Josep Maria Trigo (Valencia, 1970) contaba apenas 17 años cuando recibió ya había recibido varios premios. “En 1987, me pasé más de 300 horas observando el cielo durante cerca de 250 noches”. Es uno de los astrónomos que más estrellas fugaces ha podido ver y aún así sólo tiene un deseo: “Que escuchemos a los científicos”. Trigo es especialista en asteroides y meteoritos, en su amenaza y en su capacidad para ser portadores de vida.
En 2022 publicó La Tierra en peligro (UB), pero él prefiere pensar que más que en peligro, la ciudadanía está expuesta a fenómenos que pueden hacer tanto daño como el bólido de Cheliábinsk (Rusia, 2013), algo muy alejado de la imagen de esa amenaza asteroide que deja un cráter de impacto masivo, como el que acabó con los dinosaurios. ¿Seremos algún día los humanos los próximos dinosaurios? Aquí, Trigo se agarra más bien a la metáfora que la ONU usó en la cumbre del clima de 2021: ante el calentamiento global, nosotros somos el meteorito.
Pero respecto a la amenaza asteroide, “yo diría que la Tierra hoy en día no está en peligro. Los grandes impactos, como el que dio origen a la formación de la Luna, se remontan a más de 4.460 millones de años en el pasado”, explica desde su casa en el Montseny barcelonés, donde también tiene un observatorio. La amenaza de un asteroide de tal magnitud queda disipada, no somos los siguientes dinosaurios. “A no ser que descubramos alguno nuevo o algún cometa, esto no va a ocurrir en los próximos milenios”. Hay estudios de evolución dinámica que tienen fichados a los más grandes, y se pueden consultar en webs como la del JPL de la NASA.
El peligro de que el cielo se rompa
Pero no toda amenaza celeste llega en forma de meteorito. El 30 de junio de 1908 el cielo se rompió brutalmente sobre Tunguska, al norte de Rusia, como cuentan los diarios de la época. Un bólido gigante reventó en la atmósfera, en una explosión equivalente a 185 bombas atómicas como las de Hiroshima. “Quizás fuera un fragmento de cometa, con unos 30 a 50 metros de diámetro, que arrasó todo con su onda de choque y no dejó un cráter”. Pero arrasó todo a un unos 2000 km a la redonda.
Estos son fenómenos a los que es mucho más difícil anticiparse. “Estamos sometidos a ese flujo constantemente”. No ponen a la Tierra en peligro o a una especie entera. Pero pueden causar miles de víctimas. “En Tunguska, por una diferencia de unas seis horas, no cayó en las proximidades de San Petersburgo“.
Se tiende a observar una creciente tendencia a impactos y estallidos en la atmósfera de objetos pequeños, frente a un bombardeo asteroide que, seguramente, era más probable en el sistema solar joven, cuando “había millones de objetos, muchos terminaron formando planetas, o migraron al cinturón de asteroides”.
Hoy, a los grandes, los tenemos fichados. Pero, ¿y si lo que se nos aproxima no es un asteroide, sino un cometa o los restos de uno que murió? De algún modo, es el argumento de la película No mires arriba (Adam McKay, 2021). Y, también, el germen del evento Tungunska.

Restos de viejos cometas ocultos “que nos pueden dar un buen susto”
Tungunska fue tan bestial (y tan poco documentado científicamente) que se asoció a un fenomeno de antimateria y hasta un agujero negro. Desde luego, también se asoció a un encuentro alienígena. Pero muchos indicios apuntan a que fue un fragmento del cometa Encke. El mismo que todos los años nos regala (gracias a sus escombros, no su paso) la lluvia de estrellas Betaacuáridas.
Parece que un resto de otro comenta, en este caso, muerto, nos visitó de cerca por primera vez en 2015. Esta vez pasó (y pasará) lo suficientemente lejos como para afectarnos. Pero dio miedo. El mayor imaginado: el cultural. Su máxima aproximación se produjo durante la noche de Halloween. “Y era como una broma de mal gusto, porque se asemejaba a una calavera”. Para Trigo, esta es otra amenaza que va más allá de la puramente ligada al asteroide.
“Nos indica que algunos cometas, después de extinguirse, pueden fragmentarse por el paso cercano a Júpiter (que normalmente nos protege), escapar sus restos y quedar en una órbita muy excéntrica”, como ocurrió con el asteroide de Halloween. “Puede haber objetos ocultos en la región próxima a la Tierra con un potencial destructivo todavía mayor de lo que lo que podríamos pensar que nos pueden dar un buen susto”. Y si viene un cometa, directamente… “no hay nada que hacer”.
Cuando el franquismo silenció los meteoritos… y España se llenó de ovnis
Pero las buenas noticias son que la humanidad ha confirmado que es capaz de desviar asteroides, si se detectan son suficiente antelación. La misión DART para desviar un asteroide resultó un éxito el año pasado. Las labores de defensa planetaria se van engrasando poco a poco.
“El silencio sería lo peor”, cree Trigo. Y mira al pasado. Este astrónomo fue responsable de confirmar el origen de una misteriosa roca que en 1931 fue recogida, aún humeante, por una niña de 11 años en Ardón (León).
Era una mañana de julio, cuando la pequeña Rosa había salido de casa. De pronto, escuchó una especie de trueno. Al doblar la calle, en el centro del pueblo, se encontró con una estela de humo hacia el suelo. En su extremo, una pequeña piedra negra caliente que recogió. No le dijo nada a nadie y la guardó en una cajita… durante 80 años. Su sobrino la descubrió y la puso en manos del CSIC. Trigo confirmó que era una condrita carbonácea. Un mensajero del pasado, del sistema solar temprano. Y una valiosa reliquia de una época, más reciente, en que la dictadura imponía el silencio.
“La ausencia total de meteoritos durante prácticamente 60 años en España, justo durante la dictadura, revela que si había alguna caída y esto llegaba a oídos de los políticos o quien fuera, debia ser silenciado”, explica. Lo normal es esperar que en una superficie como la de la península ibérica caiga un meteorito de más de un kilo “cada año o dos años; deberíamos haber tenido como mínimo 30 [durante el franquismo]”.
Ese silencio, quizás, alimentó la especulación sobre ovnis. Pero el hombre que, quizás, más noches ha pasado mirando a los cielos, en busca de brillos extraños, ”en 27 años no hemos detectado nada anómalo y hemos detectado de todo.“
El meteorito del clima
Cuando se pregunta a un científico especializado en la amenaza asteroide qué le da miedo, en su respuesta no aparece una calavera de Halloween ni un cometa extinto inesperado, acercándose a la Tierra. Para Josep Maria Trigo, la amenaza no es extraterrestre. Sino muy terrestre.
“El cambio climático siempre se ha producido, sí; pero hay que tener en cuenta que éste, a partir del desarrollo industrial y del capitalismo desmesurado que estamos viviendo, nos está llevando al límite. Cualquier día van a decir que la Tierra puede crecer. Y no, no puede crecer. Los recursos son los que son”, afirma contundente, en una advertencia clara.
Naciones Unidas utilizó el recurso de un dinosaurio para advertir sobre la emergencia climática en la cumbre del clima de 2021. Ahora, el meteorito somos nosotros. La campaña venía a decir que financiar combustibles responsables del calentamiento global es como subvencionar asteroides en el Cretácico.
Junto al clima, las guerras: “Yo creo que tenemos que concienciarnos el público de a pie… quizás haya que paralizarlo todo para que esto se acabe, que se acaben estas guerras fratricidas, o por lo menos, ante grandes países con capacidades nucleares, que todavía lo podrían complicar todavía más”, sostiene.
”Esto nos va a llevar a un punto de inflexión –dice–, en algún momento esto se va a tener que acabar. Esperemos que no sea con una guerra nuclear ni mucho menos, sino porque el 99% de la población [no rica ni poderosa] se cansen y se pare, se pare literalmente. Los grandes cambios se han conseguido así”.
La amenaza para la habitabilidad de la Tierra es clara. ”Todo esto nos tiene que hacer reflexionar, si queremos asegurar que nuestros hijos o que nuestros nietos puedan compartir también de un planeta similar, ya no idéntico, al que nosotros vivimos, dentro de unos márgenes de habitabilidad. Hay muchas acciones que se pueden tomar. Sigo pensando que hay que tener esperanza”, concluye.
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