Pasó en 2020, tras la reapertura postconfinamiento y las vacaciones. Pasó en 2021, con una quinta ola de covid en verano ligada a la variante delta. Pasó en 2022, con la llegadas de las subvariantes ómicron. Pasó en 2023, con una nueva remesa de subvariantes. Pasó en 2024, con otros dos sublinajes del SARS-CoV-2. Y está pasando este año, con una supuesta variante Frankenstein (…otra vez).
¿Por qué siempre hay un repunte de la covid en verano?
En esencia, porque lo contamos. No quiere decir que no se registren más casos. Es un hecho y ahí están los datos del SIVIRA. El mes de julio arrancó triplicando los casos de coronavirus que llegaban a Atención Primaria, respecto a la primavera, más bien tranquila. Y ahora, en agosto, se da un nuevo repunte, aunque lejos de las olas de covid de 2020 o 2021… como cada verano.
En estas fechas, coincidiendo con las vacaciones, tendemos a prestar más atención a la covid porque, entre otras razones, puede chafarnos el paréntesis vacacional y las escapadas. Y eso… es noticia. Una mala noticia, en lo estrictamente personal. Las infecciones por coronavirus siguen dándose, pero en otoño e invierno un episodio febril y de malestar de varios días puede confundirse con una gripe estacional o un catarro fuerte, entre población que no es de riesgo. En este agosto, casi siempre es covid. Así se nos certifica en un centro sanitario si acudimos con síntomas. Y los medios (cada cual en redes) lo contamos.
¿Tiene que ver aquello de que en verano ‘nos juntamos más’?
Desde luego que la mayor movilidad de estas fechas y los reencuentros son un elemento más en la coctelera epidemiológica. En veranos anteriores se ha notado un poco la covid tras las fiestas de San Juan. Pero en pleno 2025 tiene poco sentido darle la importancia que tuvo este factor social en los años previos a la vacunación o el contagio masivo por ómicron. Del mismo modo que carece de sentido hablar ahora –especialmente en verano– de distancia de seguridad o mascarilla en interiores. Es un virus muy contagioso sin una estacionalidad clara. Se puede pillar en cualquier sitio y momento.
A día de hoy (y desde 2023, sobre todo), tienen que ver más las irrupciones de subvariantes del SARS-CoV-2. No es que cada nuevo sublinaje nos devuelva a la casilla de salida. Eso ya lo sabemos. Sencillamente, llegamos un poquito más vírgenes inmunitariamente. Sobre todo si nos contagiamos hace mucho o recibimos la vacuna bastante tiempo atrás, como explicaban aquí José Tomás Gómez (médico Primaria en La Rioja, SEMERGEN) y Ángela Domínguez (UB, SEE) cuando irrumpió el pasado verano la subvariante KP3, prácticamente olvidada ya.
¿La vacuna ya no funciona?
Ya no se contabilizan los casos de manera pormenorizada entre la población, pero entre las personas mayores sí se puede hacer un seguimiento da datos más fidedigno. Resulta llamativo el repunte que se da siempre por estas fechas entre población de más de 65 años (especialmente, entre octogenarios y nonagenarios), justo la que se más se vacuna anualmente en otoño-invierno.
Esto nos da idea de que la protección –que ya sabemos que es limitada, pero efectiva– dura como mínimo algo más de medio año. Luego desciende si irrumpe una subvariante nueva. Y eso está ocurriendo constantemente. Sin embargo, en la medida en que no nos hemos movido de la variante ómicron en tres años (sea cual sea su apellido), la vacuna sigue previniendo la enfermedad grave y la muerte.
Las hospitalizaciones, incluso entre población anciana, son bajas (alrededor de 10 casos con ingreso por cada 100.000 habitantes, unas cinco a seis veces menos que por gripe, durante el pico invernal). A esto se suma la inmunidad adquirida con el paso de los años por el resto de la población, según nos contagiamos una y otra vez, de manera más o menos leve, más o menos sintomática.
¿Y la variante Frankenstein?
No existe. No como tal. En el hemisferio sur, sobre todo en países como Argentina, se está viviendo ahora un repunte invernal que se liga a un sublinaje de ómicron XFG. Es una combinación de partes de diferentes subvariantes, lo cual ni es extraño ni nuevo. En 2022 ya tuvimos en España las primeras variantes recombinantes que no tienen nada de particular en su impacto epidemiológico. Las vacunas e infecciones previas funcionan exactamente igual que si hubiera irrumpido otra subvariante no recombinante.
¿Nuevos síntomas? Una vez más, no está claro. Aunque algunas informaciones en medios y redes hablan de una característica afonía ante la nueva variante, no hay ningún estudio riguroso hasta la fecha que así lo refleje. La afonía o ronquera ha estado siempre en el top ten de signos de la covid desde que ómicron entró en escena, como sí refleja el seguimiento riguroso de síntomas del estudio Zoe de Reino Unido.
Además de minimizar los riesgos del SARS-CoV-2, una irresponsabilidad ahora que conocemos su factor oncógeno y cardiovascular, se olvidan como siempre del riesgo de desarrollar COVID persistente que sigue ahí, y de indicar que sigue sin haber cura para esta enfermedad que padecen unos 2 millones de pacientes españoles.