Un beso de 10 segundos. Así ha sido el corto encuentro entre la sonda Osiris-REx y el asteroide Bennu en la noche de este martes a miércoles. Poco después de la medianoche (hora peninsular española), la NASA ha hecho historia recogiendo muestras, brevemente, de un asteroide con forma de diamante a 334 millones de kilómetros de la Tierra.
«Sample collection is complete.» «All right! We’re on our way back!» After a TAG (Touch-And-Go) maneuver to capture a sample, our @OSIRISREx spacecraft fired its thrusters to back away from asteroid Bennu’s surface and navigate to a safe distance away. #ToBennuAndBack pic.twitter.com/skJPKlFRR3
— NASA (@NASA) October 20, 2020
Un pedazo de la humanidad «del tamaño de una furgoneta grande» se ha posado efímeramente sobre la llanura Nightingale. Una región rocosa en el hemisferio norte del asteroide Bennu.
Este lugar fue seleccionado porque contiene gran cantidad de material de grano fino sin obstáculos, aunque está rodeado de rocas del tamaño de un edificio. Durante el muestreo, la nave espacial ha estado en un espacio equivalente a cinco plazas de aparcamiento, en menos de 83 m2.
Durante el proceso de recolección, que ha durado en total 4,5 horas, se han realizado tres maniobras separadas hasta alcanzar la superficie del asteroide. La más delicada, la del posado. La gravedad del asteroide es tan pequeña, que haber usado un taladro o pala hubiera hecho rebotar instantáneamente a la sonda.
La nave se ha posado en la superficie disparando una de sus tres botellas de nitrógeno presurizado. El gas agita y levanta el material de la superficie de Bennu, para quedar atrapado en la cabeza recolectora de la nave espacial. Propulsores en marcha, y vuelta a casa.
Participación española
El Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) ha tenido una participación activa en la misión desde 2011. Julia de León, investigadora del centro, cree que se trata del momento más importante de la misión, que difiere de otras que se han enviado a estudiar asteroides en que retornará a la Tierra con muestras de Bennu.
La maniobra es peligrosa porque –bromea Julia de León en Efe– «la ciencia no ha acertado una vez más» y lo que desde la Tierra parecía una superficie cubierta de polvo fino resultó ser completamente llena de rocas, con dimensiones que van de algunos centímetros hasta decenas de metros.
«Es una locura. Esto nos hizo cambiar la estrategia de elección del sitio donde debía maniobrar la nave para su seguridad», explica.
Bennu: una cápsula del tiempo
Este momento decisivo se viene preparando desde que la misión alcanzó su objetivo el 3 de diciembre de 2018. El proyecto y viaje de siete años de OSIRIX-REx concluirá con la entrega a la Tierra de al menos 60 gramos y posiblemente hasta casi dos kilogramos de material del asteroide.
Debido a la distancia a la que se encuentran Bennu y la nave, las señales tardarán unos 18,5 minutos en viajar hasta la Tierra. Este lapso de tiempo impide operar en directo las actividades de vuelo desde nuestro planeta, por lo que todo el proceso, retransmitido por la NASA, se realiza de forma autónoma y automática.
Este cargamento especial promete dejarnos la mayor cantidad de material extraterrestre traído del espacio desde la era Apolo a la Luna, una pequeña y prístina muestra de los primeros días de nuestro sistema solar.
La misión espera traer de Bennu la mayor cantidad de rocas espaciales desde la era Apolo a la Luna.
Como otros asteroides de su tipo, Bennu es rico en minerales hidratados y moléculas orgánicas complejas, por lo que estudiar este material, tal y como se encuentra en el asteroide, puede dar las claves para comprender cómo llegaron esos compuestos a la joven Tierra y cómo dieron lugar a los seres vivos que hoy la habitan.
La sonda japonesa Hayabusa 2 hizo algo parecido en otro asteroide, Ryugu, en 2019, tras haber posado dos mini robots de exploración en su superficie, meses antes. Aún no han llegado a la Tierra las muestras recogidas por la agencia de Japón.
«Los asteroides son como cápsulas del tiempo, flotando en el espacio, que pueden proporcionar un registro fósil del nacimiento de nuestro sistema solar», dijo Lori Glaze, directora de la división de ciencia planetaria de la NASA, durante una conferencia de prensa el lunes.

Muchos asteroides, incluido Bennu, cruzan la órbita de la Tierra y algún día podrían chocar con nuestro planeta. Una mejor comprensión de estas rocas espaciales, que vienen en muchos tipos, podría ayudar a la humanidad a desviar una que podría estrellarse contra la Tierra.
El próximo, seguramente, el viernes. Pero no llegará a la superficie terrestre, sino que chocará con nuestra atmósfera. Un pequeño asteroide (2018VP1) del tamaño de una nevera nos visitará a más de 40.500 km/h.
La NASA estima que la probabilidad de que el asteroide, de la clase Apolo, impacte contra la Tierra en su aproximación más cercana el 2 de noviembre es del 0,41%.
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