cuya envuelta se deteriora al calor. La humedad del aire hace que las partículas cargadas de virus que salen de nuestra boca y nariz se unan al ese agua invisible en suspensión y tiendan a caer al suelo antes de llegar a la boca o nariz de otra persona. Por sí solas, humedad y temperatura no valen como determinantes, pero esto puede cambiar en un mundo vacunado.
Una covid estacional a la que le gustan los interiores frescos y secos
Estas conclusiones se acaban de publicar en Nature Computational Science, bajo la firma de Alejandro Fontal y Xavier Rodó, Catedrático de Investigación ICREA y jefe del equipo de Clima y Salud de ISGlobal-LaCaixa. El autor incide en la necesidad de adoptar medidas que promuevan la “higiene del aire”. El virus se transmite por aerosoles y no tanto por tocar superficies contaminadas, como sí ocurre con gripes y catarros, donde es más importante el lavado de manos.
“En conjunto, nuestros hallazgos apoyan la visión de COVID-19 como una verdadera infección estacional de baja temperatura, similar a la influenza y a los coronavirus circulantes más benignos”, dice Rodó. Esta estacionalidad creen que puede contribuir de manera importante a la transmisión del SARS-CoV-2; se ha demostrado que las condiciones de baja humedad reducen el tamaño de los aerosoles y, por lo tanto, aumentan la transmisión por el aire de virus estacionales como la influenza.
Los efectos climáticos fueron más evidentes a temperaturas entre 12ºC y 18ºC y niveles de humedad entre 4 y 12 g/m3, aunque los autores advierten que estos rangos siguen siendo indicativos, dados los cortos registros disponibles.
El coronavirus parece propagarse mejor en ambientes entre los 12ºC y los 18ºC con baja humedad del aire.
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“Eso puede explicar, en parte, por qué en verano no se desatan olas de gripe y sí de coronavirus”, como la quinta oleada en España. Sin embargo, Leonardo López explica lo ocurrido durante los meses de calor de una manera más sencilla: “aumentó mucho la movilidad tras las restricciones, los encuentros –también en lugares cerrados, sometidos a las bajas temperaturas y sequedad del aire acondicionado–, las llegadas de turistas, etc.”. Podríamos pensar que eso también favorece los contagios de otros virus respiratorios.
¿Por qué no hay gripes en verano? “Sí las hay –replica contundente López–, circula menos, pero sigue circulando, aunque tendamos a vigilarlo menos. Además, se genera una cierta inmunidad cada temporada, llegamos un poco mejor protegidos porque mucha gente se ha expuesto al virus [de la gripe] cada año y se produce cierta inmunidad cruzada”. Esto no está tan claro que ocurra con el coronavirus, aunque puede ayudar a su levedad.
Un estudio de la covid estacional en 162 países
Un primer modelado teórico sugirió que el clima no era un factor determinante de la transmisión del SARS-CoV-2. En realidad, al principio de la pandemia, la humanidad al completo era susceptible al virus, carecía de toda inmunidad. Sin embargo, algunas observaciones sugirieron que la propagación inicial de la COVID-19 en China ocurrió en una latitud entre 30º y 50º norte, con niveles bajos de humedad y bajas temperaturas, entre 5º y 11ºC.
“La cuestión de si la COVID-19 es una verdadera enfermedad estacional se vuelve cada vez más central, con implicaciones para determinar las medidas de intervención eficaces”, precisa Rodó, coordinador del estudio. Para responder a esta pregunta, su equipo analizó primero la asociación de temperatura y humedad en la fase inicial del SARS-CoV-2 propagado en 162 países de los cinco continentes, antes de que se implantasen las restricciones.
Los resultados muestran una relación negativa entre la tasa de repropducción (R0) y la temperatura y la humedad absoluta a escala global: cuanto más frío seco, peor. Luego, el equipo analizó cómo esta asociación entre el clima y la enfermedad evolucionó con el tiempo, y si era consistente en diferentes escalas geográficas. Nuevamente, encontraron una fuerte asociación negativa para ventanas de tiempo cortas entre la enfermedad (número de casos) y el clima (temperatura y humedad), con patrones consistentes durante todas las olas.
Esto se vio tanto a nivel regional (Lombardía, Turingia o Cataluña) como a nivel local (ciudad de Barcelona). Un ejemplo paradigmático es Japón, con el coronavirus bajo control hace un año. “Nuestro modelo fue capaz de anticipar con varios meses de antelación la ola que amenazaba la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio –apunta López–. Ignorando el factor clima, el modelo decía que no debería haber darse tal ola de contagios. Pero metiendo la temperatura y humedad, salía que aparecería una ola hacia febrero o marzo de 2021”. Es lo que ocurrió. Sustutuyendo restricciones por una amplia vacunación mundial, estaríamos ante una covid estacional.

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Covid estacional:
El verano que no pudo con el coronavirus, ¿podrán los próximos calores?
Hacia un invierno más tranquilo en Europa y un verano a favor de Sudamérica
Las primeras olas epidémicas disminuyeron a medida que aumentaron la temperatura y la humedad. La segunda ola aumentó a medida que disminuyeron las temperaturas y la humedad. El patrón sólo se rompe en los veranos con alta movilidad, ocio e ruptura de la burbuja habitual de relaciones. Al adaptar el modelo para analizar correlaciones transitorias a todas las escalas en países del hemisferio sur, donde el virus llegó más tarde, se observó la misma correlación negativa.
Ahora llega de nuevo el verano a países meridionales. Algunos, con bajas tasas de vacunación, “lo que puede remar a su favor”. López no se arriesga a hacer un pronóstico claro de lo que nos deparará el invierno boreal, “va a depender mucho de la tasa de vacunación, en general, en la Europa occidental es alta”, señala. Advierte, sin embargo, del riesgo de que aparezcan nuevas variantes que escapen de la vacuna, cosa que no ha ocurrido hasta la fecha.
“Todo va a depender de las medidas de control que se implementen, sabiendo que las tasas de transmisión van a aumentar“
Leonardo López, experto en modelos matemáticos de ISGlobal
“Todo va a depender de las medidas de control que se implementen, sabiendo que las tasas de transmisión van a aumentar“, explica López. Si bien donde más se notará (como ya ocurre) ese aumento de incidencia es en la población que no se haya vacunado.
Para la gripe estacional también hay vacuna, y eso no impide que cada invierno se desate una oleada. Si bien, la cobertura es bastante menor. Sólo se administra gratuitamente a población de riesgo o muy expuesta. Y dentro de ese grupo, en los últimos años prepandémicos, apenas 6 de cada 10 se la ponían. Por otro lado, el virus de la gripe muta bastante más que el SARS-CoV-2. Del coronavirus, básicamente sólo hay una variante en circulación actualmente en Europa: la ‘imbatible’ Delta.
“Este vínculo garantiza un énfasis en la ‘higiene del aire’ a través de una ventilación interior mejorada, ya que los aerosoles pueden persistir suspendidos durante más tiempo”, dice Rodó, y destaca la necesidad de incluir parámetros meteorológicos en la evaluación y planificación de las medidas de control.
¿Qué virus han vuelto a circular?

Aunque no todas las comunidades autónomas publican datos de sistemas centinelas de enfermedades respiratorias estacionales, algunas sirven de referencia para decir aquello de que “los virus de todos los años han vuelto”.
La temporada 2020-21 barrió del mapa los más típicos: virus respiratorio sincital (el de la bronquilitis infantil), la influenza de la gripe y rinovirus de catarro común. Las medidas restrictivas y el amplio uso de la mascarilla los dejó en incidencias mínimas, de récord.
Este otoño, si seguimos datos de Castilla y León, la incidencia de las infecciones respiratorias agudas (IRA) “se han estabilizado en torno a los 500 casos por 100.000 habitantes”, informan desde la Red Centinela autonómica. Predomina “el catarro común, las faringitis agudas y las infecciones agudas de las vías respiratorias superiores de localización múltiple o localización no especificada. La incidencia está por encima de los 3.000 casos por 100.000 habitantes en los menores de 5 años”.
A diferencia de lo ocurrido en 2020 y primeros meses de 2021, en lo alto de la lista de virus detectados no está el SARS-CoV-2. “Los rinovirus son los virus predominantes, con circulación esporádica de adenovirus y otros coronavirus. No hay actividad gripal significativa ni se han detectado virus gripales en las muestras de salud pública”.