Los expertos consultados coinciden: a pesar de los kilómetros de costa, los españoles tienen déficit de conocimiento acuático. Una opinión que se plasma en las estadísticas, ya que aunque no hay datos oficiales sobre el nivel de natación de la población española, las cifras de ahogamiento registradas este verano en España son las peores de los últimos cinco años.
En los siete primeros meses del 2023, 249 personas han muerto en espacios acuáticos, 79 solo en el mes de julio, según el último Informe Nacional de Ahogamientos que elabora la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFESS). Unos datos que, como señalan los expertos, probablemente se quedan cortos, ya que no existe una administración nacional que los recoja.
La serie histórica de la RFESS, que arranca en 2015, muestra que la mayoría de las víctimas de los ahogamientos son hombres en el tramo de edad de 55 años en adelante. Precisamente, los profesionales reconocen que la falta de cultura acuática se está corrigiendo gracias a la formación que reciben las generaciones más jóvenes en clases extraescolares. No obstante, no ocurre lo mismo entre las personas mayores, entre las que la falta de conocimiento en este campo es más acusada. Bañistas que consideran que saben nadar, pero sin embargo, no lo hacen lo suficientemente bien.
“En España, sabemos flotar pero no necesariamente nadar”: el nivel de natación condiciona parte de los ahogamientos en España
Ramsés Martín, experto en seguridad acuática, asegura a Newtral.es que el nivel de natación de la población española no es muy alto. Muchos bañistas consideran que saben nadar pero, en realidad, no pasan de las nociones más básicas, les falta educación acuática y entender la natación como una habilidad de supervivencia. “La gran mayoría de ahogados que recogen las estadísticas y los que no recogen, son personas que creen que saben nadar —porque si reconocen que no saben, no se meten en el agua— pero no es así. En España sabemos flotar pero no necesariamente nadar”, indica Martín.
La natación se vincula al deporte, a la salud, pero pocas veces se enseña como una habilidad de supervivencia. “Ha de enseñarse a nadar no únicamente como manera de tirarse al agua, flotar y desplazarse, sino como una relación entre las personas y el agua, para ser corresponsables de la propia seguridad, ser conscientes del riesgo que existe”, añade.
Según la experiencia de Salvador Perelló, responsable de formación de la Federación de Salvamento y Socorrismo de la Comunidad Valenciana, “la gente que se ahoga sabe nadar siempre, paradójicamente”. Como relata a Newtral.es, “el perfil del ahogado es un hombre mayor de 50 años que se percibe con conocimientos de natación pero que no es consciente de sus limitaciones, no sabe que si entra en pánico dentro del agua, se convertirá en un bloque pesado que solo puede hundirse, no sabe que cuanto más nervioso te pongas en el agua, más rápido te ahogas”.
De la misma manera se expresa el instructor de natación Juan Yun: “Muchos de los bañistas adultos en España no saben nadar o nadan mal, se meten en el agua con nociones básicas de natación, lo que acaba por convertirse en una experiencia traumática, si no fatal”. Por ello, los expertos insisten en la importancia de promover la cultura preventiva, que ha de enseñarse en los colegios, para bajar el número de ahogamientos en España.
La natación no se enseña en los colegios de forma obligatoria
La natación no está implantada como contenido oficial en el currículum de educación física en los centros educativos españoles, tal y como recogen en su investigación Natación en la escuela, hacia una alfabetización acuática Apolonia Albarracín y Juan Antonio Moreno-Murcia. Esta es una de las razones por las que no hay datos oficiales sobre el nivel que tiene la población en esta materia, razonan los expertos.
Al contrario, en muchos países de nuestro entorno, (Francia, Reino Unido, Dinamarca, Finlandia, Bélgica, etc.) los alumnos tienen la natación integrada en el currículum escolar (a veces dentro de educación física y otras veces como competencia independiente), “otorgando al alumnado una certificación de su nivel adquirido de destreza y seguridad en el medio acuático”.
A pesar de ello, los expertos consultados reconocen que los conocimientos al respecto de los más jóvenes han mejorado por la implicación de las familias y la predisposición de algunos centros educativos y de algunas administraciones locales para promocionar esta actividad. Aunque, admiten, su falta de implementación a nivel nacional genera desigualdades, ya que no todas las familias pueden permitirse pagar por clases de natación.
En cualquier caso, los investigadores Albarracín y Moreno-Murcia indican que, a pesar del incremento de oferta en las “clases de natación extraescolares en entornos educativos”, nunca se han determinado ni objetivos, contenidos, evaluación o supervisión pedagógica, ni tampoco acreditaciones reconocidas en el ámbito nacional. “Dentro de las competencias educativas debería haber una de ‘Saber nadar con seguridad’ para colaborar con el propósito nacional de disminuir los accidentes y muertes por ahogamiento”, inciden.
De la misma manera se expresa Martín: “Es muy importante que los niños aprendan a nadar, pero también lo es que aprendan a relacionarse con el agua con seguridad, para que se conviertan en adolescentes que asumirán menos riesgos y en adultos más corresponsables con la seguridad”.
El perfil del ahogado: hombre mayor de 55 años
Las personas que acaban ahogándose consideran que saben nadar, sin embargo, no tienen conocimiento del medio acuático ni capacidad para reaccionar a las emergencias. “La gente mayor, más predispuesta a acumular enfermedades, no es consciente de que, el mareo que le puede dar por la calle y que al sentarse en un banco se pasa, dentro del agua es mortal”, asegura Martín. Este es uno de los ahogamientos más comunes en España y que los socorristas no detectan, advierte, porque pasan muy cerca de la orilla y son los otros bañistas quienes dan la voz de alarma.
Sobre este perfil sabe bastante Juan Yun, también director de una escuela de natación enfocada en personas que, tras una experiencia traumática en el agua, no se atreven a volver a nadar. Precisamente, la mayoría de sus alumnos son personas en los 50. “Generaciones de estas edades no tuvieron la oportunidad de tomar clases extraescolares de natación, son las que sufren los mayores sustos de ahogamiento en los espacios acuáticos”, explica a Newtral.es.
Es el caso de Jonathan López, uno de los alumnos de Yun, cuyo caso es paradigmático de la falta de conocimiento acuático de las personas de su generación. “Aprendes a nadar cuando un familiar te tira al agua porque considera que esa es la manera más rápida y práctica de hacerlo. Pero yo no subí, tendría unos 10 años cuando ocurrió y aún recuerdo la angustia de estar en el agua sin dar pie y sin saber nadar”.
“Entre los adultos en España, al miedo a nadar por traumas pasados como un ahogamiento, se une la vergüenza de reconocer que nunca han aprendido a hacerlo”, continúa Yun. “Nadar se aprende de pequeño, hay una idea generalizada de que todo el mundo sabe cómo hacerlo, pero es un prejuicio, no es verdad”.
- Ramsés Martín, experto en seguridad acuática
- Juan Yun, instructor de natación y director de la escuela Nadar sin miedo
- Jonathan López, uno de los alumnos de Nadar sin miedo
- Salvador Perelló, responsable de formación de la Federación de Salvamento y Socorrismo de la Comunidad Valenciana
- Informes de ahogamientos de la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFESS)
- Investigación Natación en la escuela, hacia una alfabetización acuática de Apolonia Albarracín y Juan Antonio Moreno-Murcia
Sois tremendos como ocultamos que es por las vacunas. Para vosotros KARMA. Gracias
He sido montañero toda mi juventud, y he podido ser testigo de la irresponsabilidad de los turistas sin conocimientos de montaña. Es normal que todos los años sufran accidentes de diferente gravedad. En el mar, el río, o los lagos, sucede lo mismo: la gente se comporta con la misma filosofía con la que van a un centro comercial, o a una discoteca, aplicando las conductas culturales aprendidas. Pero esas conductas no son de aplicación en la naturaleza (que es lo que es una montaña, o una playa). En la naturaleza, hay que cambiar el chip. Pero claro, primero tienes que tener un chip que cambiar.
Falta de formación natatoria, no "acuática". Los mileniales de mierda van a destruir el idioma.