Sin cambio climático, la ola de incendios hubiera sido cientos de veces más improbable, pero hay más factores

Incendio en Navaluenga, Ávila. Imagen: Raúl Sanchidrián - EFE.
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¿Es la ola de incendios de 2025 producto del cambio climático? Quizás la palabra no sea producto. Pero la mayor experta mundial en estudios de atribución, Friederike Otto (ICL), está “completamente segura“ de que hay un vínculo claro.

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La World Weather Attribution (WWA), organización que dirige Otto, ha publicado un estudio de urgencia que viene a decir que, sin emergencia climática, la realidad hubiera sido muy distinta. Pero no exenta de incendios, si bien sus características están cambiando en los últimos años: son más difíciles de extinguir y su devastación es mayor por al menos dos razones, que son un calor sin precedentes y condiciones de sequedad muy importantes. Sin embargo, distintas personas expertas hablan de otros factores añadidos.

Cambio climático e incendios: las claves

40×
El cambio climático hizo que las condiciones extremas que favorecieron los incendios fueran hasta 40 veces más probables.
200×
La ola de calor fue 200 veces más probable por la emergencia climática. Y esta, a su vez, determinante en la magnitud de los incendios.
30%
Las condiciones calientes, secas y ventosas fueron alrededor de un 30% más intensas que en una época preindustrial.
15 A
Antes, estas condiciones solo ocurrían cada 500 años, pero ahora pueden repetirse cada 15 años.
×4
Se ha cuadruplicado la superficie quemada respecto a los últimos 30 años. El doble, en Portugal (que está a la cabeza en el decenio).

Para la doctora Otto los fenómenos extremos son realmente ”el final del cambio climático, donde golpea a la sociedad con fuerza”. Su equipo ha hecho un “análisis superrápido” centrado en las condiciones que típicamente propician un incendio forestal. Con ello se establece un nivel de riesgo (el DSR) que indica no tanto cuán fácil es que se inicie el fuego sino, sobre todo, lo difícil que es de extinguir.

Sus conclusiones apuntan a que entre el 8 y el 17 de agosto de 2025, la península ibérica vivió una realidad meteorológica sin precedentes, ligada a una ola de calor que la WWA también liga a la emergencia climática. De ahí la conexión para hablar de que esta ola de incendios de 2025 hubiera sido unas 200 veces más improbable sin el cambio climático y sus nuevas olas de calor. Pero aquí comienzan los matices.

Incendios y cambio climático: los matices

  • No es fácil hablar en términos estrictamente científicos de que un fenómeno concreto es producto del cambio climático. Se habla de probabilidades. Y en este caso, son indirectas, pero determinantes. Dicho en lenguaje llano: el cambio climático no produce incendios forestales, pero los hace peores. Incluso inextinguibles.

  • El estudio se centra, sobre todo, en las temperaturas máximas, que han sido muy notables durante la ola de calor, pero hay condiciones clave que el propio estudio menciona, como recuerda Víctor Riera (Fundación Pau Costa): despoblación y envejecimiento que han permitido el abandono de prácticas agrícolas o de gestión forestal tradicionales.

  • Esto viene de atrás. 2025 ha sido un año anómalo, pero desde al menos 2017 ya se conocen los llamados incendios de sexta generación, que es una manera coloquial de hablar de fuegos muy difíciles de extinguir con los medios humanos conocidos. Es decir, prácticamente hay que esperar a la lluvia, a que el viento cese y a una bajada de temperaturas.

  • Aunque el estudio lo sugiere, no es del todo cierto que la ola de incendios de 2025 sea la peor de la historia, con o sin cambio climático. No, al menos, en superficie quemada, recuerda Víctor Fernández-García (UniLeón). Venimos de los terribles años ochenta. “Quizás sí son los peores en otros aspectos, como tamaño o intensidad”, afirma en el SMC de España. Como explicaba a Newtral.es Paco Lloret (CREAF y UAB), la superficie quemada en España ha tendido a descender desde los años noventa. O, por lo menos, a estabilizarse. La cuestión es que hay cada vez más riesgo de que “esto se dé la vuelta” con megaincendios u oleadas como la de este año.
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  • Si nos centramos sólo en la ola de calor, sí que podríamos decir que sin cambio climático esta ola de incendios de 2025 hubiera sido unas 200 veces más improblable. Si nos centramos en más aspectos propios del calentamiento global, unas 40 veces menos probable. Pero es fácil perderse en esta matemática.

    Para Fernando Valladares (MNCN-CSIC) es muy importante entender que un estudio estadístico de atribución “no es una simple correlación, ni mucho menos una opinión informada, sino un complejo análisis matemático basado en simulaciones y modelos que arrojan probabilidades, como la extraordinaria contribución del cambio climático al calor extremo y sostenido en agosto y a los incendios extensos e intensos”.

El verano fue realmente anómalo por varias razones. Y cada vez que hay un verano particularmente cálido y seco durante muchos días, se dan fenómenos (tormentas secas, vientos...) que hacen muy difícil extinguir incendios.

Entonces, ¿por qué si el cambio climático es global hay zonas de España que no han ardido (tan mal)?

También en el SMC de España, la directora del Centro Vasco de Investigación del Cambio Climático, María José Sanz, apunta que el estudio “debe ponerse en un contexto más amplio de cuáles son los otros factores (falta de gestión de las masas forestales, mejores sistemas de alerta y coordinación, por ejemplo) que, combinados con las condiciones climáticas, son críticos para que se produzcan estos desastres. Porque si no se consideran todos ellos en conjunto se puede generar un sentido de impotencia que lleve a la no acción o al diseño de medidas preventivas ineficientes”.

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Es cierto que los incendios de sexta generación son capaces de generar su propia meteorología (nubes propias, vientos y rayos). Y que estos llevan la marca del cambio climático. Pero Eduardo Rojas Briales (UPV), exsubdirector general de la FAO, hace memoria. Incendios históricos como el de Ayora (1979) y los de la Cataluña central (1994) tendrían algunas de estas características. Fueron devastadores y ahí fue clave la continuidad de la masa vegetal.

Pongamos un caso concreto: la zona de Castromil (entre Zamora y Ourense). Si miramos los datos concretos, “este año ha ardido lo de siempre (2020, 2024...), apunta el profesor Víctor Riera, pero esta vez el fuego no ha parado. Cuando analizamos un incendio necesitamos contrastarlo con otros años, ver qué ha hecho el fuego para entender por qué lo ha hecho. Estoy convencido de la alta disponibilidad del combustible, y del efecto de estas olas de calor, pero para saber que este evento ha sido tan inusual, falta más comparativa que sólo hectáreas totales”. 

Este investigador destaca un aspecto que menciona el estudio: recuperar la gestión y adaptar los territorios para dotarlos de mayor resiliencia, contribuiría muy positivamente a la lucha contra el cambio climático y, desde luego, los propios incendios. Pero cómo hacerlo (incluso fomentando la quema controlada de biomasa) tiene otro debate.

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