Más de 80 años después del final de la Guerra Civil española, la unidad de técnicos especialistas en desactivación de artefactos explosivos y nucleares, radiológicos, biológicos y químicos (Tedax-NRBQ) continúa desactivando bombas antiguas del conflicto armado prácticamente cada semana.
La lista es larga y los escenarios, diversos. Los bomberos encontraron 400 proyectiles de artillería y granadas de mortero del bando republicano en el fondo del río Ebro cuando buscaban a un turista despistado, un grupo de arqueólogos halló un proyectil aéreo cuando limpiaba los restos de una muralla árabe en el centro de Toledo y otras dos granadas de mano afloraron gracias a un buscador de setas en Teruel.
Hay hallazgos casuales y otros que ocurren como resultado de accidentes graves, como cuando un coleccionista perdió una pierna al estallarle uno de los casi 400 obuses que guardaba en su almacén y que la Ertzaintza tardó varios días en desactivar. O otros más curiosos como una familia avisó del acopio de proyectiles que el abuelo mantenía escondidos en el trastero de la casa del pueblo, entre sus recuerdos.

Hace apenas unas semanas, un obús del conflicto apareció en la calle Sagasta, entre los distritos Centro y Chamberí de Madrid, por unas reparaciones del pavimento. Hasta allí se desplazaron los Tedax que habían encontrado otro proyectil de artillería unos días antes en otro punto de la ciudad. Los hallazgos de bombas antiguas son mucho más frecuentes en España de lo parece, tal y como afirma el equipo de artificieros que se encarga de desactivarlas.
Artificieros de la Guerra Civil en el siglo XXI: más de 80 años después siguen encontrando bombas
Según los datos de los Tedax, finalizado el conflicto, el Servicio de Recuperación de Material de la Guerra Civil recuperó y destruyó más de 1,3 millones de granadas de mano, 190.000 proyectiles y 3.300 minas entre 1939 y 1942. “Son cifras que se corresponden solo a la zona del frente de Madrid y que se encontraron durante tres años de búsqueda, queda muchísimo sin desenterrar”, explica a Newtral.es el inspector jefe de Tedax de la Policía Nacional, Francisco Javier Hernández, que forma parte del cuerpo desde 1990.
Todos los escenarios son posibles: se encuentran bombas antiguas en el casco histórico de Toledo, en pleno centro de Madrid, cuando se hace la reforma de alguna masía, en zonas agrícolas de la Comunidad Valenciana o en templos religiosos de Teruel. “Los frentes se localizaban en el extrarradio de las ciudades, a medida que aumenta la presión demográfica y se construye más, aparecen los artefactos”, relata a Newtral.es el sargento segundo de la unidad de desactivadores de Mossos d’Esquadra que prefiere no revelar su nombre por razones de seguridad.
Esto explica que durante la crisis económica, cuando la construcción se paralizó, también lo hicieran los hallazgos de explosivos. “En la medida que se reactivó la construcción y en la década de los 2000, cuando se alcanzó el techo del auge inmobiliario, encontrábamos artefactos todos los días, era mucho más que cotidiano”, recuerda Hernández.
Los artificieros prevén seguir desactivando bombas de la Guerra Civil durante 25 años más
Los Tedax de la Policía Nacional desactivan unos 7.250 artefactos al año, es decir, “munición de gran calibre de la Guerra Civil”. La neutralización de estas bombas antiguas constituyen el 12% del total de intervenciones que el equipo de artificieros viene realizando desde su creación, hace ya casi medio siglo.
Los Tedax-NRBQ son la unidad de élite que se encarga de rastrear artefactos explosivos. El equipo se fundó en el seno de la Policía Nacional en 1975. Más tarde, las policías autonómicas formaron a sus propios profesionales de artificieros. “Con ETA muy activa, Interior pidió a los Mossos d’Esquadra que se incorporaran a los Tedax en 1982”, relata el sargento segundo de los Mossos, en el cuerpo desde hace más de 20 años.
Esta policía autonómica, por su parte, ha desactivado desde 2012 (cuando comenzaron a escribir sus propias estadísticas), más de 2.000 artefactos de la Guerra Civil. “En nuestro trabajo diario, desactivar artefactos del conflicto del 36 tiene un peso importante porque en Cataluña tuvieron lugar importantes eventos, como la batalla del Ebro”, recuerda el sargento. “La previsión es que sigamos encontrando tantos como ahora durante, al menos, 25 años más”, detalla.
A la Ertzaintza esta demanda le llegó en los años 90.
“¿Pueden venir a sacar las bombas que hemos encontrado en el altillo?”
“Una familia quiere hacer reformas en la casa del pueblo y se encuentra con la colección de explosivos antiguos del abuelo, nos llaman: ‘¿Pueden venir a sacar las bombas que hemos encontrado?’”. Una historia real y recurrente en el trabajo de los Tedax.
La unidad de desactivación de explosivos es capaz de seguir las huellas de un conflicto que terminó en 1939 a través de los hallazgos de los ciudadanos que les avisan del descubrimiento de estas bombas antiguas. El equipo trabaja siempre a demanda.
“Nos llaman administraciones o constructoras cuando hacen movimientos de tierra porque van a construir nuevos edificios, los labradores cuando trabajan la tierra o familias cuando hacen reformas”, explican. Los hallazgos son muy habituales y mucho más cotidianos de lo que puede parecer, afirman. Y pueden ocurrir en cualquier lugar. Por ello, los Tedax han elaborado un protocolo de actuación para garantizar la seguridad del proceso de desactivación.
Tras valorar el riesgo del proyectil localizado, el objetivo es tocarlo lo mínimo posible. “Es importante hacer hincapié en la peligrosidad de la manipulación de los mecanismos de disparos de este tipo de artefactos de carácter militar porque el explosivo siempre funciona con total precisión, aun cuando hayan pasado 100 años desde su montaje”, explica José Fernández, jefe Instructor de la Unidad de Desactivación de Explosivos (UDE) de la Ertzaintza.
Si es posible detonarlo en el lugar donde se ha encontrado sin provocar derrumbamientos, se hace. Si no, se traslada a un lugar abierto para provocar su explosión, como canteras o centros militares. “Lugares donde solo molestamos con el ruido”, aclara Fernández.
La formación de los artificieros: solo un 5% pasan las pruebas
Entre la unidad de artificieros de élite Tedax-NRBQ, adscrita a la Comisaría General de Información de la Policía Nacional, los Tedax de los Mossos d’Esquadra y los de la Ertzaintza operan unos 400 desactivadores de explosivos: alrededor de 300 agentes en la Policía Nacional, 60 en los Mossos y menos de 50 en la Ertzaintza.
Para formar parte de este grupo de élite hay que pasar 18 meses de formación y entrenamientos, y someterse a toda clase de pruebas eliminatorias a diario. “El proceso selectivo es duro”, afirma Hernández. Cada curso se incorporan a las filas de los desactivadores de explosivos entre 14 y 16 profesionales, de una media de 300 opositores que se presentan en cada promoción.
“Algunos abandonan, a otros los echamos por no cumplir con las expectativas”, insiste Hernández. No es para menos, el curso consiste en 1.550 horas de química, física, biología, electrónica, telecomunicaciones, radiología o meteorología.
Fuentes:
- Ministerio del Interior
- José Fernández Lamas, jefe Instructor de la Unidad de Desactivación de Explosivos (UDE) de la Ertzaintza
- Francisco Javier Hernández, inspector jefe de Tedax de la Policía Nacional
- Sargento subjefe de los Tedax de los Mossos