Así se desinfló la teoría que aseguraba la existencia de vida (quizás extraterrestre) basada en arsénico

Bacteria GFAJ-1, erróneamente basada en arsénico | NASA
Bacteria GFAJ-1, erróneamente basada en arsénico | NASA
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Fue bautizada como GFAJ‑1, acrónimo de Give Felisa A Job. Y así pasó a la historia la bacteria con forma de patata microscópica que Felisa Wolfe-Simon encontró en donde no podía vivir nada: el lago Mono (California), tan salino como tóxico. Una sopa de arsénico propia de un mundo extraterrestre donde la vida es, en teoría, imposible. GFAJ-1 no sólo prosperaba en un lugar extremo (lo cual no era tan sorprendente), sino que ya en el laboratorio, el equipo de Wolfe-Simon observó atónito que ese microser era capaz de autoconstruirse a partir de arsénico. Dicho de otro modo, era una forma de vida basada en una sustancia incompatible con la vida.

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El 3 de diciembre de 2010, la NASA preparó una rueda de prensa cargada de expectativas. Se corrió el rumor de que habían encontrado alguna forma de vida extraterrestre. Pero el anuncio, lejos de eso, sí que abría una puerta a que ahí fuera hubiera microbios chapoteando en sitios imposibles hasta ahora, cargados de arsénico. La propia definición de vida parecía ensancharse en medio del arsénico, tanto como los lugares donde buscarla fuera de la Tierra.

Técnicamente, la bacteria descubierta estaba –de forma aparente– sumando arsénico (un arseniato) en vez de fósforo (un fosfato) a su organismo. El experimento se publicó en Science. “Era la gran novedad. No era sólo que pudiera tolerarlo, estaba incorporándolo a su ADN,”, recuerda César Menor Salván (UAH y GeorgiaTech) desde EE.UU. “Era la bomba, nos obligaba a replantear muchas cosas”. Este astrobiólogo sostuvo durante años que aquello que Wolfe-Simon había anunciado no podía ser cierto. “Lo usamos durante tiempo como un ejemplo de ciencia errónea”, aunque sin mala fe.

Por analogía, “sería como si los humanos tuviéramos en parte huesos con arsénico en vez de fósforo”. Demasiado exótico para ser verdad. En realidad, se ha demostrado otra cosa opuesta: “El arsénico podría haber sido tóxico, incluso, para la formación primera de vida en nuestro planeta”. Ahora, esta visión es mayoritaria y Science ha entendido que nunca pudo ser de otra manera.

15 años sin terminar de creérselo

La comunidad científica se mostró escéptica desde el principio. Varios investigadores replicaron el experimento sin hallar rastro de arsénico en el ADN de esa forma de vida llamada GFAJ‑1. La bacteria, decían, no era más que una extremófila (vive en lugares extremos), pero totalmente dependiente del fósforo. Años después, Science incluyó notas editoriales advirtiendo de la controversia.

Ahora, en julio de 2025, la revista ha dado el paso definitivo: se ha retractado del artículo de forma oficial. Y aunque no se detectó fraude, la decisión se basa en “el nuevo estándar editorial” que permite echarse atrás de trabajos con errores metodológicos graves aunque no haya mala conducta. Nueva polémica a la vista.

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“Yo siempre he discutido que no hay que pensar en químicas exóticas, —dice Salván por videoconferencia–, la química tiene unas reglas muy sólidas”. De hecho, el problema que ha habido con el arsénico es una “demostración de que realmente las reglas de la química están ahí. A su modo de ver, la retractación llega tarde, pero es ”importante para mostrar que el método científico se corrige a sí mismo. No debería pasar nada. Lo que se publica en un paper nunca es definitivo, no sienta jurisprudencia científica”.

“Es una pena que un descubrimiento tan alucinante acabe así… pero así es la ciencia y sin reproducibilidad no hay nada que hacer”, opina por su parte la catedrática de microbiología Josefa Antón Botella (UA).

Lo que GFAJ‑1 nos enseñó de la vida, el arsénico y los extraterrestres

Menor Salván cree que lo realmente interesante del caso de la supuesta vida basada en arsénico fue el marco que abrió aquella bacteria y otras descubiertas. En los últimos años se ha ensanchado la definición de vida y, sobre todo, “los límites de habitabilidad de un planeta”, cada vez más holgados. También ha puesto sobre la mesa un debate crucial: ¿Estamos preparados para reconocer formas de vida que no se parezcan a nada que hayamos visto? La respuesta, por ahora, es ambivalente. Porque a su modo de ver, no esperamos ver formas de vida químicamente muy distintas a las terrícolas.

“Estamos sesgados por las formas de vida de la Tierra y son muy variadas. Fuera nos podemos encontrar cosas que somos incapaces de imaginar

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Hay una limitación, como explica Ester Lázaro, astrobióloga en el Centro de Astrobiología (CAB‑INTA‑CSIC). “Estamos enormemente sesgados por la vida que conocemos. Incluso en la Tierra, la diversidad es brutal: seres que no se mueven, otros que vuelan, organismos que usan fotosíntesis… Imagínate fuera de este planeta, donde las condiciones pueden ser radicalmente distintas”

Lázaro recuerda que muchas moléculas tóxicas para unos organismos son esenciales para otros. “Nosotros usamos oxígeno para vivir, pero hay bacterias para las que el oxígeno es letal. Con el arsénico pasa igual: hay microbios que lo toleran e incluso lo utilizan. Lo que no hay es evidencia sólida de que lo integren en su ADN”. En vida extraterrestre, quizás nos falte “algo de imaginación, porque estamos muy sesgados por la vida en la Tierra”. La ficción tampoco ha roto el marco: “se suele presentar como la nuestra, pero con algunas modificaciones, más ojos, otra pierna, piel verde, como pulpos…“.

¿Qué es vida, en realidad?

Uno de los aspectos más desconcertantes del caso GFAJ‑1 es que nos obliga a preguntarnos: ¿qué consideramos vida? ¿Qué condiciones debe cumplir algo para entrar en esa categoría? Para Lázaro, hay dos claves: orden (en un mundo desordenado) y complejidad. “La vida es algo complejo- Incluso la célula más sencilla tiene miles de moléculas interaccionando de forma precisa. Esa complejidad no se da en la materia inerte. Detectar ese patrón de interacciones puede ser clave para saber si algo está vivo o no”.

Pero incluso eso es debatible. ¿Debe estar basada en carbono? ¿Debe tener ADN o una molécula equivalente? ¿Basta con que transforme energía y se reproduzca? “Yo no descartaría que en otros lugares del universo haya organismos cuya molécula genética no sea el ADN”, señala Lázaro. “Y tampoco creo que necesitemos encontrar un planeta idéntico a la Tierra. La vida puede abrirse camino en condiciones muy diferentes, por rutas completamente nuevas”.

“La imaginación no tiene límites –dice Menor Salván– pero la química nos los pone. No nos vamos a encontrar con una vida basada en el silicio, por ejemplo. Químicamente no es posible. Otra cosa es que los humanos sean capaces de construir robots o o algo que se considere vivo, que sea artificial“.

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Esta idea radical la explora Alberto Sangiovanni-Vincentelli, ingeniero y pionero en diseño de chips, en Tampoco es el fin del mundo: “No veo por qué no podríamos llamar vida a una maquinaria molecular basada en silicio”, decía. Chips autorreplicantes, que usan energía solar para ensamblar réplicas a partir de materiales disponibles.

Lázaro lo matiza: “Para que algo así se considere vivo, no basta con que se replique. Debe poder evolucionar por sí mismo. No adaptarse porque alguien lo reprograma, sino cambiar y transmitir esas adaptaciones a su descendencia”. Ahí, sólo territorios como los abiertos por la inteligencia artificial pueden dotar de mecanismos evolutivos a estas hipotéticas máquinas miméticas.

La búsqueda de vida extraterrestre se tropezó con Trump

Mientras tanto, la búsqueda de vida fuera de la Tierra continúa. Las lunas heladas del sistema solar, como Europa, Mimas o Encélado, son candidatas prometedoras. Bajo sus superficies de hielo se esconden océanos donde podrían darse las condiciones para el surgimiento de vida microscópica. “Los lugares que se congelan y descongelan son muy interesantes para la vida” dice Menor Salván, quien cree que la vida en la Tierra pudo surgir a partir de entornos con ciclos ambientales; un planeta –valga la expresión–… vivo.

“No creo que encontremos pulpos en Encélado, pero sí podríamos hallar microbios”, dice Lázaro con humor, refiriéndose a vida inteligente y el imaginario de ficción, como el de Arrival. Y recuerda que incluso aquí, en nuestro planeta, la vida surgió muy pronto, en condiciones extremas, y probablemente no a la primera. “Pudo haber muchos intentos fallidos. El que prosperó es el del que descendemos todos. Pero eso no quiere decir que fuera el único”. ¿Hubo vida antes de la vida?

Ahora, los avances en astrobiología se han tropezado no con contaminación microbiana, sino con una forma de vida macroscópica llamada Donald Trump. César Menor, que trabaja estrechamente con la NASA, ve cómo sus colegas han visto recortados sus presupuestos, “muchos han perdido su trabajo”. Se están poniendo en peligro varias misiones. Entre otras, la que debería traer de vuelta muestras marcianas tomadas por Perseverance donde, quién sabe, quizás hubiera algún indicio de vida pasada o presente. “Teníamos hasta el laboratorio preparado para analizarlas. Esto ya no va a pasar”.

Fuentes