Hombres mayores con poder e investigadoras precarias: así es el acoso sexual en el ámbito académico

acoso sexual ámbito académico
Imagen de archivo de estudiantes universitarios / Fuente: Shutterstock
Tiempo de lectura: 7 min

Preguntar a una doctoranda por el color de su ropa interior; persuadir a una becaria para que acompañe a su director de proyecto en coche, a solas; intimidar a una trabajadora en un sótano y decirle: “Ahora tenemos un ratito para pasarlo bien tú y yo”; abrazar a una compañera y besarle el cuello sin permiso y de manera sorpresiva. Son algunos de los testimonios que ha recopilado la investigadora Helena Legido-Quigley junto a su equipo para un proyecto sobre el acoso sexual en el ámbito académico y en el sanitario. Acaban de publicar en la revista The Lancet el primer artículo científico al respecto, en el que muestran que esta violencia existe pero sigue opacada.

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La idea surgió tras la mediatización del caso Rubiales, quien propinó un beso a la futbolista Jenni Hermoso, ya que “parecía que se iniciaba un MeToo”, explica Legido-Quigley a Newtral.es. “No sabía si tendría éxito pero en apenas unas horas, me escribieron muchísimas mujeres”, añade. A través de una encuesta que difundieron por redes sociales, en tanto solo diez días llegaron a 251 mujeres que contaron 345 casos de acoso sexual en el ámbito académico y/o sanitario. “Esto se debe a que una misma mujer puede tener varias historias de acoso, algo que ya pone de manifiesto cómo de generalizado está este problema”, apunta la investigadora Legido-Quigley, especializada en sistemas de salud y catedrática en el Imperial College de Londres.

Acoso sexual y ámbito académico: los principales datos

Sin ser una muestra representativa, de las 251 mujeres que respondieron la encuesta, el 73,6% sufrió acoso sexual en algún momento de su vida y un 28,7%, abuso sexual. Además, solo el 6,7% de las encuestadas que sufrieron algún tipo de violencia en el ámbito laboral acabó denunciando. Por contra, el 34,5% de ellas reporta efectos psicológicos relacionados con la vivencia.

Por otro lado, el 45,2% de los relatos señalan que estos comportamientos están normalizados. Estos resultados van en la línea de lo mostrado por esta otra investigación científica (Information Processing & Management, 2020) que comienza señalando: “El acoso sexual en el ámbito académico suele ser un problema oculto porque las víctimas suelen ser reacias a denunciar sus experiencias”. Uno de los temas que destacan es el referente a las “represalias contra las víctimas por denunciar o por no obedecer al acosador”, además de poner de relieve “la diferencia de poder entre el profesorado y los estudiantes, y las consecuencias para los estudiantes cuando los profesores abusan de su poder”. 

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Son dos cuestiones que destaca Helena Legido-Quigley en el artículo publicado junto a otras investigadoras: “El 40,3% de las experiencias denunciadas eran de mujeres en una situación precaria: médicas en formación, enfermeras, estudiantes de licenciatura y doctorado, ayudantes de investigación y alumnas en diferentes facultades”. Los acosadores, en cambio: “Gerentes, directores, jefes de departamento, profesorado superior, catedráticos, tutores… Significativamente hombres mayores con poder en estas rígidas estructuras jerárquicas”, apunta la investigación.

Y en cuanto a la impunidad del acoso sexual en el ámbito académico y/o sanitario, Legido-Quigley apunta que “la mayoría de víctimas que han respondido a la encuesta estaban en situación de precariedad, pero especialmente cuando se trata de investigadoras, doctorandas, es decir, del mundo académico”. “Muchas tenían muy claro que no denunciaron porque asumieron que no pasaría nada. Otras se atrevieron a comentarlo a un superior pero las desincentivaron, alegando que el tipo es así, que él es muy importante, que decirlo públicamente podría perjudicar la carrera de ellas…”, añade la catedrática del Imperial College de Londres. 

Precisamente este preprint (publicación científica que todavía no ha sido revisada por pares) ahonda en la cuestión de género del acoso y el abuso de poder en la institución académica, señalando que “las investigadoras tienen muchas más probabilidades de ser víctimas de acoso” y que esto “tiene un impacto negativo significativo en sus intenciones de seguir una carrera académica”.

Por ello, Legido-Quigley destaca que “más allá de las importantes consecuencias psicológicas, en los casos más extremos hay consecuencias como la pérdida de trabajo o el fin de una carrera de investigación”.

El acoso en los centros sanitarios

En cuanto al acoso sexual en el ámbito sanitario, uno de los porcentajes que se hace más prevalente en este caso es el del acoso sexual físico, es decir, tocamientos inapropiados como “manosear, abrazar y besar” no solo sin consentimiento, sino de forma sorpresiva.

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Esto es congruente con lo que concluía un estudio liderado por la médica de emergencias Amy Attwater, señalando que es un ámbito donde la infradenuncia del acoso sexual físico es más acuciante. “El acoso sexual siempre es grave y puede afectar a largo plazo. El nivel de denuncia es muy bajo, es poco frecuente que se denuncie”, apuntaba Attwater a la cadena BBC.

El artículo científico de Legido-Quigley reporta no solo el acoso sexual físico, sino también otras formas de acoso como “abuso verbal” con comentarios “ofensivos y humillantes”, así como “insinuaciones y peticiones de favores sexuales”. También se detectan, aunque en menor medida, situaciones de “ciberacoso”. 

“Mientras preparaba medicación en un control de enfermería de espaldas a la puerta, un médico me abrazó por detrás mientras pegaba su rostro a mi cuello y me besaba. Al reaccionar yo de mala manera, se rió afirmando que se había equivocado de persona”, cuenta una de las mujeres que ha respondido la encuesta y que ha permitido la difusión de su testimonio de forma anónima. 

Lo que sí identifica esta investigación como elemento común tanto entre las víctimas de acoso sexual en el ámbito académico como en las víctimas del acoso en centros sanitarios es “ellas se sienten bloqueadas en cuanto a soluciones, sienten que no hay protocolos, a veces piensan que no sirven, las desaniman a denunciar o ni siquiera saben cómo hacerlo”, expone Legido-Quigley.

El artículo científico publicado en The Lancet recuerda también que hay mecanismos legislativos para abordar y evitar el acoso sexual en estos y otros ámbitos (la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, o la Ley Orgánica 2/2023, de 22 de marzo, del Sistema Universitario). Además, las autoras incluyen una serie de recomendaciones, extraídas de una revisión de la literatura científica publicada hasta el momento, tales como “elaborar definiciones claras de lo que constituyen conductas de acoso sexual y abuso de poder en los protocolos institucionales” o incluir en los protocolos “un plan de recuperación de la superviviente para garantizar que el agresor, su entorno o la propia institución no sigan acosando a la víctima”.

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Fuentes
  • “Enough is Enough”: tackling sexism, sexual harassment, and power abuse in Spain’s academia and healthcare sector (The Lancet, 2023)
  • Unwanted advances in higher education: Uncovering sexual harassment experiences in academia with text mining (Information Processing & Management, 2020)
  • Helena Legido-Quigley, especializada en sistemas de salud y catedrática en el Imperial College de Londres
  • BBC