La agricultura industrial a lo largo de Europa se basa “en una explotación sistemática de los trabajadores migrantes”, según un informe sobre la situación de los agricultores publicado por Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones (IUEM) de la Universidad Pontificia Comillas y de Oxfam Intermón.
El estudio, confeccionado a partir de informes y documentos empresariales y sindicales de España, Italia, Grecia, Francia, Alemania, Países Bajos, Finlandia, Suecia y Polonia, expone y enumera las condiciones en las que viven y trabajan alrededor de 2,4 millones de agricultores migrantes en estos países, o lo que es lo mismo: uno de cada cuatro temporeros que trabajan en Europa, aproximadamente, son migrantes.
- “Este número es una estimación muy a la baja ya que existe un grado de informalidad altísimo en cuanto a empadronamientos, regulación administrativa o contratos”, detalla Juan Castillo, investigador del IUEM y co-autor del informe, en una entrevista con Newtral.es
“Invisibles y explotados”. Castillo detalla las características recabadas de esta “situación de vulnerabilidad sistemática” y “fácil de imponer por los empresarios”:
- Sueldos muy bajos. El informe examina los rangos salariales en Europa y determina que todos los agricultores migrantes se encuentran en la franja salarial más baja. “En la población migrante, esta situación empeora. En todos los países, excepto en Finlandia, no llegan al salario mínimo marcado por cada estado, lo que les expone en todos los sentidos”.
Además, “existe una crónica desigualdad de género”: las mujeres que intervienen en las investigaciones analizadas afirman ganar hasta un 30% menos que los hombres.
- Jornadas “abusivas”. La documentación a la que han tenido acceso los investigadores para elaborar este informe sobre los agricultores migrantes en Europa expone que las jornadas en el campo son “muy largas, de entre 12 y 14 horas diarias en la mayoría de casos”. El caso registrado más “extremo” está en Suecia, donde los jornaleros tailandeses recogen frutos rojos durante 19 horas diarias.
- Aislamiento. Castillo explica que existen dos tipos de viviendas para los agricultores migrantes: las que se encuentran dentro de la propia finca “sin agua potable, sin calefacción y sin espacio suficiente”, y las infraviviendas construidas por los propios trabajadores.
Ambas tienen un elemento común: el aislamiento de las zonas pobladas, “algo que les dificulta de manera vertiginosa comprar comida, ir al médico o relacionarse con alguien que les pueda ayudar”, detalla el investigador. Además, según el informe, existen casos de trabajadoras que han denunciado chantaje sexual por parte de los supervisores de alojamiento.
La Política Agraria Común europea no tiene mecanismos de protección para los agricultores migrantes en Europa
Juan Castillo opina que los mecanismos de protección a estas personas incluidas en la Política Agraria Común (PAC) de Europa, “son pasos muy limitados, siendo generoso con esa valoración”. El investigador explica que las reducciones de subvenciones o sanciones que marca la norma para aquellos empresarios que incumplan la condicionalidad social no se aplica para aquellos agricultores que recogen fruta y verdura, “que son la mayoría”, ya que a estos no se les dan ayudas directas.
“Las instituciones no están siendo capaces de solventar el problema de la vulneración de derechos humanos de los agricultores. Los consideran esenciales porque gracias a ellos toda Europa puede comer, pero cuando salen de su puesto de trabajo dejan de existir para la sociedad. Se convierten en personas invisibles, aisladas y olvidadas”, concluye el investigador.
- Informe “ESSENTIAL BUT INVISIBLE AND EXPLOITED”
- Entrevista con Juan Castillo, investigador en el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones (IUEM)
En la zona donde yo resido, los trabajadores inmigrantes del campo son explotados por sus propios compatriotas, que crean empresas para suministrar personal a los agricultores y esta es la única forma de conseguir trabajadores para el campo.
La situación es muy compleja, ya que estas empresas generalmente no cotizan por sus trabajadores, y la Seguridad Social intenta cobrar las deudas a los agricultores...
Los agricultores tienen que someterse a las normas de estas empresas explotadoras de sus compatriotas: quieren facturar 10 horas diarias y, si no aceptas, te quedas sin trabajadores. Forman parte de esas diez horas el tiempo de almuerzo, el de comida, los descansos pertinentes...
Cada hora supone 14 euros (140 euros al día por trabajador), también se les paga el tiempo de almuerzo, comida y descansos, insisto.
Los trabajadores que vienen al campo desconocen cómo se trabaja el campo y generalmente les importa bastante poco la verdad, puesto que su único interés es hacer horas (no realizar bien y a un ritmo adecuado el trabajo).
Estoy completamente de acuerdo en que el campo, con sus trabajadores y agricultores, está muy olvidado por la política. Y creo que se debería tomar cartas en el asunto con urgencia, pues de lo contrario, los inmigrantes seguirán explotados por sus propios compatriotas; los agricultores arruinados por las empresas explotadoras (creadas también por inmigrantes); y la Seguridad Social sin percibir la deuda de estas empresas mafiosas... a las que se debería meter mano de inmediato.
El gran problema del campo es que nadie quiere trabajar en él. La consecuencia será el abandono de este sector tan denostado