“Creo que España es una advertencia para nosotros”. Era 19 de agosto y las alarmas saltaron en Berlín. Estas palabras del ministro alemán de Sanidad, Jens Spahn, constataban que éramos las barbas peladas a las que miraba toda Europa, antes de remojar el relajamiento de medidas de contención del coronavirus.
Si entonces, siguiendo con las palabras de Spahn, éramos el ejemplo de “lo rápido que puede acelerarse si no tenemos cuidado”, hoy es España quien ve que seguimos los pasos de otros países que han iniciado una desigual escalada de infecciones en sus territorios, como la propia Alemania (incidencia acumulada a la quincena, IA 14=391), Países Bajos (IA 14=727) , Portugal (IA 14=361) o, en otro paradigma ante la COVID-19, Corea del Sur.
¿Qué ha pasado para que quienes venían haciéndose con el control del virus durante más de nueve meses presenten ahora algunas de las peores cifras de sus respectivas regiones mundiales? La respuesta corta es que no lo sabemos. La más larga empieza por “un relajamiento de sus medidas de control” por exceso de confianza.
Así lo refiere el profesor Daniel López Acuña, exdirector de Gestión de Programas de la PAHO-OMS. “Hay muchas similitudes entre Alemania, Corea o Asturias”, explica a Newtral.es desde esta última región. “No es un sólo factor, sino una suma. En parte de la Europa menos afectada, donde hubo baja penetración y seroprevalencia, se ha dado ahora una mayor susceptibilidad y ha prendido más el ciclo expansivo”.
O sea, tirando del clásico modelo matemático SIR (Susceptibles, Infectados, Recuperados), había más susceptibles en Asturias (94% no inmunes) que en Madrid (81,4%). El sureseste alemán está llevándose ahora la peor parte, frente al oeste y norte.
Tres provincias de Sajonia cerraron las semana superando los 600 casos a la semana por cada 100.000 habitantes (más de 1.000, en nuestro más habitual índice IA 14). Sus índices, durante la primera ola, apenas superaron los 100 y en verano apenas se notificaban entre 3 y 10 casos diarios en todo el land, según datos del Instituto Robert Koch.
Pero que ‘lo haya pasado’ una parte de la población no garantiza nada, si no es por encima de 60% o 70%. En julio, Baja Sajonia tenía una seroprevalencia IgG de apenas el 1,22% (5,2% de España), aunque es verdad que era el land donde más gente había pasado la COVID-19. Aunque que el bosque tenga menos árboles no implica que no pueda prender una chispa y quemar el resto, que no es poco.
El doctor Javier del Águila, especialista en Medicina Preventiva y modelos matemáticos cree que “es terriblemente complicado encontrar un único hilo común en culturas diferentes. Cada cual en su condicionante y gobernanza han tenido repuntes muy grandes. Lo que sí sabemos es que las medidas son algo determinante en todos sitios”. Todos los que ahora suben relajaron poco antes.
Flexibilizaron cuando estaban en zona roja de riesgo
La otra pata de los modelos matemáticos alude al riesgo. Si combinanos la cantidad de susceptibles con lo que hacen los contagiados, vemos la cantidad de personas a las que en cada momento puede pegar sus virus alguien. De ahí sale el número Rt. Y con ello, si está habiendo muchos contagios o pocos en la quincena, podemos tener un indicador de riesgo.
El modelo en el que trabaja Clara Prats en la UPC está midiendo día a día el riesgo que hay en cada comarca de Cataluña de que la situación rebrote (EPC). Esto es extrapolable a otras regiones de Europa.
Hay países donde, según cree Prats, “está pasando lo que a nosotros en octubre. Reabrieron no estando en [índice de riesgo] verde. Las medidas se relajaron cuando estaban en un verdadero equilibrio inestable”, apunta desde Barcelona, en conversación telefónica.
Canarias, Baleares, a la par que Alemania… o no tanto
Si a finales de agosto, el repunte alemán se asoció al retorno de vacaciones (en lugares como las islas españolas), ahora Alemania observa atónita su rampante cifra de muertos, desconocida durante su primera ola. Esto delata que los contagios se estuvieron produciendo mucho antes, no menos de tres o más semanas atrás. Ninguna sorpresa: los contagios fueron subiendo no explosivamente desde el comienzo de octubre.
“Seguramente ha habido una reacción tardía al incremento de casos”, apunta Prats quien recuerda que ahora, a diferencia de agosto, la climatología y la vida interior, menos reposada que en verano, ha sido un factor que ha hecho más incontrolable la situación. Casi sin que se dieran cuenta de la gravedad de ese goteo constante.
Para López-Acuña, allí como aquí, se relajaron las medidas dictadas por las autoridades, alentadas por los descensos en las incidencias acumuladas. “La suma de todos estos factores da como resultado un cóctel que ha dado la vuelta a los sitios que estaban bien”. No fue hasta el 2 de noviembre que Alemania cerró la hostelería.
¿Es lo ocurrido en Canarias y Baleares? A su juicio, es posible que parte del incremento en las islas esté ligado a introducciones asintomáticas desde países con alta incidencia ahora, como Alemania o Reino Unido –independientemente de la variante que esté circulando, sin descartar la supuestamente más infectiva–, “pero también desde la península”, donde ha habido y hay regiones que no han salido de la situación de riesgo extremo, conforme al semáforo de Sanidad.
Relajación cuando las cosas parecen ir bien
El paréntesis de baja incidencia que han vivido diferentes regiones europeas, de Alemania a Asturias o Galicia, pasando por las islas Canarias y Baleres, se termina traduciendo en “relajación individual, social y de las restricciones” impuestas por los gobiernos. Y vuelta a subir.
En este sentido, a nivel institucional, desde la Sociedad Española de Epidemiología, su vicepresidente Óscar Zurriaga destaca cómo el sentido de orgullo por tener buenas cifras durante un tiempo carece de sentido “si no se es coherente con la situación propia y se mira más a los demás”. Todo se puede dar la vuelta, como se ha demostrado.
El virus llegó a todas partes. Pero hasta el presente otoño, había regiones del mundo donde entraba en callejones sin salida, por decisiones institucionalizadas. Los puntos fuertes en lugares como diversos estados de Alemania, la totalidad de Corea del Sur o el Principado de Asturias en España fueron sus redes de rastreo de positivos, aislamientos y cuarentenas.
La profesora Helena Legido-Quigley explicaba en octubre que para que un país pudiera relajar sus medidas estos requisitos ligados al rastreo tenían que cumplirse escrupulosamente. Pero no sólo. En un artículo publicado en The Lancet bajo el elocuente título Lecciones aprendidas al aliviar las restricciones de COVID-19, destacaban el papel de los datos de calidad en tiempo real o la implicación constante de la ciudadanía para hacer cumplir las medidas de protección.
El caso alemán o el coreano muestran los límites del rastreo cuando los casos crecen muy rápido en medio de un índice de riesgo alto.
El testado y rastreo hay un punto en no sirve, cuando los contagios se descontrolan en muy poco tiempo. ¿Podemos medir el umbral en que todo se echa a perder? “Cada país tiene su propio límite –explica Clara Prats, aclarando que por eso no vale comparar sólo un parámetro, como la incidencia–. El umbral del riesgo en ojo lo tenemos bien acotado en Cataluña; con un índice de riesgo por debajo de 100 te haces con la situación rastreando”.
La cosa se complica hasta el índice 200, “donde deberíamos hacer cribados poblacionales en busca de positivos, limitaciones de encuentros de personas, etc.”. Por encima de ese índice de riesgo, “todo puede descontrolarse”, afirma la experta en modelización.
Para Zurriaga, “Si es necesario tomar medidas, es mejor tomarlas y mantenerlas”, asegura el también profesor de la Universidad de Valencia. “No porque los demás relajen restricciones tú tienes que hacerlo. Hay me mirar el pequeño nivel sin olvidar que tenemos (cuando no hay limitaciones) mucha movilidad dentro país”.
Por su parte, el doctor Del Águila recuerda: “Alemania ha tomado medidas durísimas ahora. Nosotros llevamos con otras más o menos laxas pero todo el otoño. Y no hemos confinado de forma dura. Y eso influye en cómo [de distinto] se va a comportar el virus”.
En plena Navidad, “suma el agotamiento de la población. A la gente se le pueden pedir sacrificios hasta un punto”. ¿Pagaremos el relajo de estos días y la movilidad y mezcla de burbujas familiares como le pasó a EE.UU. en Acción de Gracias? En dos semanas lo sabremos.
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