Un ciudadano que esté fuera de casa unas 10 horas seguramente necesite al menos un par de mascarillas quirúrgicas diarias. Alrededor de 5 gramos de plástico que terminarán en la basura al cabo de la jornada. Unos 350.000 kg mensuales de desecho no reciclable en todo el mundo. Mascarillas que, por razones obvias, han venido terminando en los cubos de ‘resto’ de basura covid, conforme a los protocolos actuales por obvias razones de seguridad. Sumemos a los cubrebocas de un solo uso el resto de realidades plásticas que acompañan a una persona (sana) en el día a día de la nueva normalidad pandémica.
Puede parecernos el último de los problemas en medio de una crisis sanitaria sin precedentes para varias generaciones. Pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de poner el foco sobre el asunto de un tipo de residuos y basuras no tratadas que, hasta hace dos años, no existían. Según sus estimaciones, mascarillas desechables, tests, embalajes y viales de vacunas, jeringas y –sobre todo– equipos de protección (EPI) en el ámbito sanitario a suman más de 200.000 toneladas de basura que no tiene otro tratamiento que la incineración o la contaminación de suelos y aguas.
Dos años después del inicio de la pandemia no hay protocolos para gestionar o minimizar los residuos plásticos de la ‘basura covid’ no infecciosa.
La OMS basa parte de sus cálculos en las cerca de 87.000 toneladas de equipos de protección individual (EPI) que fueron adquiridos entre marzo de 2020 y noviembre de 2021. Esto, sólo dentro de la iniciativa conjunta de las Naciones Unidas para situaciones de emergencia. “La mayor parte de estos equipos acabarán convertidos en desechos una vez utilizados”, señala el informe. Y la ‘basura covid’ es sólo la punta del iceberg de los plásticos.
Para la química ambiental Ethel Eljarrat (IDAEA-CSIC), “este trabajo de la OMS llega un poco tarde”, según explica en conversación con Newtral.es. “Era normal que durante los primeros meses de pandemia estuviéramos desasoseagados y preocupados por sobrevivir. Pero dos años después tenemos datos de la dimensión ambiental de este problema, sobre todo por la enorme cantidad de plásticos [nuevos] que ahora generamos”.
El estudio no tiene en cuenta ninguno de los productos básicos adquiridos al margen de esta iniciativa, ni los desechos generados por la población, como por ejemplo las mascarillas quirúrgicas desechables o las FFP2, hechas esencialmente de fibras plásticas o polímeros (tejido no tejido). Según la OMS, el problema no es que se abuse de estos recursos, que son fundamentales. Sino que, dos años después, no existan protocolos para el tratamiento de estos residuos, planes de reciclaje allá donde sea posible o gestión de los químicos líquidos potencialmente contaminantes.
Hacia EPI que generen menos ‘basura covid’
El informe de la OMS se centra, sobre todo, en los residuos derivados del ámbito asistencial o sanitario. “Es absolutamente esencial proporcionar a los trabajadores de la salud EPI adecuados”, advierte Michael Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS, que añade que “también es fundamental garantizar que estos puedan utilizarse de forma segura, sin tener un impacto en el entorno cercano”, según ha señalado en la presentación de los datos.
“Hay líneas de investigación para desarrollar EPI más reutilizables o compostables”, explica Eljarrat. Pero no todo el problema de generación de plásticos está en los equipos de protección y mascarillas. Los expertos señalan que se han enviado más de 140 millones de kits de pruebas, que podrían generar 2.600 toneladas de residuos no infecciosos —principalmente plástico— y 731.000 litros de desechos químicos —el equivalente a una tercera parte de una piscina olímpica—.

Por otro lado, según el informe de la OMS, se han administrado más de 8.000 millones de dosis de vacunas en todo el mundo, lo que ha generado 144.000 toneladas de basura adicional, en forma de jeringas, agujas y contenedores de seguridad.
Para Eljarrat, a nivel local, también hay decisiones de gestión pública que no apuntan en el sentido de la sostenibilidad. “Lo que nos valía o creíamos hace dos años ahora ha cambiado en muchos aspectos. Sabemos que una buena mascarilla reutilizable de tela homologada y certificada puede ser tan eficaz como una quirúrgica en muchos contextos. Países como Alemania sí indican el uso de FFP2 –que duran el doble que las quirúrgicas– en interiores con mucha gente, por ejemplo, el transporte público”, apunta. Es decir, se distingue en qué lugares pueden ser más útiles unas u otras mascarillas.
Sin embargo, “estos países no obligan a usar mascarilla al aire libre (si hay distancia), como sigue ocurriendo en España, lo cual es un sinsentido que, además, aumenta los residuos cuando no aportan nada nuevo en términos de protección”, sentencia la investigadora.
Recomendaciones para una gestión de desechos
Un envase de plástico necesita entre 500 y 1.000 años para descomponerse. Alrededor del 40% del plástico que se fabrica va destinado a embalajes o productos de un solo uso, como mascarillas, EPI o jeringas, que conforman parte de la basura covid. Aunque también se ha disparado el consumo de plásticos de un solo uso en un exceso de celo, cuando se pensaba que las superficies contaminadas podían contagiar.
En los últimos 10 años hemos producido más plástico que en toda la historia de la humanidad. Ul 12% se incinera y el resto termina en ecosistemas, a veces, en forma de minúsculos microplásticos.
Los residuos no contagiosos de la covid todavía terminan en la incineradora, en el mejor de los casos. Porque la pandemia del coronavirus ha disparado la contaminación por mascarillas, guantes y otros plásticos de un solo según un informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) publicado el pasado junio.
En el actual informe de la OMS se formulan una serie de recomendaciones para una gestión de desechos más adecuada, segura y sostenible, y se destacan ejemplos de países y organizaciones que las han puesto en práctica con la voluntad de “reconstruir para mejorar”.
Algunas de estas recomendaciones son el uso de embalajes y envíos respetuosos con el medio ambiente; el empleo de EPI seguros y reutilizables y de materiales reciclables o biodegradables. También apuntan a la inversión en tecnologías de tratamiento de desechos que no recurran a la quema, como los autoclaves.
Por otro lado, recomiendan una apuesta por la logística inversa, para apoyar el tratamiento centralizado de las basuras covid. Así como inversiones en el sector del reciclaje para asegurarse de que los materiales, puedan tener una segunda vida. “Hay algunas empresas que ‘cuarentenan’ y esterilizan las mascarillas usadas con luz ultravioleta o calor para usarlas luego como materia prima para nuevos productos de plástico”, recuerda Eljarrat.
Para la organización internacional, esto puede lograrse mediante mayor presión regulatoria en cada país, reforzando la supervisión y los informes periódicos; la implementación de cursos de formación para el personal involucrado, y un aumento del presupuesto y la financiación.
“Un cambio de paradigma en la forma en la que la salud gestiona sus desechos incluiría un mayor control y mejores prácticas en materia de adquisiciones”, resalta Anne Woolridge, presidenta del Grupo de Trabajo sobre los Residuos de la Atención de Salud de la Asociación Internacional de Residuos Sólidos.
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