Un recorrido feminista de la última década

«Lo único que necesitas para empezar una revolución feminista es una amiga»

Las consignas son como estribillos populares; sabiduría colectiva donde lo importante no es quién lo dijo primero, sino cuánta gente lo dice ahora. Esta frase, en concreto, es recurrente entre las feministas de generaciones más jóvenes porque sitúa el origen de una conciencia social y política a través del reconocimiento mutuo de la desigualdad. El recorrido del movimiento feminista en España no se circunscribe únicamente a la última década. Sin embargo, de cara a la celebración del 8M, repasamos los hitos recientes que han marcado el discurso del actual movimiento feminista.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Te lo contamos.

«Un plazo de 14 semanas en el que se garantiza a las mujeres la posibilidad de tomar una decisión libre e informada sobre la interrupción del embarazo». Este extracto del texto legislativo —burocrático, administrativo, sobrio— supuso un cambio de paradigma en la concepción de la capacidad de decisión de las mujeres. Hasta ese momento, las gestantes solo podían abortar bajo tres supuestos muy restrictivos. El movimiento feminista llevaba décadas exigiendo una ley que trascendía la propia causa del aborto: se reclamaba la autonomía de los cuerpos —más allá del embarazo—.

La ley del aborto de 2010, aprobada bajo el gobierno socialista de Zapatero, fue recurrida ante el Tribunal Constitucional por el Partido Popular. Esto supondría, años más tarde, la oposición del movimiento feminista a la contrarreforma que pretendía llevar a cabo este partido a su llegada al Gobierno. El movimiento volvió a rugir, como a finales de los 70 y principios de los 80, por sus derechos reproductivos.

 

«La revolución será feminista o no será». En la primera semana de acampada, varias activistas desplegaron una pancarta con esta consigna en la fachada de uno de los edificios de la Puerta del Sol. Un chico se acercó y la quitó. Ellas recibieron abucheos y gritos; él, aplausos.

El 15M comenzó como una oleada de protesta social que se desmarcaría de ideologías y, sobre todo, de organizaciones políticas. Muchos de los hombres que allí se manifestaban interpretaban que el feminismo era una cuestión ideológica que rompía el consenso, y no un elemento transformador de las lógicas del sistema que denunciaban. Y no solo eso: con esa pancarta, las manifestantes querían denunciar que el 15M era tan patriarcal en sus dinámicas como cualquier otro espacio.

Días después, la consigna volvió a aparecer en otra pancarta —más pequeña— en una de las bocas de metro de Sol. El desafío fue el comienzo de una disputa por los espacios y privilegios masculinos.

2011 también fue el año en el que España firmó el «Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica» —también conocido como Convenio de Estambul—. Este documento internacional es clave porque a él se aludirá en años posteriores para ampliar el concepto de violencia de género que establece la ley 1/2004 —es decir, más allá de las relaciones de pareja—.

«Nosotras parimos, nosotras decidimos». El grito se hacía verbo en enero de 2014 en una convocatoria masiva contra la reforma de la ley del aborto que proponía el Gobierno de Mariano Rajoy.

El partido pretendía reformar la ley de 2010 —tras haber presentado un recurso de inconstitucionalidad ese mismo año— que suponía volver a una legislación más restrictiva que la de 1985 —ya que eliminaba la posibilidad de interrumpir el embarazo en caso de malformación fetal—.

El Tren de la Libertad —así se denominó a la acción feminista— fue ideado por un grupo de amigas feministas de Gijón —Les Comadres y Mujeres por la Igualdad de Barredos—. Organizaron un viaje de su ciudad a Madrid en tren. Llenaron convoyes de Renfe con su presencia y otras organizaciones feministas de otras ciudades hicieron lo mismo. Así llegaron trenes de distintos puntos de España a la capital para congregarse y protestar contra un anteproyecto de ley que retrocedía décadas en materia de derechos reproductivos.

Alberto Ruiz-Gallardón, nombrado ministro de Justicia, fue el encargado de diseñar la contrarreforma que, finalmente, nunca salió adelante. La única modificación lograda —que se mantiene a día de hoy— fue restringir el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo para las menores de 16 y 17 años, supeditándolo al consentimiento obligatorio de los progenitores.

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