Blockchain: Qué es y por qué hablamos menos de la cadena de bloques

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Una de las palabras que más usan los informáticos para hacer chistes sobre la gente de marketing es blockchain. Este término se ha convertido en una de esas palabras sonoras que designan la tecnología detrás de un proyecto que pocos pueden explicar bien, pero que suena muy avanzado y sirve para vender mejor un proyecto. 

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No debería serlo, porque blockchain es una tecnología muy potente y real que ha abierto caminos impensables. Ha hecho que modelos descentralizados y seguros entre participantes que no se fían unos de otros sean posibles. De hecho, es la primera vez que la humanidad puede tener monedas sin una autoridad central, con todo lo que ello implica en términos de modelos de sociedad y cambio de estructuras tanto en finanzas como en logística.

La extensión de un sistema de dinero digital ahorraría una gran parte de costes: la industria financiera se gasta 80.000 millones de dólares anuales únicamente en hacer posibles transacciones seguras, según Marta García Aller en ‘El fin del mundo tal y como lo conocemos’. 

Desde 2008, tras la figura enigmática de su creador, Satoshi Nakamoto, la aparición de Bitcoin y las criptomonedas han ido sonando cada vez más, y blockchain, la tecnología detrás de todo esto, pasó a ser la promesa de un mundo descentralizado, seguro y transparente. 

Ante la revolución de las transacciones, la banca se ha convertido en uno de los sectores que más han invertido en esta tecnología. Facebook puso a los bancos en alerta cuando anunció Libra, su propia criptomoneda global, aunque en los últimos meses ha cambiado de estrategia para convertirla en una moneda vinculada a las divisas locales de cada país en los que opere, como una plataforma de pagos. Más un Paypal que un bitcoin.

China ha tomado la delantera a otros países y desde hace tiempo está desarrollando su propia criptomoneda oficial, llamada llamada DC/EP (Digital Currency/Electronic Payment). Está basada en un blockchain creado por el Banco Popular de China, centralizado y con fines de control social. El Foro Económico Mundial en un informe anuncia que 2020 podría ser el año en que tengamos la primera moneda virtual global.

¿Por qué ya no hablamos de blockchain? 

Pero el entusiasmo innovador parece haber decaído. Según Antonio Fernández Anta, profesor investigador en blockchain en IMDEA Networks, lo que está pasando es que ya no es una novedad tecnológica, y siguiendo la curva de Gartner, que se usa para medir la madurez comercial de una tecnología, estamos bajando del pico de expectativas

De Samuel Johnson – Trabajo propio, CC0

También Luis F. Chiroque, ingeniero matemático que trabaja con blockchain en una empresa del grupo de Red Eléctrica lo ve así. “Se ha intentado meter con calzador en cualquier caso y usarlo hasta donde no tenía sentido”.

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¿Hay nuevos proyectos? “Nosotros en Red Eléctrica no hemos llegado a hacer ningún proyecto completo, nos hemos quedado en pilotos y simplemente por probar la tecnología, por ver si nos satisface desde el punto de vista funcional, si tiene ventajas o inconvenientes, si es más caro o más barato”. 

Fernandez Anta cree que ya hemos superado ese punto de desilusión y estamos subiendo la curva. Señala a 2018, cuando bitcoin llegó a casi 20.000 dólares cuando él se “dio cuenta de que Blockchain ya no va a ser esa herramienta que va a cambiar el mundo de un día para el siguiente”. 

Diciembre de 2017: bitcoin llega a 18.640,26 dólares. Fuente: Coindesk

Ahora cree que “puede servir a largo plazo pero es una tecnología que tiene más utilidad en entornos más reducidos. Entornos en los que hay unos cuantos agentes o entidades que quieren colaborar pero que no se fían totalmente unas de otras”.

La cantidad de despliegues de blockchain que se están haciendo en estos momentos es imposible de seguir, según Fernández Anta, pero entre las tecnologías blockchain para cadenas privadas más populares menciona a Hyperledger Fabric, una evolución del blockchain apoyada por IBM, y que se encuentra bajo el paraguas de Hyperledger, una gran plataforma de código abierto para la cadena de bloques, iniciado en diciembre de 2015 por la Fundación Linux.

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¿Qué es blockchain? 

Blockchain se puede definir en torno a varios ejes: es una tecnología, es la descentralización como modelo, y es el negocio detrás de esto. Vamos con lo primero. 

El blockchain es un registro de transacciones: es una base de datos enorme que se distribuye entre todos los participantes, es como un libro de contabilidad en el que se van apuntando de forma permanente todas las transacciones que ocurren en la red.

A diferencia de una versión de papel, se encuentra distribuido, porque no hay una copia única del libro mayor; y descentralizado, porque no hay una autoridad única en control. Cada participante es un nodo (o un servidor potente) y se conecta a una red P2P (peer-to-peer, entre iguales), sin un ordenador principal.  

Blockchain se traduce como cadena de bloques. La mejor forma de entender esta tecnología es imaginar una larga cadena, donde cada bloque tiene información del anterior. Es un gran registro, donde por diseño ninguna de estas informaciones puede ser editada y para añadir nuevos bloques se necesita consenso de toda la red. 

Un bloque es una agrupación de transacciones, marcadas con un sello de tiempo, y una huella digital del bloque anterior, llamada hash. Esta tecnología propaga las transacciones y bloques a cada nodo de la red. Este registro, por lo tanto, es distribuido, no se encuentra localizado en un solo servidor o lugar, y nadie tiene la autoridad sobre el mismo, sino que es toda la red que llega a un consenso para añadir bloques. 

En la práctica esta tecnología ha permitido la implementación de un registro contable distribuido que permite soportar y garantizar la seguridad de dinero digital. En esta tecnología están basadas bitcoin y otras criptomonedas.

Una de las características principales de este sistema es que se puede prescindir de una autoridad, o de una entidad que centralice la información. Esto se consigue a través de un protocolo para todas las operaciones que se efectúan sobre la blockchain que hace posible un consenso entre todos los participantes de la red. Se considera una tecnología en la que la «verdad» (estado confiable del sistema) es construida, alcanzada y fortalecida por los propios miembros.

¿Cómo funciona? 

Los participantes de la red pueden generar nuevos bloques a través de actividad computacional costosa (en términos de energía) e intensiva conocida como minería.

Los “mineros” son quienes verifican las transacciones y las agrupan en nuevos bloques. Funciona con técnicas criptográficas, de modo que la información que está contenida en un bloque sólo puede ser editada o rechazada modificando los bloques posteriores. 

El algoritmo de minería es una parte central de este proceso. Para un ejemplo, tomemos el algoritmo de bitcoin, que se llama SHA-256. Este algoritmo recibe una entrada que puede ser texto, números o incluso un archivo de ordenador de cualquier longitud y produce una salida, llamada hash, que tiene siempre la misma longitud, 256 bits. 

La misma entrada dará la misma salida, pero si realizamos un cambio en la entrada, la salida cambia. Es lo que se llama una función unidireccional, porque si sólo tienes la salida no puedes calcular la entrada. 

El primer bloque de bitcoin fue minado por el mismo Satoshi Nakamoto el 3 de enero de 2009, con una recompensa de 50 bitcoins

Si un participante (María) le debe a otro (Juan) dos bitcoins, para hacer una transacción María transmite un mensaje a todos los mineros de la red. En ese mensaje está la dirección pública de Juan, la cantidad de bitcoins que quiere transferir, una firma digital y la clave pública. La clave privada de María se usa para firmar la transacción y que los mineros validen que ella es la propietaria de esos bitcoin.

Cuando la validación está hecha, esa transacción se agrega a un bloque con otras transacciones y se “mina”. Esto es que se pasa el bloque por el algoritmo SHA-256, y cuando se resuelve el problema matemático, se emite el bloque al resto de mineros, que lo agregan a su copia de la blockchain. Los nodos que consiguen subir un bloque reciben una comisión, una recompensa en forma de criptomonedas. 

¿Cómo nació blockchain? 

A finales de 2008 una persona (o grupo de personas) conocida como Satoshi Nakamoto publicó en una lista de correo de criptografía su “white paper” (libro blanco) que contenía la documentación de implementación de bitcoin, e incluía la ideación de la primera base de datos de blockchain. En ese proceso, Nakamoto fue el primero en resolver el problema del doble gasto para las divisas digitales utilizando una red peer-to-peer (entre iguales). 

Blockchain no se limita a bitcoin, sino que ha ido desplegándose en otros ámbitos, como Ethereum y los contratos inteligentes, cadenas de suministro, o sistemas de votación, entre otros.

El primer bloque de bitcoin fue minado por el mismo Satoshi Nakamoto el 3 de enero de 2009, con una recompensa de 50 bitcoins. El destinatario fue Hal Finney que recibió 10 bitcoins de Nakamoto.

Hasta diciembre de 2010, Nakamoto se mantuvo activo participando en el desarrollo de bitcoin, y después desapareció dejando un enigma tras su figura. La especulación sobre su identidad ha llenado muchas páginas y foros digitales que señalan a posibles candidatos, sin que ninguno haya sido verificado. 

¿Qué tiene que ver con bitcoin y las criptomonedas? 

Aunque antes de internet había avances en el ámbito de la computación distribuida y centralizada, en 2008 la creación de blockchain para su aplicación en monedas virtuales como bitcoin significó la solución a un problema que no había sido resuelto hasta entonces sin recurrir a una autoridad de confianza o un servidor central, el del doble gasto.

El problema del doble gasto es al que se enfrenta toda moneda digital o virtual: cómo aseguramos que cada token (o moneda que no tiene valor intrínseco sino valor nominal) no se gasta más de una vez.

El protocolo criptográfico que emplea bitcoin (llamado prueba de trabajo) evita la necesidad de una tercera parte confiable en la validación de las transacciones, ya que estas se guardan en un registro público de contabilidad que todos pueden validar y auditar y a efectos prácticos no se puede modificar. 

Pero blockchain no se limita a bitcoin y a las criptomonedas, sino que ha ido desplegándose en otros ámbitos, como Ethereum y los smart contracts (contratos inteligentes), aplicaciones en identidades digitales, registro de datos, cadenas de suministro, sistemas de votación, o seguridad automatizada, entre otros.  

¿Qué es Ethereum? 

Ethereum es una plataforma de software distribuida pública, de código abierto y basada en blockchain. Es una red completa, con su propio lenguaje de codificación y sistema de pago. Permite a los usuarios crear aplicaciones descentralizadas en la blockchain de Ethereum. Estas aplicaciones permiten eliminar al intermediario y a todos los gastos asociados con la participación de un tercero. 

El sistema global consiste en los nodos, que son voluntarios, que descargan y mantienen la cadena de bloques y hacen cumplir las reglas de consenso del sistema. También interpretan los smart contracts o contratos inteligentes, diseñados para cumplir acciones específicas en la red. Esta red también utiliza un token de criptomoneda que se denomina “Ether”. 

Vitalik Buterin en el TechCrunch Disrupt London 2015. Foto: John Phillips CC BY 2.0

Vitalik Buterin es un programador que consideraba que bitcoin necesitaba crear aplicaciones descentralizadas. Al no lograr un acuerdo en la comunidad, comenzó el desarrollo de una nueva plataforma y a fines de 2013 describió Ethereum en un libro blanco, que distribuyó entre sus amigos. El proyecto se anunció públicamente en 2014, en la North American Bitcoin Conference en Miami, con una larga lista de fundadores. Seis meses más tarde Buterin comunicó a los fundadores que el proyecto se llevaría a cabo sin fines de lucro.

¿Qué es un smart contract o contrato inteligente?

Son instrucciones escritas dentro de los bloques, que dicen bajo qué condiciones se puede hacer una transferencia de dinero.

La operación más simple en bitcoin es decir que quieres que se muevan tantos bitcoins de tal cuenta a tal cuenta. Pero puede ser que necesites que requiera la firma de dos personas -o mejor dicho de dos cuentas-, o que para esta transferencia alguien tenga que presentar una credencial. Eso es una lógica un poco más compleja que una simple transacción, y para eso sirven los smart contracts

Por ejemplo, dice Fernandez Anta, «se puede meter un programa para votar que crea unas instrucciones y define cómo alguien utilizando ethers puede participar en una votación. O puede hacer un programa para hacer subastas”.

Luis F. Chiroque considera a los smart contracts una herramienta muy buena a la hora de hacer transformación digital en empresas. “Vienen de una idea antigua que era procesar un código software de manera distribuida: aprovechando que debajo está blockchain, te da seguridad de los mensajes que se intercambian”. 

¿Cómo se está utilizando esta tecnología? 

Según Fernandez Anta, hay muchos proyectos en marcha usando blockchain y cada vez va a haber más. “Lo que ocurre es que la mayoría usan blockchain privados (consorcios), donde solo los participantes del proyecto pueden operar”.

En su opinión el uso potencial de blockchains privados para colaboración entre empresas e instituciones es inmenso y tiene tanto o más futuro que los blockchains públicos.

Una clasificación de los blockchain en función de quién los mantiene y quién los puede usar es esta propia que traza Fernández Anta: 

  • Públicos: Cualquier persona o entidad puede añadir un servidor para mantener el blockchain. Cualquier persona o entidad puede usar el blockchain (añadir operaciones). Este tipo es el más popular, con ejemplos como Bitcoin o Ethereum.
  • Privados: Un grupo cerrado (se suele hablar de consorcio) de entidades mantiene el blockchain usando sus servidores y lo usan para colaborar. Un ejemplo es un grupo de bancos que lo usan para mantener el balance de lo que se deben unos a otros. Los bancos colaboran, pero no se fían unos de otros.
  • Mantenimiento privado y uso público: Un conjunto cerrado de entidades mantiene el blockchain pero permite a cualquiera usarlo. Este esquema se podría usar por ejemplo en la administración pública. Se puede tener un blockchain para mantener la propiedad de vehículos, mantenido por la propia administración y entidades independientes de control, y que cualquier ciudadano puede en principio consultar.

La operadora española de electricidad Red Eléctrica acordó en 2018 un préstamo sindicado basado en blockchain, y Luis F. Chiroque, ingeniero matemático, estaba en el departamento de Tecnologías de la Información de esa empresa cuando se realizó.

Le preguntamos por qué se utilizó blockchain para esto y explica que “la propia tecnología te da un canal de comunicación para intercambiar información en la que cada una de las pequeñas iteraciones se va almacenando una sobre otra, y cuanto más información haya más difícil es modificar o hackear la información de los primeros bloques. Se comparte la información entre todos, se consigue transparencia y que estos datos son inmutables y son criptográficamente seguros, puedes saber tú que A ha hablado con B pero no puedes saber cuál ha sido la conversación”.

Criptourbania es una asociación de personas del ámbito científico y tecnológico, que trabajan en empresas y organismos públicos de investigación. Tiene como objetivo promover que las personas estén a los mandos de sus datos, y que los algoritmos de Inteligencia Artificial que se nutren de estos datos sean transparentes y estén enfocados hacia la resolución de problemas.

Consideran que los datos personales deben ser gestionados por los ciudadanos y que para ello necesitan trazar las transacciones de forma generalizada e intercambiar valor entre un gran número de agentes que no se conocen y que por definición no confían unos en otros. “Estas funcionalidades son resueltas por una tecnología como blockchain”, nos explica Rubén Muñoz Pedrero, coordinador de Criptourbania, que también ha sido gerente de blockchain y experimentación digital en Repsol.  

Quieren «aplicarlo en el entorno de las ciudades inteligentes donde, por ejemplo, podemos generar nuevas formas de relación entre empresas, administraciones y ciudadanos a nivel energético, agregando datos de consumo/generación energética de todos los agentes y creando entidades descentralizadas autónomas (cooperativas digitales) que compren energía en los mercados, habiliten microinversión local en renovables, en eficiencia energética e incluso permitan compartir infraestructuras entre todos”, por citar un ejemplo.

Sus próximos pasos son crear una alianza de ciudades y ya han contactado a San Sebastián, Valencia, Rubí, Barcelona, Valladolid, A Coruña, y Rivas-Vaciamadrid.

El futuro de blockchain

El Foro Económico Mundial presentó un informe este año en el que reconoce que aunque blockchain está despegando, se ve obstaculizado por mala publicidad y trabas regulatorias. La regulación de este tipo de sistemas suele ser el principal freno al desarrollo de sistemas descentralizados.

Cuando se trata de activos patrimoniales, todos nuestros sistemas regulatorios están diseñados para mantenerlos cerrados y propietarios. En esta confrontación con los fundamentos de nuestra sociedad, no es extraño que sistemas como el blockchain o las criptomonedas estén llevando tiempo en ser adoptadas.

Sheila Warren, responsable de Blockchain, datos y activos digitales en el Foro Económico Mundial, ve a blockchain presente en muchos sistemas descentralizados en la próxima década y también predice que “dejaremos de hablar sobre blockchain. Será dado por supuesto como una capa invisible de tecnología que nos permite conectarnos”. 

Fernández Anta coincide: “Va a haber un momento en que vamos a utilizar blockchain sin darnos cuenta, simplemente porque no lo vamos a ver. Va a ser para nosotros algo del día a día”.