¿Tan mal está China en covid? Lo que dicen y lo que no dicen los datos

Controles de temperatura. Aeropuerto Su Yang - China / EFE
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China parece vivir una explosión de casos de covid sin precedentes. La media diaria de detecciones supera las 26.000 (promediada semanalmente)… en un país de más de 1.400 millones de habitantes. Teniendo en cuenta que otro como España dejó de tener capacidad para contar sus casos tras superar los 100.000 diarios, en plena explosión de ómicron a comienzos de 2022, en China sigue sin haber ‘apenas’ coronavirus’, siempre en términos relativos.

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Sin embargo, para su estricta política de covid cero, las cifras de la última semana están muy lejos de ese cero, que han sostenido y llevado a gala las autoridades desde marzo de 2020. Sus medidas de contención, abandonadas por Europa poco antes del verano del primer año pandémico, consiguieron que el número casos diarios detectados apenas superase el centenar en algunas jornadas. Esto cambió con la llegada de la variante más contagiosa del coronavirus.

La intensidad del rastreo de la última semana puede ayudar a retroalimentar este dato. Es decir, si se aumenta la búsqueda de casos se encontrarán más casos. Una obviedad que llevó a occidente a replantearse su estrategia ante ómicron. Su elevada contagiosidad y capacidad para reinfectar asintomáticamente hacía que estuviera por todas partes.

Sin embargo, si ampliamos el foco con datos de la OMS (incluidos los de la China no continental) las autoridades sí pueden estar observando con preocupación cómo su política de covid cero hace agua. Pudieron salvar la primera ola ómicron, que llegó con semanas de retraso a sus fronteras. Pero los casos diarios dejaron de moverse en la banda de unas pocas decenas para contarse por centenares. En Taiwán esa segunda oleada coincidió con el abandono de su política de covid cero, en abril. Aquí los datos de China continental más Taiwán y Hong Kong:

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Nada escapa a ómicron, tampoco en China

Todo cambia definitivamente con la llegada de la primavera y su tercera ola en dos años. Seguramente en una nueva introducción del virus y con subvariantes como BA.2, abril fue su mes negro. Si afinamos con datos de OurWorldInData (recopilados por la Universidad de Oxford y la Universidad Johns Hopkins), las muertes se concentraron en el final de abril, llegando al pico –paradójicamente– en el gran día de celebración para China, el primero de mayo. Shanghái se tiró un mes confinada.

Eso sí, estamos hablando de apenas 0,26 muertes por millón de habitantes a la semana de media en los territorios chinos donde aún se aplica la política de covid cero. Por comparar, en nuestro pico de ómicron en España (15 de febrero) se alcanzaron las 45 muertes semanales por cada millón de habitantes.

La más mínima relajación ha supuesto una explosión de casos detectados, la mayoría asintomáticos. China anunció el 11 de noviembre que se volcarían en una estrategia de contención más precisa. Introdujeron cambios en las reglas, como el cese de la cuarentena de los contactos estrechos y decayeron las pruebas masivas.

Una semana después, y según datos de la consultora japonesa Nomura, 49 ciudades que representan un tercio de la población de China y dos quintas partes de su producción económica tuvieron que entrar en bloqueos parciales o completos.

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¿Por qué está muriendo más gente en China por covid desde abril?

Una de las cosas llamativas es que en los últimos días no se está registrando un aumento significativo de muertes ligadas a esta relativa explosión de casos detectados, aunque la tendencia de las cero muertes por covid se rompió en la pasada primavera. Especialmente después de que el cero covid se acabase fuera de la China continental, pero también en los territorios controlados por Pekín.

Está por ver si ese número de muertes sostenidas desde entonces explota en unas dos semanas. Distintas personas expertas en salud pública e inmunología consultadas por Newtral.es en los últimos meses han apuntado a que China tiene dos debilidades frente a la covid grave.

La primera, una cierta ‘deuda inmunitaria‘, comparada con prácticamente el resto del mundo. “Su población ha tenido muy poca exposición natural a la infección, por lo que la transición a vivir con covid debe basarse en la vacunación“, precisa desde el SMC de Reino Unido el profesor Mark Woolhouse (Universidad de Edimburgo).

Es posible que tras la llegada de ómicron, al menos el 60% de la población de países como EE.UU. haya pasado como mínimo una vez la covid, con o sin síntomas claros (más de la mitad no sabe que se ha expuesto a ómicron). Tras la última ola, esa cifra podría alcanzar a prácticamente toda la población en aquel país o la mayoría de Europa. Eso genera cierta inmunidad, que no impide futuros contagios, pero sí que sea más leve. La inmensa mayoría de China es virgen al SARS-CoV-2, casi tres años después del primer caso.

La segunda cuestión está ligada a la vacuna. Explicaba a Newtral.es Helena Legido-Quigley, una de las mayores expertas mundiales en salud pública en Asia-Pacífico, que la política de covid cero tuvo un reconocido éxito en China y otros países hasta la llegada de la vacuna. Sin embargo, tras la incubación masiva, no tendría tanto sentido, toda vez que confinamientos y cuarentenas también tienen un impacto sobre la salud, fundamentalmente, mental.

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Ninguna vacuna desarrollada impide el contagio aunque sí los casos graves. Y las vacunas ampliamente inyectadas en China han mostrado tasas de efectividad algo menores que otras inoculadas fuera, como las de ARNm, que no ha empezado a aplicar hasta 2022. Quien recibió SinoVac, una vacuna china ampliamente utilizada en ese país, “tiene tres veces más probabilidades de sufrir una enfermedad grave que aquellas vacunadas con una de las vacunas de ARNm”, precisa Woolhouse.

Una errática campaña de vacunación

Eso se suma a una errática campaña de vacunación. Aunque se haya vacunado al 91% de la población, no ha habido una priorización por grupos de riesgo tan estricta como, por ejemplo, la realizada en España. La semana pasada, las autoridades sanitarias de Pekín informaban de que el 30% de los mayores de 80 años no tenían dosis de refuerzo. A nivel nacional, esa cifra llegaba al 40%, según recoge Financial Times a partir de datos de la Comisión Nacional de Salud de China:

Si no se completa esa grieta de vacunación (a poder ser con sus nuevas formulaciones de ARNm o inhalables) Bloomberg Intelligence estima que relajar por completo los controles del coronavirus podría dejar llevar a 5,8 millones de chinos en la UCI. Su sistema tiene algo menos de 4 camas por cada 100.000 personas.

Un tercio de los mayores de 60 años no ha recibido dosis de refuerzo tras inocularse vacunas relativamente poco efectivas ante ómicron.

Un tercio de los ciudadanos 60 años o más nunca han recibido una vacuna de refuerzo. Según informa el New York Times, cuando China comenzó la vacunación a gran escala –un año más tarde que el resto– reservó dosis para adultos en edad laboral. Pero hubo funcionarios de salud que advirtieron que podría haber efectos secundarios. Ese 'consejo' ha sido difícil de revertir y ha contribuido a la vacilación persistente de la vacuna, según señala desde Pekín Keith Bradsher

Temor a un déficit inmunitario y obsesión por el control gubernamental

Este déficit de inmunidad explicaría por qué las muertes han sido constantes desde la irrupción de ómicron. Desde luego, mínimas, comparadas con el resto del mundo ante el número tan bajo de contagios. Pero las próximas semanas serán determinantes para evaluar si la letalidad del SARS-CoV-2 es mayor en una China casi virgen al coronavirus o si no hay correlación entre la explosión de detecciones y la mortalidad, lo cual, incluso, sugeriría que más población ha estado de algún modo expuesta al virus de la detectada.

Aunque resuena en el relato que 'China no da todos los datos' o 'no se están contando todos los casos' (unas afirmaciones muy de enero de 2020), la realidad es que prácticamente en ningún lugar del mundo se ha tenido una foto fidedigna de lo que pasaba en cada momento, cuando los casos subían sin control.

Keith Neal, profesor emérito de Epidemiología de la Universidad de Nottingham apunta a algún que otro agujero estadístico en los datos de China. ”Las pruebas en áreas rurales pueden ser casi inexistentes, especialmente cuando las personas no se presentan para hacerse la prueba dadas las condiciones de aislamiento”.

“Sencillamente, no se puede detener” un virus que poco tiene que ver ya con el de Wuhán y es de los más contagiosos de la historia.

Este veterano investigador de las enfermedades infecciosas cree que China tendrá que asumir la triste realidad que occidente aún digiere desde la llegada de ómicron. “Este virus –que tiene poco que ver en su contagiosidad con el extinto de Wuhán–, sencillamente, no se puede detener”. Como mucho “se consiguen reducir significativamente los impactos en la salud“. Y asumir cierto umbral de muertes ligadas a la covid. ¿Podrá el gobierno contener y erradicar las protestas que se propagan a la misma velocidad entre parte de su ciudadanía?

Fuentes