Pedro Cantalejo acaba de jubilarse pero su objeto de estudio y cuidado no deja de darle sorpresas. Este paleontólogo ha sido estudioso y custodio de la cueva de Ardales (Málaga) desde los primeros años ochenta. Recuerda el momento en que puso un pie por primera vez allí. “Yo venía para hacer una revisión del trabajo de Henri Breuil (el arqueólogo que descubrió sus pinturas en los años diez del siglo XX). Me puse a ver in situ sus dibujos, pero empecé a sorprenderme de que había muchas más cosas”. Hoy, Ardales es uno de los mayores centros de arte prehistóricos del mundo. Y quizás la pieza que resuelva el puzle de la llegada de los humanos modernos a Europa.
En un trabajo dirigido por José Ramos-Muñoz (Universidad de Cádiz) y publicado este jueves en PLOS, demuestran que la cueva fue lugar de pintura y actividad humana durante no menos de 58.000 años, aunque no de forma ininterrumpida. Todo un récord que implica el flujo de culturas neandertales hacia las sapiens. ¿Qué tenía Ardales para haberse convertido en el gran museo del arte prehistórico?
”Me sigue sorprendiendo esa magnitud –dice Cantalejo al otro lado del teléfono desde Málaga–. Entre las primeras y las últimas pinturas han pasado más de 50.000 años. Que fuera recurrente durante tantísimo tiempo implica que estaba en la mentalidad colectiva de todos”. Era un sitio para lo ritual y lo simbólico.
Al arte prehistórico de Ardales se accede por una apertura estrecha, poco visible (descubierta tras un terremoto, hace dos siglos). “Que todo el mundo supiese que ahí había una cavidad, que ese conocimiento pasara de generaciones en generaciones… ¡y todos aportaban algo nuevo! Es una cosa increíble”.

En Ardales, cada generación pintó arte prehistórico sin destruir el anterior
El trabajo presentado ahora corrobora que las pinturas más antiguas –no figurativas– debieron de ser obra de neandertales. Una combinación de datación radiométrica y análisis de restos y artefactos dentro de Ardales apunta a tecnología de hace más de 65.000 años. “Evidentemente, no podemos ponerle cara, pero debió de ser neandertal quien las usó (y pintó las paredes)”.
Los llamados ‘humanos modernos’ (sapiens) llegaron más tarde, hace unos 35.000 años. Utilizaron la cueva esporádicamente hasta principios de la Edad del Cobre. Pero el arte rupestre más antiguo de la cueva de Ardales consiste en signos abstractos como puntos, yemas de dedos y plantillas hechas a mano creadas con pigmento rojo que podríamos considerar arte prehistórico en sus primerísimas expresiones.
Rayas, puntos y ‘dedos’ de Ardales tienen que ser representaciones neandertales según el nuevo estudio.
Ese pigmeto ha sido objeto de debate en Ardales, puesto que otros investigadores creían que podía deberse a marcas de óxidos formadas de manera natural. En 2021, científicos franceses y españoles analizaron muestras de residuos rojos de la superficie de la piedra. Los compararon con depósitos ricos en óxido de hierro en la cueva y llegaron a la conclusión de que el ocre fue aplicado intencionalmente, es decir, pintado, por los neandertales.
Teóricamente, los humanos modernos aún no habían hecho su aparición en el continente europeo. Pero cuando llegaron, respetaron aquellas pinturas. Y sus sucesores, durante otros 20.000 años, respetaron las pinturas de sus antecesores, a su vez. “Estamos ante todo un museo”, dice Cantalejo.
Dentro de la resbaladiza definición de ‘arte’, las representaciones figurativas más antiguas son más recientes y se corresponden con sapiens. Se considera que en una cueva de Indonesia está la escena de caza más antigua del mundo, hasta donde sabemos. Una pintura de unos 45.500 años de antigüedad ,sita en Célebes.
“Comparar neandertales con sapiens es como hacer que se entiendan ordenadores con Windows y con Mac”
Las obras de arte posteriores a los primeros habitantes representan animales. Los restos humanos indican el uso de Ardales como lugar de entierro en el Holoceno. Pero la evidencia de actividades domésticas es extremadamente pobre, lo que sugiere que los humanos no vivían en la cueva. Ardales era un centro ritual prehistórico o de arte.
“En Málaga estamos ante una de las claves de esa transición de los neandertales a los sapiens”, dice Cantalejo. “El tiempo-frontera. Primero es un poco permeable y luego es un flujo. Es muy probable que en esa época de transición entre 60.000 y 30.000 años ocurriese un trasvase genético importante. Una sustitución evolutiva de las que somos herederos”.
Tecnología neandertal encontrada en Ardales cuadra con las marcas pintadas en las paredes.
Ahora, esta datación más precisa otorga a la península ibérica un papel clave en la aparición de los primeros sapiens en Europa. Hay dos hipótesis: que fuéramos un fondo de saco al que llegaron aquellos humanos desde el este; o que del Estrecho a la actual Andalucía “fuera la avanzadilla”, contra lo postulado por las investgaciones anglosajonas, que llevan años explorando los límites orientales de Europa o Francia.
Lo que Cantalejo tiene claro es que no hay una línea que marque el fin del Homo neandertalensis y que dé paso a los Homo sapiens que somos actualmente. Además de contar en nuestro genoma con una herencia neandertal, lo que hoy es Málaga es un buen ejemplo de coexistencia y flujo. Además “no es que los neandertales fueran inferiores o incapaces de hacer ‘arte’”, dice el investigador.
“Esto lo entendí cuando me peleaba por hacer que mi contenido en Mac de casa funcionase en el Windows de la oficina. Y el técnico me explicó que era imposible. Realmente, con los humanos ocurre igual. Es como meter un ‘pendrive’ de un Mac en un Windows. No entendemos a los neandertales porque tienen otro sistema operativo, no es que sean menos ‘potentes’”.
En España hay un verdadero triángulo de oro del arte prehistórico: Ardales, Cantabria y Cáceres, pasando por la propia Atapuerca. “Pero eso son sólo los focos”. Es cuestión de tiempo y recursos que se completen las piezas de las sociedades primitivas, sus asentamientos ibéricos y su arte.