La nueva normalidad del calor extremo: “Hay que adaptarse a primaveras de 30ºC”

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El calor extremo en España podría no ser sólo patrimonio del verano. Si el estío de 2022 batió récords –sobre todo en regiones poco acostumbradas a temperaturas tan altas–, 2023 parece seguir su estela. Lo llamativo es que estos episodios sofocantes comiencen en primavera, con lo que no computan como ‘olas de calor’ pero sí como extremos térmicos. El año pasado, en mayo. Este, en abril.

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“La primavera está siendo poco a poco devorada por el verano”, destaca el climatólogo y experto en datos Dominic Royé (Universidad de Santiago de Compostela y Fundación para la Investigación del Clima). No es cuestión de un año o dos. Según los datos analizados por AEMET, tomando como referencia el periodo 1971-2000, los veranos duran unas cinco semanas más hoy que en 1980. Y cuando hablamos de verano, hablamos de días en que el calor moderado o extremo se cuela en la primavera astronómica.

Los días de verano en las principales ciudades españolas han pasado de 90 a 145 en los últimos 50 años, según otro estudio de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Las olas de calor diurnas se han multiplicado casi por siete. Las noches tropicales o tórridas, casi por once en las últimas décadas.

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Las elevadas temperaturas del jueves y viernes de esta semana en diversos puntos de la península “no son, en absoluto, una situación habitual para esta época del año”, precisa desde AEMET el meteorólogo facultativo Ricardo Torrijo. Sin embargo, como apostilla Royé, empiezan a ser la 'nueva normalidad'. Conforme a un análisis de datos que ha realizado sobre el calor extremo en primavera, tendremos que “adaptarnos a primaveras con muchos más días por encima de 30ºC”.

En concreto, en el peor de los escenarios, en provincias como Sevilla, pasaríamos de 82 días con calor (>30ºC) por década a 346 hacia el final del siglo. En el escenario de calentamiento global más optimista (+1,5ºC de media en la Tierra), Sevilla duplicaría sus días de calor más o menos extremo en primavera hacia la mitad de la centuria. Y llegaría al siglo XXII con unos 21 días de más de 30ºC en cada estación primaveral (212 días por década). Esto no son cálculos exactos, sino proyecciones con la mayor de las resoluciones posibles (28 km) y contando con lo difícil que es aproximarse a una cifra cuando la orografía es compleja. Pero nos da una idea de los futuros escenarios climáticos de España.

“Esto puede ser más notable en sitios donde no están tan acostumbrados a estas temperaturas”, como en Galicia, donde vive Royé. “Aunque el impacto será notable en casi todos los lugares [no bañados por costa]”. Entre 1985 y 2014, Ourense apenas ha tenido 2 días de calor importante o extremo en primavera por década. En el peor de los escenarios, multiplicará por 28 sus jornadas primaverales con más de 30ºC para finales de siglo. En el mejor de los casos, se las multiplicará por 10. El calor extremo se adelanta en primavera. Aunque estamos a tiempo de parar esta tendencia.

El primer día de calor importante o extremo se adelanta a la primavera meteorológica

Oficialmente, el verano meteorológico comienza el 1 de junio (21 días antes que el verano astronómico). Las olas de calor se definen en España como “al menos tres días consecutivos en que al menos el 10% de las estaciones [de medición] registran máximas por encima del percentil del 95% de sus histórico de temperaturas máximas diarias de los meses de julio y agosto del periodo 1971-2000”. O sea, tres días de calor seguidos no con con temperaturas altas, sino de las más altas del verano. Así, en abril o mayo no se puede hablar propiamente de 'olas de calor'. Pero el episodio que en 2022 se registró justamente en mayo casi podría considerarse como tal.

Primer día de calor en Sevilla en el futuro
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Primer día de calor en Madrid en el futuro

¿Cuál es el primer día en que hace calor de verdad (no necesariamente extremo) en primavera? Depende de la región, pero en la mitad sur peninsular, típicamente no antes de mayo. “En mi análisis yo me fijé en cuándo llega el primer día del año con 30 grados o más”, explica Royé por videoconferencia. “Lo normal en Sevilla es a principios de mayo, pero para mediados de este siglo ya aparecería ese primer día de calor en abril –como ocurre con el calor extremo de primavera en este 2023, en que rozan los 40ºC–”. Es decir, lo de este año puede ser más normal, con la tendencia de calentamiento que lleva el planeta.

Con la tendencia actual, el primer día con 30ºC en Sevilla se adelantará a marzo, para finales de siglo.

“Pero es que incluso, a finales de siglo, en el peor caso, tendrán 30ºC o más en marzo”. Es decir, “la primavera es probable que en algún momento desaparezca y pasemos del invierno al verano de golpe“, señala Royé, siempre ante los peores escenarios que, con los niveles de emisiones de CO2 o metano actuales, se alcanzarán sin duda, conforme al panel experto del clima de la ONU (IPCC).

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En otras grandes urbes, como Madrid, el calor moderado (no hablamos de calor extremo en primavera) no llegaba hasta el 8 de junio, típicamente. A mediados de siglo puede haber 30ºC desde la tercera semana de mayo. Y para final de siglo, en el más optimista de los escenarios, el primer día de calor 'de verdad' se adelanta a San Isidro. Y en el más pesimista, los 30ºC llegarán en abril, como en este 2023. Y eso será lo normal.

La salud se resiente cuando el calor se adelanta

El calor mata. Quizás algo menos que el frío, en términos generales. Pero, como explicaba a Newrtal.es el investigador de ISGlobal Marcos Quijal, “temperaturas que nunca hemos visto, en el futuro, pueden ser cotidianas. El riesgo en las temperaturas cálidas es mucho más alto que en las temperaturas frías”. Su equipo ha estudiado el impacto de las olas de calor en nuestras latitudes, en concreto, “nuestros modelos prevén un aumento desproporcionado de la mortalidad atribuible al calor en los países del arco Mediterráneo”. Un 8% de los fallecimientos serán por alta temperatura a final de siglo en España, si continúa esta escalada térmica.

El episodio de abril de este año no se considera ola de calor y tampoco se espera un impacto muy significativo en la mortalidad. Sin embargo, cuando las altas temperaturas se adelantan, los riesgos por falta de aclimatación o preparación y el peso en el conjunto de la temporada, también.

El sistema de monitorización de la mortalidad por todas las causas (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), estima que en España se produjeron más de 4.700 muertes relacionadas con el exceso de temperatura entre finales de abril y comienzos de septiembre de 2022. Pero otro estudio, de 2023, aumenta esta cifra. Las altas temperaturas del verano del año pasado estarían tras más de 12.000 muertes por el calor en España. Esto implicaría casi un 50% más que los cinco años anteriores, según un estudio publicado en la revista Epidemiology

“No son todo golpes de calor”, explicaba en el stream Newtrinos el epidemiólogo social y estadístico Aurelio Tobías (IDAEA-CSIC). Las altas temperaturas, sobre todo las que no nos dejan dormir, “incrementan el riesgo de enfermedades cardiovasculares y respiratorias”, incidiendo en la mortalidad. El golpe de calor representan apenas llega al 3%. El resto se relaciona con “agravamiento de patologías previas que terminan, por ejemplo, en infartos”, explica Royé, coautor del estudio.

Las ciudades de España tienen una de las anomalías de temperatura más acusadas del mundo, en los últimos 50 años. Cada década los veranos empiezan una semana antes y terminan unos tres días después.

El otro trabajo en el que también participó el año pasado, concluyó que por cada 1.000 muertes por problemas del corazón o vasculares, las jornadas de calor extremo generaban 2,2 muertes adicionales. Y esto es peor en primavera o al comienzo del estío, cuando se producen los primeros días sofocantes. El impacto para la salud es mucho mayor a principios del verano y disminuye durante la temporada. Las olas de calor, además, están adelantando las muertes atribuibles a las temperaturas.

Riesgos para la salud laboral en el campo y en la ciudad

Y, mientras que en el campo golpea a sus trabajadores y amenaza a la salud alimentaria (“aumenta la evaporación y disminuyen los recursos hídricos”), en la ciudad se agudiza el efecto 'isla de calor'. Más del 4% de la mortalidad estival en las ciudades europeas es por este efecto, en donde la falta de vegetación y la presencia de asfalto y cemento hacen subir la temperatura media entre 1 y 3 grados respecto a la periferia. El estudio de la UPC publicado ahora subraya que en las principales ciudades de España los mercurios han subido +3,54°C entre 1971 y 2022. Es una de las anomalías climáticas más acusadas del mundo.

"Las predicciones basadas en las emisiones actuales revelan que las enfermedades y muertes relacionadas con el calor se convertirán en una carga mayor para nuestros servicios de salud en las próximas décadas", afirma Tamara Iungman, investigadora de ISGlobal, quien firmó este estudio en The Lancet que pone el foco en la necesidad de más árboles en las urbes.

El director de la Iniciativa de Planificación Urbana, Medio Ambiente y Salud Mark Nieuwenhuijsen apuntaba en este reportaje sobre adaptación a varias estrategias: árbolado en la ciudad que genere áreas sobreadas, vegetación para mantener los niveles de humedad, un urbanismo que minimice la superficie que 'refleje' ese calor y técnicas constructivas ligadas a la eficiencia energética. Eso, y los habituales consejos de Protección Civil para evitar los golpes de calor.

La adaptación a las altas temperaturas ha sido un relativo éxito en España en la última década. Hay soluciones de urgencia, como aumentar el uso de aire acondicionado. Otras, estructurales, como los refugios climáticos. Pero Royé destaca que esto no soluciona todos lo que provocará el calor puesto que es imposible adaptarse al 100%.

Fuentes

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  • Hay que adaptarlo todo: sociedad, economía, cultura, trabajo, costumbres, relaciones internacionales, etc., al cambio climático, en todo el planeta. O eso, o nos extinguimos. Hará falta una verdadera revolución, y muchas de nuestras actuales creencias más asentadas, deberán desaparecer.